Patrick Swayze: las luces del galán y las sombras del maltrato
Un día como hoy de 2009 fallecía el icónico protagonista de “Ghost” o “Dirty Dancing” a los 57, a causa de un cáncer pancreático
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El 14 de septiembre de 2009 -se cumplen hoy 13 años-, Patrick Swayze fallecía a los 57 años. Murió demasiado joven, tras una vida repleta de éxitos, pero difícil y atormentada por vivencias y adicciones traumáticas. No obstante, no fueron estos aspectos los que se llevaron su vida, sino que murió por un cáncer pancrático. Supuso un fin trágico para una vida aún más trágica, pues si algo ha trascendido de Swayze ya no son solo sus interpretaciones míticas y sus inolvidables movimientos de cadera en “Dirty Dancing”, sino los problemas que sufrió en su vida personal. El actor, que nació en Houston en 1952, responde a ese perfil de estrella de Hollywood a quien la fama le trae más desgracias que disfrute. Es por ello que, durante su vida, las sombras fueron bastante más alargadas, desgraciadamente, que las luces que le alzaron como mito del cine.
“Patrick contó en privado que su padre le dijo a su madre que se divorciaría de ella si volvía a tocar a su hijo. Después de eso ella no volvió a pegarle más”. Así explicaba la esposa de Swayze, Lisa Niemi, a “People”, algunos de los maltratos que al intérprete le tocó vivir durante su infancia. “Mis padres solo aceptaban un primer puesto, y yo tenía que lograrlo. Pensaba que solo era una máquina, y no sabía si había algo dentro de mí que le pudiera interesar a alguien, así que tenía problemas de autoestima”, declaró el actor en una ocasión. Y era este sufrimiento, esta presión que vivió en casa desde joven y durante su desarrollo, lo que le persiguió de por vida y lo que, con el tiempo, derivó en adicciones y más desgracias.
En un primer momento, el protagonista de “Ghost” intentó evadirse a través del deporte, específicamente del fútbol, pero una lesión de rodilla le obligó a dejarlo. Entre otros aspectos, este accidente le ayudó a fomentar su introspección, lo que le hizo decantarse por el mundo de la interpretación y el espectáculo. Y ahí comenzaría tanto su éxito profesional como su decadencia personal. En términos laborales, su primera gran oportunidad llegó cuando Francis Ford Coppola le seleccionó para “Rebeldes” (1983), película que protagonizó junto a Matt Dillon, Rob Lowe o Tom Cruise. En 1987 llegaría la icónica “Dirty Dancing”, que “fue el vehículo perfecto para Patrick, porque el personaje de Johnny Castle guardaba un tremendo parecido con el Swayze de la vida real. Johnny era masculino, noble, glamuroso, pero sensible y dulce. Todas esas características las comparte con Patrick”, explicó Wendy Leigh, autora de “Patrick Swayze: one last dance”.
El hombre más sexy
A raíz de esta cinta, el intérprete comenzó a solidificar su fama de icono sensual de Hollywood, lo que se consolidó con la irresistible “Ghost” (1990), cinta que le alzó hacia la fama internacional de manera definitiva. De hecho, en 1991, “People” lanzó a Swayze en su portada bajo el título “el hombre vivo más sexy del mundo”, algo que para el actor era secundario, pues nunca quiso ser aclamado por el físico, sino por su talento actoral. Comenzó a sentirse desbordado por el éxito, por lo que decidió refugiarse en el alcohol hasta convertirse en una terrible adicción: “Patrick era el mejor hombre sobre el planeta, a menos que se tomara una copa”, declaró su viuda. Era tal su problema que su matrimonio comenzó a romperse, hasta el punto de que el actor decidió acceder a un tratamiento con tal de salvarlo.
En enero de 2008, el intérprete comenzaba a ver el final de su vida, pues tras sufrir una ictericia le diagnosticaron un cáncer de páncreas. El siguiente paso fue disfrutar del tiempo que le quedara junto a su familia, pero también trabajando en lo que pudiera. De hecho, una vez comenzó a recibir el tratamiento contra el cáncer, Swayze viajó a Chicago para seguir rodando “La Bestia”, serie de 13 episodios que terminaría como su último trabajo. Su biógrafa relata cómo, pese a los dolores que padecía el intérprete, se negó a tomar medicamentos que pudieran disminuir sus dotes interpretativas. En definitiva, lo que permanece y aún trasciende de Swayze, además de su legado cinematográfico, es su actitud de siempre permanecer en activo, de darlo todo por su pasión y sus seres queridos, y nunca dejar que el sufrimiento fuese ni ganador ni impedimento.