Cine realista que se aleja del público
La última cosecha de cine español que ha merecido llegar hasta los Goya se inclina de forma ostensible por historias pequeñas, cotidianas y familiares. comedias, dramas y dramedias de marcado carácter social y psicológico, que buscan la cercanía de la realidad pero se alejan al mismo tiempo de un público que no encuentra en ellas lo que busca cuando entra, cada vez menos, en una sala de cine. Si fijamos la vista en los cinco títulos nominados como mejor película, «Campeones», de Javier Fesser, «Carmen y Lola», de Arantxa Etxebarría, «Entre dos aguas», de Isaki Lacuesta, «Todos lo saben», del iraní Asghar Farhadi y «El reino», de Sorogoyen, lo que, pese a todas sus diferencias, llama poderosamente la atención es su decisivo giro hacia el realismo, en las antípodas de aquellos días de la bestia en los que la estatuilla se la disputaban corazones guerreros, orfanatos fantasmales o violentas historias de cine negro, cada día más lejanos. aunque los géneros invocados vayan de la comedia sentimental con matemática de precisión de campeones hasta prácticamente el documental en el caso de «Entre dos aguas» –secuela de «La leyenda del tiempo»– y «Carmen y Lola», pasando por el jugueteo con el thriller social, tanto a gran escala – «El reino»– como a escala íntima – «Todos lo saben»–, todas pretenden en cierta medida situar al espectador en medio de la realidad o realidades circundantes: desde la problemática de la discapacidad enfocada con humor entrañable hasta el mundo gitano con sus prejuicios. La realidad de una España de parados y marginados, de políticos corruptos, familias con dificultades. melodramas íntimos, conflictos sociales y económicos que se entretejen con otros psicológicos, morales y románticos, también en varios títulos nominados como «Ana de día» –desencantamiento feminista de aquel «belle de jour» de Buñuel que nunca estuvo tan lejos del cine español como ahora–, «Sin fin» –tratamiento intimista del tema del viaje en el tiempo, reducido a mero pretexto instrumental con ínfulas cinéfilas pero más cerca del indi de sundance que de Marker o Resnais–, «Viaje al cuarto de una madre» –cine que se pretende de, y sobre mujeres, pero solo consigue ser para (algunas) mujeres–, «La enfermedad del domingo» –más de lo mismo–, o «Quién te cantará», con la que Carlos Vermut descubre ya su juego almodovariano abandonando sus registros de género y vanguardia, que en realidad fueron siempre un tanto artificiales e impostados. El cine español se escribe otra vez con letra pequeña, disfraza con modos modernistas alambicados el realismo endémico de nuestra cultura, reacia a la imaginación como modo de expresión y comprensión del mundo, logrando alabanzas críticas y premios en festivales. pero aunque pueda parecer –y digo parecer– que se acerca a la realidad, también está, con excepción del chantaje emocional de «Campeones», cada vez más lejos del público. Su aroma a cine «indi» da la impresión de estar pasando de significar independiente a indiferente para la mayoría de los espectadores... y también para algunos críticos, quizá más exigentes.