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Crítica de «Alta costura»: Por amor de Dior ★★★

Otro filme francés de una directora aterriza hoy en la cartelera, pero de muy distintos entrepaños y costuras
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Y otro filme francés de una directora aterriza hoy en la cartelera, pero de muy distintos entrepaños y costuras. Esther (la siempre elegante y contenida Nathalie Baye), modista de la Casa Dior, trabaja en su última colección antes de jubilarse después de 30 años de brillante carrera. Solitaria, obsesiva, diabética aunque se atiborre de caramelos y pastillas para olvidar a su única hija, de la que no sabe nada, conoce después de que le robe el bolso a Jade, una joven de origen árabe altiva y enfadada cuya madre languidece víctima de una depresión contra la que no desea luchar. Porque Jade decide devolvérselo, arrepentida tras ver dentro de él una cruz judía. Esther, y he aquí probablemente la decisión de la realizadora más delicada y cuestionable, se siente entonces inmediatamente atraida por la brava forma de ser de la chica y de buenas a primeras vislumbra en esas manos las de una magistral modista, de ahí que le ofrezca colaborar en la Maison como aprendiza.
Sin embargo, la relación entre ellas comienza siendo pésima: Jade solo ve en ella a una pija burguesa de vida aparentemente plena mientras que Esther no entiende los ataques de rabia de ella, a la que ciertas integrantes del taller maltratan con comentarios racistas. En ese lugar y rodeada de sedas delicadas, de bordados prodigiosos, de ceremoniales y ritos casi decimonónicos, Jade experimenta una transformación y su futuro, abocado al de una chica «del extrarradio parisiense» más, comienza a cobrar sentido. ¿A que lo dicho no les ha sorprendido demasiado? Pues ahí radica el mayor problema del filme, que viene «ya sabido».
Directora: Silvye Ohayon. Guion: S. Ohayon y S. Verheyde. Intérpretes: Nathalie Baye, Lyna Khoudri, Pascale Arbillot, Claude Perron. Francia, 2021. Duración: 100 minutos. Drama.
Lo mejor: Nathalie Baye y la minuciosa recreación del taller de costura, seguro que así existen ya pocos
Lo peor: Que muchos espectadores imaginarán por dónde va a ir la historia desde muy pronto