Historia

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Bernardo de Gálvez, a la reconquista del público español

Retrato, en agua sobre papel, del mariscal Bernardo de Gálvez, de 1781
Retrato, en agua sobre papel, del mariscal Bernardo de Gálvez, de 1781larazon

Reconocido en Estados Unidos como pieza clave en la Guerra de la Independencia americana, la exposición que luce desde hoy en la Casa de América busca recuperar su honor.

Hace sólo cinco días se publicaba en la sección de Historia de este diario parte de la vida de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, con motivo del 500º aniversario de su fallecimiento en Loja. Uno de esos héroes que se han ido descuidando con el paso del tiempo. Mano derecha de la reina Isabel la Católica en el campo de batalla y gran revolucionario de las técnicas de combate que llevarían a España a una imbatibilidad que duraría más de cien años. Aquel cordobés que en su día lo fue todo, terminó cayendo en un limbo de olvido –cobijo de otros tantos como El propio Cid Campeador, Francisco Javier Mena y Joaquín Vara de Rey– que conviene rescatar en fechas como éstas. Bien se podría comparar la vida de este ideario de los Tercios con la del que será el protagonista de la Casa de América desde hoy hasta la primavera: Bernardo de Gálvez (1746-1786).

Sin ser una cifra tan redonda, se alcanza su 270º cumpleaños –junto al 300º del rey Carlos III y el 240º de la Revolución norteamericana–, excusa más que suficiente para relanzar la trayectoria de este conquistador que dejó buena huella allá donde pisó, principalmente en Estados Unidos y México. Tanto es así que Texas todavía conserva la ciudad que él fundase: Gálvezton –hoy Galveston–. Ejemplo de un recuerdo que, hace ahora un año, llevó al Gobierno americano a colgar en los muros del Capitolio su retrato. Reconocimiento tardío, pero merecido, por su «papel fundamental en la independencia de EE UU», comentaba ayer el capitán Segura, partícipe en el comisariado de la muestra.

Y es que el chovinismo francés, sumado a la Revolución que les pondría a la cabeza de las libertades sólo dos décadas después, borraría buena parte de los quehaceres españoles en aquellas batallas, así como sus nombres. Curioso es que el reconocimiento que se le dio en Norteamérica como «ciudadano honorífico» –título que «sólo tienen otras ocho personas», Churchill y la madre Teresa de Calcuta entre ellos, destacó el comisario de la presentación, el teniente José Manuel Guerrero Acosta– no ha tenido consonancia en su país de origen.

Vuelta del héroe

El de Macharaviaya (Málaga), siempre valorado en ámbitos militares como la figura que fue, no ha trascendido al gran público como debería. Y es por este motivo –coincidiendo con las efemérides citadas– por el que el Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra y la Casa de América –con el patrocinio de Iberdrola– quieren relanzar la «figura del general como uno de los nombres más destacados de la Ilustración» con la exposición «Bernardo de Gálvez y la presencia de España en México y Estados Unidos».

De esta forma, se reúnen un centenar de piezas que van recapitulando la historia de Bernardo de Gálvez a lo largo de sus cuarenta años. De Macharaviaya hasta su muerte en Tacubaya (México), cuando ocupaba el cargo de virrey de la Nueva España. A través de cuatro salas se va guiando al visitante por la España de la segunda mitad del XVIII –una potencia mundial poseedora de inmensos territorios allende los mares–, por la huella dejada por los conquistadores en los dos países protagonistas y las principales campañas en la que se desenvolvió el militar, del norte de África a América. Especialmente en la batalla de Pensacola, crucial para el devenir de la Guerra de la Independencia americana y donde se labró la leyenda del «Yo solo», que terminaría incluyendo en su escudo tras ser nombrado conde por parte de Carlos III. «Yo solo me iré si no hubiera quien me acompañase», dijo De Gálvez. Y con éstas se aventuró con un bergantín por las estrechas aguas de la bahía de Pensacola para testar el terreno y desencallar una batalla de la que terminaría siendo el héroe frente a los británicos, que terminarían derrotados por esa unión hispano-francesa-americana.

Pero la historia del malagueño es la de un hombre que más allá del mundo militar, como puntualizó Guerrero Acosta: «Un español universal, un militar ilustrado y hoy ciudadano de honor de los Estados Unidos. Se merece que el público español conozca algo más de su figura». Misma postura que defendió el académico de la Real Academia de la Historia Hugo O’Donnell el día que se colgó el retrato del militar en el Capitol : «La figura de Bernardo de Gálvez sorprende por su competencia polifacética. En los asuntos militares los resultados pertenecen a las glorias de España y de la nación que ayudó a crear, pero en los de gobierno fueron también notables». Porque si por algo destacó la figura que renace ahora junto a la Plaza de Cibeles es por sus esfuerzos por integrar a todos. No sólo los elementos españoles, que también, sino franceses y angloamericanos, «en al defensa común primero y en todos los demás aspectos después», citaba el duque de Tetuán –O’Donnell– en su artículo de hace un año en LA RAZÓN. Esa comunidad de intereses conjuntos y comprensión de todos se ve reflejada en una de las frases que recoge la exposición en sus paredes: «Los españoles acusan de crueles a los indios: no sé qué opinión tendrán ellos de nosotros. Quizás no será mejor y sí más bien fundada».

Un Washington único

Con la idea de recoger ese espíritu del que fuera nombrado teniente general, la muestra se ha hecho con retratos, documentos, mapas, armas, uniformes y miniaturas que explican a este ilustre personaje. Así, como piezas fetiche, se puede ver el retrato de George Washington –el único de Europa– que conserva la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que enseña con sus detalles las buenas relaciones que existían entre España y Estados Unidos; un ejemplar de la primera edición de la Enciclopedia de la Biblioteca Central Militar –elemento fundamental de la época–; una de las banderas que se capturaron a los británicos en las campañas norteamericanas; el óleo de Augusto Ferrer-Dalmau dedicado a Gálvez, creado para la ocasión; y uno de los mapas originales que se emplearon en la conquista de Pensacola, que ponen a la vista de todos las estrategias empleadas en la histórica batalla.