Carmen Machi y Javier Gutiérrez atrapados en el tiempo: “En los años 80 sí que hubo una explosión de libertad”
Ambos protagonizan la nueva comedia dramática de Nacho G. Velilla, “Mañana es hoy”, en donde se ponen de manifiesto los contrastes sociales entre los años noventa y el presente
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Más de treinta años separan nuestro convulso y desasosegado presente de la década de los noventa en España, ese periodo salpicado de tópicos fundacionales del Estado del bienestar y de hitos culturales tan representativos en términos generacionales que ahora se relatan –desde el plano cinematográfico y literario– como objeto de consumo nostálgico. Los videoclubs, los Juegos Olímpicos, el proceso de revelado de las fotos, “La pajarería de Transilvania” amenizando los desayunos de los más pequeños, riadas de jóvenes colonizando las carreteras de la Ruta del Bakalao o la Guerra del Golfo abriendo telediarios.
En esta ocasión, el director Nacho G. Velilla, sirviéndose de inspiraciones futuristas y lindando con elementos audiovisuales de la ciencia ficción ha sido el encargado de proponer un viaje en el tiempo –o varios de ida y vuelta– a esta época que no suena tan lejana como indican las cifras, de la mano de la familia Gaspar en “Mañana es hoy”, su nueva película disponible en la plataforma Amazon Prime. Carmen Machi y Javier Gutiérrez encarnan al matrimonio que lidera este peculiar núcleo completado con dos hijos adolescentes, uno de los cuales (Asier Rikarte) es sorprendido junto a sus padres, subidos en un patinete de pedales en mitad del mar durante las vacaciones de verano, por una tormenta eléctrica que les transporta al 2022 de forma directa. A todos menos a Lucía, la hija con el carácter más marcado interpretado por Carla Díaz que se queda en tierra firme con su novio después de tener una bronca discusión con su padre, hombre de firmes convicciones tradicionales y ademanes machistas prototípicos de la época.
“Esta película invita a la reflexión, a pensar en cómo hemos cambiado como sociedad en tan poco tiempo. Han pasado casi cuarenta años y resulta increíble ver lo rápido que ha avanzado todo. Eso es algo muy interesante. Fíjate en esta pareja de mediana edad interpretada por Carmen y por mí, padres de familia en aquella época, lo desubicados que están en 2022 en todas las cuestiones. Pero es que claro, la vida ha ido demasiado rápido para una persona de mediana edad de aquella época y me da la sensación de que esto es un no parar, de que la bola empezó a rodar hace mucho y ya vamos cuesta abajo y sin frenos”, señala Javier Gutiérrez en relajada conversación con el periódico.
Una de las voces interpretativas masculinas más sólidas de nuestra cinematografía, que viene de estrenar “Modelo 77″, reconoce haber cogido esta propuesta, en la que puede agarrarse a lo cómico para construir algunas de las aristas del personaje, con ganas, ya que “me apetecía mucho reencontrarme con Nacho y especialmente con Carmen, que es la tercera vez ya que trabajo y además tenemos una relación de amistad. Últimamente le concedo mucha más importancia a las personas con las que emprendo los viajes profesionales porque muchas veces es una invitación directa a que uno se suba o baje del barco. Y en este sentido invitaba mucho todo a hacer lo primero. Venía de hacer en cine más drama, más thriller y había dejado un poco de lado la comedia y en este sentido tenía ganas de pillar un trabajo así”.
Los contrastes ampliamente subrayados entre épocas y los conatos de nostalgia se suceden en una historia que se acomoda en el humor para contar el drama desde un lugar intermedio y plantea cuestiones como las que ya vislumbró musicalmente Presuntos Implicados, pero, ¿tanto hemos cambiado?: “Para mi gusto la velocidad a la que vamos es demasiado rápida. A mí no me da tiempo a adaptarme y ser consciente de los nuevos avances. En ese sentido yo me siento muchas veces igual de desubicado que el personaje que interpreto: unas veces porque no llego y otras porque directamente no me interesa. Muchas veces como parte integrante de la sociedad y también como individuo me siento estafado en este sentido, siento que nos han manipulado, que esto de las redes sociales y esa supuesta libertad de expresión de la que gozamos gracias a ellas no es verdad. En los años ochenta por ejemplo, creo que sí que hubo una explosión de libertad, era tofo distinto porque en este país estábamos saliendo de un túnel muy oscuro de cuarenta años de dictadura y de repente creatividad a todos los niveles, ganas de vivir, de abrir la ventana y respirar. Ahora en cambio yo creo que pasa precisamente lo contrario, que nos están sometiendo a una especie de anestesia colectiva y cada vez nos parecemos más a un rebaño. Yo me resisto a tener redes sociales, pero las tengo porque soy consciente de que estás fuera de onda si optas por lo contrario. Me reconozco un poco del pleistoceno en ese aspecto”, aduce el actor.
Y añade: “Soy un tío muy hiperactivo y reconozco que muchas veces me faltan horas hasta el punto de robarle horas al sueño y al descanso para poder vivir todo lo que necesito en el día a día. Siento una absoluta nostalgia y añoranza del pasado, por lo que te decía antes. Creo que el hecho de socializar alrededor de una botella de vino con los amigos, de ligar en la barra de un bar, de conocer a la gente, de disfrutar de un libro, del paso del tiempo de forma... cada vez se torna más complicado y siento nostalgia de eso. Somos animales sociales, necesitamos el contacto con el otro y nos han arrinconado, cada vez más, a una sociedad egoísta en la que prima la soledad. No es baladí que haya cada vez más problemas relacionados con la salud mental (cosa que por fortuna se habla cada vez más y mejor) porque hemos perdido el contacto con el otro. Si tuviera 18 años lo mismo lo vería todo de otro color, pero ahora mismo y con esta edad, aunque siento estar sonando tan pesimista, es como interpreto las cosas. Tiendo a ser escéptico”, reconoce el ganador de dos Goya oriundo de Luanco.
El arquetipo del matrimonio Gaspar, responde al clásico binomio familiar noventero en donde el hombre ordenaba y mandaba, además de ser el sostén económico y la mujer cuidaba, templaba y mantenía la armonía estructural actuando en la sombra. De esta forma, Carmen Machi, que apura incombustible y arrolladora un sorbo de vino sentada al lado de su compañero, se mete de lleno en el debate social sobre los cambios que se han producido en el rol desempeñado activamente por la mujer y que se pueden apreciar en la actualidad: “Hay mujeres de 50 años que han estado toda su vida sometidas y en este caso, a mi personaje le cuesta decirlo pero al final da el golpe en la mesa. Aunque claro, no lo da en los 90 porque sería atípico, raro, lo da ahora en el 2022, que es cuando se han empezado a poder decir las cosas. Han cambiado mucho las cosas en este sentido incluso en nuestro ámbito del teatro por ejemplo. Ha habido denuncias por comportamientos de directores a actrices porque cosas que antes se vivían con una normalidad aplastante y que yo misma he vivido también, ahora se consideran intolerables y están catalogadas como agresión o abuso”.
Aunque matiza: “Durante unos ensayos en teatro es normal que te toquen la cintura o la espalda, pertenecemos a una profesión en la que prima el contacto físico y en ese sentido hay cosas con las que no estoy de acuerdo. No tienes que pensar que porque alguien se acerque físicamente a ti lo hace para incomodarte, entre bambalinas hay mucho movimiento. Antes por ejemplo no existían los coordinadores de escenas sexuales en el cine o al menos yo nunca trabajé con uno y eso me parece muy bien. Pero hay mucha información equívoca a veces que corta la libertad en todos los sentidos. Yo siempre parto de la base de que hay que confiar en el humano. Hay una vía denominada “hot line” dentro de algunos códigos para que trabajemos los actores en donde tú puedes denunciar por acoso a alguien que te está mirando durante más de 12 segundos, no puedes llamar a nadie cariño y demás. Eso me parece un poco raro. De todas formas, hay que confiar en el ser humano que tienes al lado”, comenta la actriz antes de que Gutiérrez apostille: “Es como lo que hablábamos antes, yo he presenciado en el colegio al que iba de pequeño, con ocho años, cómo tíos adultos, hechos y derechos, daban bofetadas con la mano abierta. Y tú llegabas a tu casa y no podías decirlo porque te deban otra. A día de hoy eso sería impensable, los padres se personan en el colegio y en la comisaria y ponen una denuncia. En ese sentido sí que hemos avanzado mucho positivamente como sociedad y también por supuesto en el terreno de los derechos de la mujer”.
Cuando preguntamos a Machi por su relación con el tiempo, cuya medida puede evaluarse a través de las veces que estamos o no junto al ser amado como decía Borges en aquel poema de “El amenazado” (”... estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”), la extraordinaria y poliédrica actriz nos habla de su reconciliación con él como mujer: “Ahora soy menos arrepentida, pero he pasado una época de arrepentimiento continuo por absolutamente todo, algo que tiene que ver con un paso en la edad en donde empiezas a echar de menos. Hubo un momento de mi vida en el que no podía soportar que pasara el tiempo, porque de daba la sensación de que perdía tantas cosas... ya no la juventud, sino momentos felices que vivía y lugares a los que te llevaban esos instantes y me generaba mucha nostalgia ver cómo eso se estaba terminando. Ya verás como es así. Es algo raro y acentuado en las mujeres, porque a nivel hormonal vivimos una revolución mucho más fuerte que la de los hombres y de repente empiezas a dejar cosas atrás y dices “¡nooooooo!” -enfatiza divertida-, y sí pasa. Pero de pronto dices se acabo. Mira, por nada del mundo quiero yo volver a esto, a esto, a esto y a esto. Te empiezas a serenar, a aceptar el tiempo, lo valoras”, añade. “Cuando eres más joven estás deseando cumplir años y cuando empiezas a tener veintitantos y ves de cerca los treinta te arrepientes y dices uy no, esto ya no me gusta. Te entra pánico. Pero después, de los 40 a los 50 la mujer está en su plenitud, es una década increíble y a partir de los cincuenta ya es otra etapa porque no sabes cómo te tienes que vestir, hasta que un día dices, y con perdón, pues me suda todo el coño. Que esto es lo que hay y qué alegría. Hay que vivir el aquí y el ahora”, remata entre risas.