“Dirty Dancing”, que pudo interpretar Sarah Jessica Parker, regresa a los cines el 26 de agosto
La película, que fue rechazada cuarenta veces por los estudios y se convirtió en uno de los mayores taquillazos de los ochenta, estuvo a punto de no rodarse por introducir un aborto en la historia. Solo una casualidad evitó que Patrick Swayce se quedara con el papel protagonista.
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¿Quién no ha bailado con su banda sonora y se ha echado a la pista al escuchar los primeros compases de ese hit que es “Time of my Life”? La canción de Bill Medley y Jennifer Warnes ganó, faltaría, el Oscar a Mejor Canción, pero lo que nadie esperaba es que esta producción, que fue rechazada en más de cuarenta ocasiones y por la que nadie daba un duro, se convertiría en un éxito sin paliativos, reventaría las taquillas y dejaría una recaudación de 214 millones de euros (a nadie le extraña que ahora los estudios estén detrás de un remake, aunque de momento es una idea que no sale hacia adelante). Ahora todos los nostálgicos que se emocionaron viéndola y que cada vez que escuchan su banda sonora saltan de las butacas, están de enhorabuena (un estudio, a propósito, asegura que su banda sonora es excelente para el sexo). El 26 de agosto regresa a las pantallas “Dirty Dancing”, el gran éxito de Patrick Swayze y Jennifer Grey. Lo hace en toda clase de versiones para satisfacer al público. En versión doblada, subtitulada y en su formato karaoke para aquellos que no se resisten a cantar las canciones que se han aprendido de memoria.
Este filme, que en la actualidad está considerado por todos como un clásico, estuvo a punto de no rodarse jamás. Era una de esas ideas que circulaban y a la que nadie prestaba suficiente atención. Era lógico. Las mujeres tenían una presencia fundamental en el filme, algo inusual en esos momentos, lo que levantaba suspicacias entre los grandes y desconfiados gerifaltes de los estudios. Estos, además, estaban acostumbrados a apostar por grandes producciones que suponían poco riesgo y dejaban grandes ganancias. Quizá por eso, mostraban un recelo innato hacia una historia que, además, tenía en su eje central un aborto, un tema polémico, que vertebraba la narración, pero que todavía ponía nerviosos a un sector enorme de la población de Estados Unidos. Por no mencionar que su práctica estaba prohibida en la mayoría de los países. Así que el proyecto fue rechazado sin descanso y dando tumbos. No importaba que contara con otros ingredientes que hacían pensar en un triunfo: una gran banda sonora (la pelea por conseguirla debería incluirse en el Libro Guinness de los récords mundiales), el tortuoso amor de Frances Houseman y Johnny Castle y una época que en la memoria de todos apelaba a la melancolía: los fantásticos sesenta. Nada sirvió hasta que la cinta encontró a unos padrinos inesperados que creían en sus posibilidades.
Los grandes salvadores de esta idea fueron los propietarios de una distribuidora de cintas VHS. En aquellos años ochenta, el vídeo irrumpía con fuerza en los hogares, como reflejan algunas películas actuales que evocan la década, como “Super 8″, de J. J. Abrams. Los grandes ejecutivos de Hollywood no veían ningún negocio en ese subproducto. Y se equivocaron. Una de esas distribuidoras era Vestron Video. En aquel momento, las películas y cintas que se difundían en este circuito eran, sobre todo, pornográficas y subproductos de cine B, que también ha dado sus clásicos, todo sea dicho, y que todavía dan alguna que otra sorpresa. Sus propietarios accedieron el guión, les gustó, vieron una oportunidad y se lanzaron.
El problema de los papeles protagonistas
Con un pequeño presupuesto comenzó la selección de los actores. Hubo algunas reticencias hacia Jennifer Grey, que no sabía bailar. La mejor postulada en un primer momento era la actriz Sarah Jessica Parker. Pero la primera obtuvo ventaja de lo que, en un principio, suponía una desventaja. La cinta iba de una muchacha que va de veraneo con sus padres. Conoce a un grupo de personas y decide aprender a bailar. Los responsables de la elección llegaron a la conclusión de que, precisamente por eso, Jennifer Grey era la adecuada. Y la actriz cumplió. Según avanza el metraje, ella aprendió a desenvolverse con los ritmos.
Lo que tiene más retranca o delito es lo de su compañero. El casting estaba cerrado y había otro actor elegido para encarnar al rebelde y encantador Johnny Castle. Aunque Patrick Swayze gustaba desde el principio a los responsables del filme, no había nada más que leer sus méritos para darse cuenta de que no tenía ni idea de lo que era una pista de baile. O eso creían.
Pero, el director de “Dirty Dancing”, Emile Ardolino, que también dirigió “Siste Act” (1992), se dio cuenta de que Patrick Swayze había falsificado su currículum. Pero no como la mayoría de las personas hacen, vamos, añadiendo virtudes y agrandando grados universitarios, sino al contrario, restándoselos. Había recortado méritos por los que cualquiera pagaría y disminuía el talento que poseía y que prefería que todos ignoraran. Emile Ardolino era coreógrafo y había rodado un documental, “He Makes Me Feel Like Dancin’” (1983), que había triunfado en la ceremonia de los Oscar. Estaba muy relacionado con el mundo de la danza y ese apellido... le sonaba. De hecho, reparó en que conocía a su madre, una célebre bailarina, y enseguida recordó que él también era un bailarín excelente.
¿Por qué Patrick Swayze ocultó que sabía bailar? Existían dos motivos. El primero es que deseaba convertirse en un actor celebrado por sus interpretaciones y no por su manera de desplazarse por el parqué de los bailes. No quería que lo eligieran para esta clase de filmes. Creía que eso podía limitar su carrera y que lo encajaría en unos papeles que prefería evitar. El otro es más comprensible. Arrastraba una grave lesión en una de las rodillas y cada vez que hacía sobreesfuerzos le dolía. Aunque al final aceptó la oferta del director, sus temores terminaron encarnándose en la escena final de la cinta. En el último baile debía dar un salto. Resultaba excesivo incluso para él. Lo repitió siete y ocho veces. Entonces, confesó: “Una vez más. Si no sale, abandono”. Esa toma es la que todos los espectadores ven hoy en día.
Una de las razones de que la película funcionara fue la química entre Patrick Swayze y Jennifer Grey. Pocos conocen que, en cuanto ella se enteró quién era su compañero de reparto, decidió abandonar el set y marcharse. Se negó a trabajar a su lado. Los dos habían coincidido con anterioridad en una película. Los dos, por lo visto, habían acabado bastante mal. Patrick Swayze decidió mantener una conversación con ella para evitar más retrasos. Ella salió llorando en el camerino, pero los dos se habían reconciliado. Esta tensión entre ambos se palpa en “Dirty Dancing”. También es posible identificar cómo su desconfianza va diluyéndose según avanza la historia. Lo mejor que podía suceder para los personajes que interpretaban, que de odiarse pasaron a enamorarse.