Los hermanos Dardenne: “Europa no quiere ver a sus inmigrantes, les da la espalda”
“Tori y Lokita”, ganadora del Premio Especial de la 75ª. Edición del Festival de Cannes, marca un crudo y descarnado regreso de los directores belgas al cine social
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Han podado en todos los jardines que el cine como expresión artística y política les ha permitido regar. Jean-Pierre y Luc, los hermanos Dardenne, lucen con orgullo la etiqueta del cine social en su filmografía con títulos tan relevantes como «La promesa» (1996), con la explotación de inmigrantes como leitmotiv, o «Rosetta», de 1999 y que les valió la Palma de Oro de Cannes por acercarse con pulso firme a las infancias traumáticas. Su cinematográfica tijera, ahora más afilada y hasta más violenta, cruda, en el movimiento, es la que usan en «Tori y Lokita», su nuevo filme y una reflexión descarnada sobre la asimilación cultural como mecanismo de opresión, de dolo contra los extranjeros. Los protagonistas, una joven y un niño llegados a Bélgica desde África, sirven a la pareja de realizadores para desmitificar la paradoja del cine europeo y, en cierto sentido, mirar hacia sí mismos, hacia su sentido de la moralidad y comprender, ya en tesis caótica, que Dardenne también es apellido de colonizador.
-¿De dónde viene la pulsión, la necesidad de contar esta historia? ¿Después de tanto tiempo, de dónde siguen sacando la inspiración para sus películas?
-Luc Dardenne: Teníamos la idea de abordar una historia así, sobre dos hermanos recién llegados a Europa. Leíamos muchos artículos que contaban hechos parecidos, y nos parecía una tragedia terrible. Muchos de esos niños, según los artículos, desaparecían y se creía que caían en manos de la mafia. Del tráfico sexual o incluso tráfico de órganos. Así es como tomó forma el proyecto, en realidad. Cuando empezamos a documentarnos ya en serio, sobre la acogida, los centros y demás, entendimos el perfil psicológico del asunto, que hablaba de niños en una soledad desoladora. Eso despertó en nosotros esa pulsión, sobre la amistad, sobre el tenerse el uno al otro. La amistad es en realidad el motor de la película.
-”Tori y Lokita” lidia de frente con la violencia. Con la sistemática y con la física, quizá en una de sus películas más duras en ese aspecto. ¿Por qué creían necesario, ahora sí, mostrar todo aquello? ¿Cómo deciden qué mostrar y qué no?
-Jean-Pierre Dardenne: Creo que si la película es más violenta es porque, en la vida real, también hay más violencia. Al menos en esas instancias criminales, mafiosas. La gente con la que hemos hablado, los policías e investigadores, nos dicen que hace una década era imposible ser herido por una pistola en Bélgica y ahora están a la orden del día. La violencia es mayor, pero tampoco diría que la película es así por ello. Jamás habíamos mostrado un arma de fuego en nuestras películas, y aquí sentíamos esa necesidad por una cuestión de rabia, de rebelión. Porque esa violencia, criminal, muchas veces viene generada desde la institucional, desde leyes que abandonan a estos jóvenes cuando cumplen la mayoría de edad. Y también tiene que ver con las ansias de mostrar, porque a veces no queremos pensar en la inmigración. Europa no quiere ver a sus inmigrantes, y faltan leyes que respeten la dignidad humana.
-¿Pero no creen que a veces es demasiado fácil mostrar esas imágenes de violencia cuando se trata de inmigrantes? De esa gente que, en los términos de la película, “no es igual” ante los ojos de las leyes o la sociedad...
-J.P.D.: Es difícil, claro. En el momento en el que supimos que nuestra película se iba a acercar a la amistad y no a la traición, sabíamos que tendría que haber obstáculos. Por eso fue difícil dar con el tono, en realidad, de la película. Pero la necesidad de introducir lo violento, lo criminal, viene de la realidad. Si no puedes trabajar y, aún así, necesitas seguir enviando dinero a tu familia, es posible que te veas abocado a aquello que no quiere hacer nadie. Aquí, por ejemplo, la venta de drogas. Es un espacio en el que no hay ley. Así dimos también con esa separación que ocurre en la película, por culpa de los papeles y el aplastamiento del sistema. La administración es extremadamente violenta con esta gente. No le importa nada. Toda la película son reencuentros, superación de esas trabas sociales, sistemáticas o fraternales.
-¿Por qué seguir haciendo cine explícitamente político, comprometido, tras tantos años de carrera? Otros directores, en su situación, optarían por temas más emocionales, cómodos, alejados de la realidad candente...
-L.D.: Diría que, básicamente, es lo nuestro. Esta película comienza siendo una historia de amistad, de cómo dos soledades pueden sobrevivir gracias a ello, pero es el contexto lo que la convierte en denuncia. Es inadmisible que estas cosas sigan pasando. Y, por supuesto, hay decenas de temas, de situaciones de igual desprecio a la dignidad humana. Pero esta nos parecía especialmente dolorosa por tratarse de gente joven, niños, a los que se deja sin ningún tipo de oportunidad. Como si cargaran con una deuda que ellos ni siquiera adquirieron. Había que hacer una película así, que mostrara cómo de fea es esa realidad. Si alguien sale asqueado de nuestra película, hemos cumplido nuestro objetivo, porque así de horrible es. Solo son personas en busca de dignidad, un trabajo, un hogar, no más. Es inadmisible y, como autores, tenemos la responsabilidad de mostrarlo.