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Van Gogh, cara a cara

larazon

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Aquello de buscar las siete diferencias nunca fue tan especial. Porque contemplar dos de las obras más importantes de Van Gogh en la misma sala es algo excepcional. La National Gallery permite, a partir de hoy, vivir la experiencia con una exposición «única», según los expertos, en la que se muestran dos óleos de la famosa serie dedicada a los girasoles que dio fama internacional al artista holandés. La última vez que los lienzos compartieron espacio en Londres fue en 1947, cuando formaron parte de una muestra dedicada al pintor en lo que es hoy la Tate Britain. El reencuentro, por tanto, marca un hito. Uno de los cuadros es propiedad de la National Gallery y el otro pertenece al Museo Van Gogh de Ámsterdam. Ambos son considerados piezas únicas.
«Han sido necesarios 65 años para que esto suceda y probablemente no se podrán admirar de nuevo juntos en otros 65», aseguró ayer el comisario de la exposición, Christopher Riopelle. «Estoy seguro de que hay gente en Ámsterdam ahora mismo totalmente enojada porque al visitar el museo se ha encontrado con que los girasoles ya no estaban allí», bromeó.
Entrada gratuita
La Gallery espera una avalancha de visitantes para los próximos meses. No sólo por la singular oportunidad que se ofrece, sino porque la entrada, además, es gratuita. Así que todo aquel que vaya a la sala 46 podrá disfrutar de los dos cuadros. El primero es uno de los cuatro lienzos que Van Gogh realizó para decorar un dormitorio en su «casa amarilla» en Arles, ante la inminente visita de su amigo Paul Gauguin. A su derecha, se encuentra una de las tres copias que el holandés hizo más adelante. La National Gallery compró su versión de «Los girasoles» directamente a la familia del artista en 1924 y, desde entonces, se ha convertido en una de las piezas más valiosas de su colección.
Martin Bailey, autor del libro recientemente publicado «Los Girasoles son míos», señala que poder comparar uno y otro para analizar los cambios que llevó a cabo el artista es una experiencia increíble. Las diferencias son sutiles, pero al mismo tiempo evidentes. La copia, por ejemplo, es un poco más alta porque Van Gogh quería más margen en la parte superior. Las firmas también se realizan en distintos lugares para dar, según los expertos, un mejor equilibrio. Y los colores de la versión de Ámsterdam son más estilizados. Quizá sea botánicamente incorrecto, pero sin duda es más interesante desde el punto de vista artístico. Ella Hendricks, comisaria del Museo Van Gogh, conoce al milímetro cada pieza, pero ayer reconocía que buscar las diferencias fue para ella «una auténtica revelación».