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Premio Planeta

Ayanta Barilli: «No soy la misma mujer después de escribir este libro»

Hija de Fernando Sánchez Dragó, queda finalista con «Un mar violeta oscuro», su primera y ambiciosa novela.

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Hija de Fernando Sánchez Dragó, queda finalista con «Un mar violeta oscuro», su primera y ambiciosa novela.

Cuando era una niña, algunas noches, si estaba en la cama, oía un ruido atronador, como el picoteo nervioso de un alocado animal. No le daba miedo, sabía lo que era, le encantaba. Entonces, feliz, cogía su saco de dormir y se acercaba a la habitación de donde surgía aquel estruendo, el estudio de su padre, Fernando Sánchez Dragó, que tecleaba febril en su máquina de escribir. En ese momento estaba inmerso en «Gárgolis y Habidis: Una historia mágica de España» y la niña se tumbaba a sus pies. «Me quedaba dormida como si aquellas teclas fueran una nana de buenas noches», recuerda. Cuando Sánchez Dragó ganó el Planeta, Barilli le acompañó. Ayer fue el escritor quien le acompañó a ella.

–¿Qué es lo primero que le vino a la cabeza cuando recogió el premio y vio a su padre?

–Es una noche tan loca que te aseguro que no me acuerdo cómo llegué allí. Sobre todo pensé en mi familia, en las personas que ya no están. Ten en cuenta de que a los seis o siete años ya me imaginaba dando un discurso después de recibir el Premio Planeta. Ha sido un sueño.

– La novela nos presenta a tres generaciones de mujeres empezando por su bisabuela.

– Cuando murió mi abuela fui a la funeraria. Primero me preguntaron cómo se llamaba la madre de mi abuela y se lo dije, pero entonces me preguntaron por el nombre de mi bisabuelo y no lo sabía, lo único que conocía eran las terribles historias que contaban sobre él, llamándole Belcebú y así se lo dije a aquel hombre. Me miró con cara de espanto, pero era lo único que sabía de él. A partir de aquí supe que tenía que saber más, debía conocer la historia detrás de aquel desprecio.

– ¿Ha tardado demasiado en atreverse a bucear en la historia de las mujeres de su propia familia?

–Era una historia muy personal y a medida que investigaba y sabía más, a veces me daba la sensación de no querer escarbar. Lo que queda claro es que ha sido un proceso liberador. No soy la misma mujer que empezó a escribir el libro.

–El marco temporal es amplio, de 1860 a la actualidad, con tres generaciones condenadas a repetir sus errores.

– Ese es el aprendizaje por el que pasa la última generación, que descubre el patrón y el perfil de estas mujeres y quiere dar un paso adelante, reaccionar, liberarse de victimismos. Ahora, por ejemplo, sé reconocer ciertos comportamientos, lo que me permite corregirme. Lo importante es que esta historia no sea solo importante para mí, sino que afecte de igual manera al resto de lectores. He reído, he llorado, escribir el libro ha sido una experiencia fascinante.

–¿Se sentía cohibida en algún sentido al tener como padre a un célebre escritor?

–No, al contrario. No he sentido ningún peso. Es más, la escritura parecía salir natural, como si las piezas del puzzle encajasen solas. Mi padre es muy crítico y cuando le envié la novela para saber si le gustaba pasé tres días de infarto. Al final contestó y dijo estar entusiasmado. No sé si hubiese escrito otra línea si me hubiese dicho lo contrario.