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Caraca empieza a ver la luz

Nueve peones junto a un equipo multidisciplinar de arqueólogos trabajan en la que fue antigua ciudad romana que citaron Ptolomeo y Plutarco. La zona, en Driebes, localidad de Guadalajara, presenta ya dos catas a cielo abierto en lo que fue el cardo y el decumano, las dos vías principales de la población.
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Nueve peones junto a un equipo multidisciplinar de arqueólogos trabajan en la que fue antigua ciudad romana que citaron Ptolomeo y Plutarco. La zona, en Driebes, localidad de Guadalajara, presenta ya dos catas a cielo abierto en lo que fue el cardo y el decumano, las dos vías principales de la población.
Subiendo una trocha inclinada entre matorrales y peñascos –la antigua calzada que unía Complutum y Cartago Nova, de hecho–, a pleno sol y lejos de toda población, cualquiera diría que hemos perdido la cabeza. Pero allá arriba, nos dicen, se encuentra la antigua ciudad romana de Caraca, citada por Ptolomeo y Plutarco, equidistante, según el Anónimo de Ravenna, de Complutum y Segóbriga. Este páramo fue antaño transitado y habitado por mercaderes y soldados, ganaderos y agricultores, ciudadanos del Imperio, y antes aun por los beligerantes carpetanos, que vendieron cara su derrota ante las legiones romanas. En algún momento del siglo II d.C, la maleza comenzó a tejerse sobre este lugar habitado desde finales de la Edad del Bronce y el ruido de carros sobre el empedrado cesó para siempre. Un paso más y ya divisamos la explanada de Caraca, con las ruinas de la ermita de la Virgen de la Muela coronando su punto más elevado. Este terreno baldío con vistas al Tajo y a una buena porción de la provincia de Guadalajara fue, un día, un importante nodo de comunicación del mayor Imperio de la Antigüedad. A simple vista cuesta creerlo. Pero lo que hay aquí abajo puede cambiar los libros de historia.
Con ese gusanillo en el estómago de hincarle el diente a un trozo de Hispania ignoto trabajan desde el lunes pasado (y así será a lo largo de un mes) 9 peones y todo un equipo multidisciplinar de expertos encabezado por los arqueólogos de la UNED Emilio Gamo y Javier Fernández. El objetivo es sacar a la luz de este sol inclemente de julio algo que se viene sospechando desde hace 70 años y que empezó a cobrar forma sobre el papel con los estudios con georradar 3D y drones emprendidos hace un año: que bajo este paraje se esconde Caraca, la que sería la primera ciudad romana de Guadalajara de la que tendríamos constancia. «Ese es el objetivo de la excavación: comprobar los datos de prospección. Para ello se han planteado una serie de catas que persiguen ver los aspectos de estratigrafía de la ciudad, la evolución urbana del cerro, excavar parte del foro y comprobar que se trata de una ciudad jurídicamente promocionada durante la época romana», explica Gamo.
Por el momento, Caraca ya presenta dos catas a cielo abierto que hurgan en los que antaño fue el cardo y el decumano, las dos vías principales de toda población romana, que confluyen en el foro. La presencia de éste y de un senado local confirmarían el estatus de esta localidad dentro de la vasta administración del Imperio. Caraca sería así una ciudad de rango medio pero de importancia capital en las vías de comunicación y el comercio de la época. El lapis especularis (o espejuelo, una especie de yeso) y el esparto habrían cimentado el auge mercantil de la zona, así como su ubicación estratégica a los pies del Tajo y en una colina que domina un vasto territorio propicio para la actividad agropecuaria. «Realmente las expectativas de la campaña son buenas –señala Gamo–. Los resultados serán interesantes a nivel científico aunque aún es difícil aventurar conclusiones sobre los restos. Van apareciendo estructuras, pero no podemos aportar todavía ninguna interpretación hasta que las hayamos terminado, porque con la evolución de la excavación puede variar su significado».
Terreno virgen
Hay que llegar hasta abajo y luego recomponer el puzzle de la historia pero el proceso resulta apasionante para el arqueólogo Saúl Martín: «Personalmente es un sueño. Es fantástico poder trabajar en un terreno virgen como éste, empezando de cero. Existen yacimientos cerca de aquí pero se han excavado hace tiempo. Aquí todo es nuevo». Caraca está por hacer, por rehacer. Un sillar, un trozo de cerámica, un hueso devuelven la vida a estas calles atrapadas por el sedimento, explican quienes fueron nuestros «tatarabuelos», por qué habitaron ésta y no la colina de al lado. Es fundamental documentar, fotografiar y catalogar cada indicio. «Un día de excavaciones en el campo se traducen en cuatro o cinco de laboratorio», explica Martín. Y así, entre el trabajo de campo y el estudio pormenorizado, los expertos pretenden certificar que Caraca alcanzó el estatus de ciudad del Imperio. «Existe un acueducto de tres kilómetros del que solo quedan 130 metros, pero esta estructura da la importancia que tenía el núcleo urbano –detalla Gamo–. La excavación se centra en ese núcleo porque deseamos conocer su evolución. Por eso son relevantes las estructuras del foro, que es el centro administrativo de una ciudad romana y porque éstas estaban dirigidas hacia una finalidad. El espacio público en las ciudades romanas es interesante porque aporta la fecha en que es promocionada jurídicamente y por lo que llegó a ser una ciudad romana». A unos seis kilómetros de la localidad de Driebes, por caminos paralelos al Canal de Estremera, picar piedra en pleno verano en esta colina sin sombra alguna, se antoja una tarea desagradable. «Lo que hay que hacer es tomar mucha agua y echarse crema cada dos horas. Lo peor fue un día en que se levantó un siroco tremendo, como si fuese el desierto», explica el arqueólogo David Álvarez.
Dinamizar la zona
Los próximos días auguran temperaturas todavía más altas. «Pero tenemos mucho apoyo de la población local», apunta Martín, a lo que Gamo añade: «Hemos encontrado la disposición de la localidad, del Ayuntamiento de Driebes, de los propietarios y de la Junta de Castilla-La Mancha. Además, la asociación de amigos del Museo de Guadalajara y la asociación de mujeres de Brea del Tajo han apoyado la excavación». Todo el entorno ha vuelto los ojos hacia este enclave desde que se confirmaran las teorías académicas. Muchos ven en Caraca una posibilidad de dinamización turística de la zona. Queda mucho por recorrer pero quizás en un plazo no muy lejano de tiempo este lugar que antes sólo era conocido por la población local pase a ser visitable y permita conocernos mejor sobre el terreno.
Y es que en las eras de Caraca están impresas las huellas de varios milenios de civilización, de incontables generaciones que nos precedieron. Este yacimiento, habitado desde el año 1.000 antes de Cristo, revelaría no sólo el paso de los romanos por Guadalajara sino que contiene valiosa información sobre los carpetanos, el pueblo que habitó esta zona antes de la llegada de los soldados del Imperio. Eso sí, la villa carpetana se halla bajo la urbe romana, que sigue siendo la prioridad de esta campaña y seguramente de las venideras: «A priori no sabemos el estado de la estratigrafía y cómo la superposición de edificios de cada época ha afectado a los restos más antiguos, que son los carpetanos, porque la cimentación romana puede haber afectado. En este momento estamos centrados en la ciudad romana y ver su secuencia es el objetivo de la campaña», precisa Gamo. Por ahora, el signo más evidente de construcción sigue siendo la ermita derruida del siglo XVI, pero Caraca empieza a mostrar su esqueleto a medida que pasan los días. Y Driebes quiere mostrar al mundo la fotografía que aquí se está revelando. Por eso, el próximo día 3 de agosto se celebrará una jornada de puertas abiertas en la zona de prospección, con visitas guiadas para explicar la importancia de los trabajos. Para entonces ya lucirá a cielo abierto la tercera y última cata prevista. «Confiamos en que lo que encontremos se corresponda con lo que vimos con el georradar», concluye Gamo. Hacia finales de agosto, los expertos, una vez evaluados los restos hallados, podrán hacer hablar a las piedras y revelar cómo se gestó, cómo creció, cómo se consolidó y hasta cómo desapareció Caraca. A partir de ese momento comenzarán a cobrar sentido también las referencias de Ptolomeo y Plutarco, quien hablaba de aquellos pobladores localizados al borde del Tajo que vivían «en un grande y elevado monte que tenía muchas cuevas y agujeros vueltos todos hacia Septentrión». Esas palabras, que volvieron a sonar en la zona desde que en 1945 se hallara el tesorillo que se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid, espolearon a Gamo y Fernández en la búsqueda de una ciudad que se daba por perdida. Una urbe que duerme bajo kilómetros cúbicos de sedimento, a pleno sol, para recordarnos el viejo adagio funerario: «Lo que sois fuimos, lo que somos seréis».