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Racismo, gentrificación y amenazas terroristas en la comunidad de vecinos: así es la destacable "La caja de cristal"

Asli Özge plantea un interesante y oscuro thriller filosófico sobre las consecuencias de la polarización y el capitalismo en un edificio berlinés
Un fotograma de "La caja de cristal"
Un fotograma de "La caja de cristal"Imdb
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Madrid Creada:

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Impera una nostálgica sensación de equilibrio arquitectónico y sentimental con la memoria desde hace años en la que sus ecos procedentes del pasado nos advierten de algo que ya habíamos pensado antes nosotros y que tiene que ver con el otro y con lo colectivo, que es a lo que se reduce siempre todo: los patios de vecinos de ahora no son como los de antes. La gente no confía de manera absoluta en la persona que vive en la puerta que linda con la suya, no se atreve a pedirle favores personales a sujetos que considera auténticos desconocidos o de los que directamente no sabe ni el nombre, no hay costumbre amasada de compartir rutinas pequeñísimas y secretas nacidas en la calidez de una escalera, ya no pedimos huevos, no necesitamos nunca sal.
Pero siempre hay excepciones. En el patio que vertebra en términos espaciales el cuarto, potente y filosófico largometraje de la cineasta Asli Özge, "La caja de cristal", la vida sucede inicialmente en el perímetro situado dentro de las casas de sus respectivos vecinos. Es fuera donde ocurre el caos, donde ruge la despótica sombra del capitalismo, donde se gentrifica, donde se juzga, donde se señala, donde se desconfía, donde se tiene miedo, donde se muere y se ataca.
Un fotograma de "La caja de cristal"
Un fotograma de "La caja de cristal"Imdb
Una pareja se entrega a la intensidad de los placeres sexuales por la noche con la ventana abierta mientras la vecina de enfrente contempla melancólica la escena al tiempo que apura una calada de su cigarro, una mujer baila agitada con la luz de la mañana entrando en su salón y un hombre se afeita en el quicio de la ventana: todos forman parte del mismo entramado colectivo que supone la vecindad, pero viven instalados en sus respectivas individualidades, absortos en sus vidas imperfectas, hasta que esas vidas se ven inesperadamente modificadas por una alerta policial.
"Como dijo Wim Wenders una vez, todas las películas son políticas, incluso las que no lo parecen. Y esta sin duda también lo es. No me gusta ser explícitamente política en mis obras pero sí mandar mensajes que lo sean y con esta historia necesitaba seguir demostrando que siempre hay cosas que decir sobre las realidades que nos afectan. Las condiciones en las que vivimos hoy en las grandes ciudades, la gentrificación, el racismo tan creciente que nos intoxica, la violencia, la polarización, los juicios de valor... son cosas que me afectan y que necesito expresar en una pantalla", explica en entrevista con LA RAZÓN la cineasta turco-alemana, confirmando que conserva una mirada crítica de finísima observación de la sociedad ya mostrada en varios de sus anteriores trabajos, destacando de manera especial esa realidad escenificada que supuso la generacional "Men on the Bridge".
"Como dijo Wim Wenders una vez, todas las películas son políticas, incluso las que no lo parecen. Y esta sin duda también lo es"Asli Özge
Abrigada con un ritmo de pretendido desconcierto y asfixia narrativa, "La caja de cristal", que se vuelve lo suficientemente cruda, dura y seca a medida que avanza la trama como para intuir la producción de los Hermanos Dardenne, plantea una problemática surgida en pleno patio interior de un céntrico edificio berlinés cuando sus inquilinos, ya de por sí sometidos a una gran tensión por los manejos cuestionables de la inmobiliaria que posee el edificio, se encuentran una mañana encerrados y rodeados por la policía, amenazados por un supuesto aviso de bomba y con el rumor extendiéndose por las paredes que les encierran sobre la posible presencia de un criminal escondido.
Özge subraya que "la gentrificación no solo ha cambiado los espacios, sino también la forma en la que los concebimos. Los dueños de estas inmobiliarias tienen algo muy peligroso, que es el poder. Y en la película esto se ve muy bien. Pones en sus manos tu bienestar, tu derecho a un techo y ello puede convertirte en alguien vulnerable. Creo que en general estamos viviendo un momento en el que predomina la sensación de que casi cualquier cosa puede pasar en cualquier momento, sin aviso previo y en cualquier parte del mundo, incluida la subida de los nacionalismos y su desatado fortalecimiento".
"Los patios de vecinos se han convertido en pequeños microcosmos de nuestras sociedades"Asli Özge
Cuando le preguntamos por la posibilidad de que nos acostumbremos a esa transformación progresiva de las comunidades de vecinos en lugares hostiles la realizadora se muestra reflexiva: "En Berlín concretamente hay una gran variedad cultural en los bloques de edificios. Conviven diferentes religiones y costumbres dentro de un mismo espacio, musulmanes, senegaleses, afganos, turcos y es interesante ver cómo ahora los patios se han convertido en pequeños microcosmos de nuestras sociedades, en universos dentro de universos con sus propias leyes, sus propios códigos", afirma antes de rematar esperanzada: "Pero sigo creyendo en su capacidad como refugio".