Cine

Russian Red cambia el micro por la gran pantalla: “cuando me fui, lo hice muy enamorada de Madrid”

La cantante da el salto a la interpretación protagonizando “Ramona”, la ópera prima de Andrea Bagney en donde da vida a una suerte de Frances Ha madrileña con dudas generacionales sobre su deriva como actriz y como mujer

Lourdes Hernández en una escena de "Ramona"
Lourdes Hernández en una escena de "Ramona"ImdbImdb

Con la limitación de un presupuesto bajo que actúa como síntoma inequívoco de lo que significa el verdadero cine independiente y la proeza de haber llevado el brillo interpretativo de Lourdes Hernández a la proyección de una pantalla –musa indie que dejó de responder hace años al nombre artístico y musical de Russian Red con el que se hizo conocida–, la directora Andrea Bagney dirige, escribe y produce –solo le faltó protagonizarla– “Ramona”. Un bautismo cinematográfico que bebe intencionalmente de referencias localistas tan evidentes como las de Jonás Trueba o tan autorales como las de Noah Baumbach para configurar una historia en blanco y negro, rodada en el clásico formato de 16 mm, que recorre la cotidianidad de una actriz treintañera instalada en el madrileño barrio de Lavapiés y cuya relación sentimental con su pareja, a quien da vida un habitual en el cine precisamente de Trueba como Francesco Carril, empieza a tambalearse tras un encuentro casual en un bar con Bruno, un cineasta que, sin que ella tenga conocimiento previo, será el encargado, en uno de esos juegos de azar que perversamente lanza a veces el destino, de dirigir la película a cuyo casting se presentará la propia Ramona al día siguiente para protagonizarla.

Lourdes Hernández en una escena de "Ramona"
Lourdes Hernández en una escena de "Ramona"José SenoranJosé Senoran

Cuenta Bagney que lo suyo con Lourdes se asemeja al proceso que vive Ramona con Bruno: “Necesitaba una Ramona que fuera Diane Keaton, alguien del que todo el mundo se enamorara. Y me tenía que enamorar yo la primera. Y después de verme infinidad de vídeos de actrices y no encontrar nada, ocurre lo siguiente: yo escuchaba alguna canción de Russian Red pero no sabía ni quién era. YouTube me sugirió entonces un vídeo donde aparecía ella y me enamoré, empecé a empaparme de su historia y vi que vivía en Los Ángeles y que quería ser actriz. Le mandé el guion a través de mi amiga y compositora Zeltia Montes (autora de, entre otras, la banda sonora de “El buen patrón”) y enseguida dijo que sí al proyecto”, indica la directora acerca del descubrimiento y posterior elección de la cantante como protagonista.

El hecho de que no se trate de una narración biográfica de la cantante no impide sin embargo que las similitudes entre el personaje y la persona sean muchas, hasta el punto de que Ramona pueda leerse, en palabras de la propia intérprete, como “el reflejo de lo que podría haber sido mi vida si me hubiera quedado en Madrid”. Lourdes Hernández llevaba desde 2013, año en el que grabó su tercer disco de estudio, “Agent Cooper” (de los cuatro que tiene publicados) instalada en Los Ángeles, esa ciudad en donde según Woody Allen durante los setenta guardaban la basura y la convertían en programas de televisión.

Allí creó su propia red de seguridad junto a Zack Leigh, su marido y también músico con el que compró una antigua iglesia de 1905 que reformaron y transformaron en sala de eventos pero también en vivienda. Su espíritu multidisciplinar en términos creativos ha provocado que, a pesar de que la música fuera la herramienta principal con la que comenzó a proyectar su ráfaga de luz artística, siempre esté orbitando y probando con diferentes retos profesionales relacionados con la moda, la fotografía, la pintura, la escritura y ahora, el cine, área sobre la que conversamos con tiempo cobijadas en el interior de la cafetería Ocho y Medio, resguardándonos del frío y el ruido de una ciudad atropellada y viva a la que Lourdes estaba deseando volver.

¿Dirías que cantar y actuar son ejercicios artísticos que se parecen en algo?

Mira, diría que sí, que el acto de cantar y el de interpretar sí se parecen mucho porque estás canalizando emociones. Yo por lo menos, cuando canto, me coloco en el lugar de la emoción. Entonces cuando haces un personaje y tienes que hacer una escena determinada, te instalas también en una emoción determinada así que en ese sentido sí te diría que siento que tienen mucho que ver. Eso sí, hacer una canción e interpretar un personaje son cosas muy diferentes, eso sí. Pero creo que cantar y actuar sí.

¿Cuándo empezó a latirte el nervio de la interpretación?

Me acuerdo perfectamente del momento. Yo ya estaba viviendo en Los Ángeles y me fui como unos meses a Nueva York yo sola a vivir literalmente en un zulo sin ventana. Pero en el fondo estaba muy feliz porque yo siempre había querido pasar una temporada viviendo allí. Yo ya había dejado de cantar y estaba pensando esos días en cómo iban a fluir las cosas a partir de ese momento, qué era lo siguiente en la vida porque no tenía ni idea, (hasta ese momento no había sido otra cosa que no hubiera sido cantante) y de repente ya tenía como una edad ¿sabes? y recuerdo que una noche me acosté como con una sensación brutal de seguridad en la vida y sentí en ese momento que lo próximo que iba a venir estaría relacionado con la interpretación, con actuar, con ser actriz. Al mismo tiempo pensaba que no tenía ni idea de cómo ponerme con eso, que se me hacía un mundo ponerme a dar clases, a iniciarlo, pero en mi fuero interno sabía que era algo que vivía en mí.

¿Catalogarías el encuentro con Andrea de flechazo?

Totalmente. Fue un absoluto flechazo, que es en realidad el único lugar desde el que actúo si no no me puedo conectar con las cosas que hago. Ella me mandó el guión y enseguida me gustó muchísimo, me pareció que hablaba de cómo podría haber sido mi vida si no hubiera sido Russian Red, que al final también eso sería como decir si no hubiera sido yo, porque no cabía que no lo fuera. Pero si no hubiera habido un componente en mi vida que despertara la música en mí, hubiera sido Ramona. Y me gustó mucho vivirme esa vida a través de la peli de Andrea, de hecho me parecían muy fuertes algunas de las coincidencias que había en el texto en relación con mi vida como lo de haber estudiado Traducción por ejemplo. Y luego ya, cuando la vi, dije “pero esta chica qué energía tiene, qué profundidad”, encima la conocí con el pelo rapado y al mismo tiempo con esta pinta como de aristócrata que tiene. ¡Quién es esta mujer por dios!

Un fotograma de "Ramona"
Un fotograma de "Ramona"ImdbImdb

¿Te has sentido alguna vez en esa especie de dicotomía emocional en la que se encuentra Ramona en un momento determinado de la película donde es incapaz de abandonar a alguien que la quiere pero a quien ella ya ha dejado de querer?

Siento que yo estoy en esa tesitura de manera crónica. Pero por otro lado, menos mal. Porque me inspira mucho esa dicotomía y no porque haya dejado de querer sino porque yo creo que forma parte de los procesos del amor verdadero. No estamos todo el rato sumergidos de lleno en la vibración del amor, porque entonces necesitaríamos tener cuerpo. Pero sí que siento ya te digo, que estoy en esa dicotomía como de manera crónica, pero ya no solo con las parejas ojo, sino con todo. Me cuesta dejar ir.

¿Se puede seguir encontrando el amor en la barra de un bar?

Ay yo creo que sí. Es mucho menos frecuente porque estamos pegados a las pantallas y a veces no nos damos cuenta ni de la persona que tenemos sentada al lado, pero sí que se puede seguir conociendo a gente de manera orgánica en un bar, en la calle. El consumismo masivo de las apps para conocer gente yo creo por ejemplo que está ahora en un momento más relajado, la gente está un poco cansada de eso, no todo el mundo las termina de usar, hay peña que entra y sale. Creo que hubo como un boom en su momento de este tipo de herramientas: en mi caso nunca formé parte de ello porque justo cuando explotó todo esto yo empezaba con mi chico (risas) ni tengo ahora tampoco. Pero vamos, lo veía en gente de mi alrededor y me parecía divertido.

¿Ha cambiado tu percepción de Madrid después de tantos años? ¿Tenías cuentas pendientes con la ciudad?

Mi familia regentaba un restaurante en la calle Zaragoza, que da justo a la Plaza Mayor y yo no me puedo sentir más madrileña. Siempre me ha encantado Madrid, me he sentido muy conectada con mi ciudad. Cuando me fui lo hice muy enamorada de Madrid y no me fui porque sintiera que ya no la quería o porque tuviera la culpa de nada, sino porque quería ver el mundo. Madrid al final también es un pueblo, en el mejor sentido tradicional de la palabra y yo soy muy expansiva, me apetecía vivir en otro sitio, conocer gente con otra cultura, otro sistema. Pero la vuelta ha sido apoteósica, estoy muy muy conectada con mi vuelta, con gente más joven que está haciendo cosas interesantes aquí, que me están redescubriendo Madrid. Mi enamoramiento fundamental ahora mismo es con mi ciudad. Estoy pasando la mitad del año aquí y la mitad en Los Ángeles ahora mismo, alternando.

Recientemente leí en una entrevista que concediste para la revista Vogue que la relación con tu madre había sido ciertamente compleja y dolorosa y que de hecho era uno de los motivos principales que te empujaron a irte a Estados Unidos. Y es curioso, porque el personaje de Ramona está muy condicionado en la cinta por la ausencia precisamente de relaciones familiares dada su orfandad... ¿Hasta qué punto nos definen, nos conforman, nos moldean las relaciones que mantenemos con nuestros padres?

A ver, las relaciones familiares nos condicionan, por supuesto, venimos como con una esencia a la vida y crecemos en un entorno determinado, con unos referentes concretos, que van modulando esa esencia, redireccionándola de algún modo. Entonces claro, en el caso de mi madre era complicado, porque las dos teníamos una esencia súper parecía pero yo veía cómo la había gestionado ella, dada su condición y su contexto y a mí me daba mucho miedo vivir mi esencia. Siento que desde que di esa entrevista en Vogue como que me ritualicé, hablar de ello me ha servido para entender que ya podía dejar atrás el peso de este condicionamiento tan grande que había tenido la figura de mi madre en mi vida para poder dar rienda suelta a quien verdaderamente soy, que en realidad, tiene mucho que ver con ella. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Nos condiciona una cosa que creemos que no somos, pero al final cuando reconocemos que somos entonces, ¿dejamos de estar condicionados? Da igual porque cuando te liberas de ello, deja de tener importancia si hay un condicionamiento o no porque abrazas lo que eres. Uy, me he puesto muy abstracta. Siento que me tuve que apartar para que la relación con mi madre no me definiera de manera absoluta y para darme cuenta que afortunadamente soy muchas más cosas.

Las referencias cinematográficas de las que bebe Andrea están bastante claras en “Ramona”, pero me gustaría saber cuáles son las tuyas. ¿Qué películas has disfrutado a lo largo de tu vida lo suficiente como para tener ganas de interpretarlas?

Qué guay, sí. Pues no sé por qué últimamente Andrea y yo hemos estado hablando de “Harold y Maude”, porque ella no la había visto nunca y no sé por qué, yo la vi con 18 años y creo que fue la primera película que al verla pensé “un momento, qué oportunidad para contar arquetipos y formas de relacionarse diferentes de las que llevo consumiendo desde que soy pequeña”. En mi familia nadie era cinéfilo y el cine que yo veía eran las películas de la tele y ya más entrada en el instituto sí recuerdo ir con alguna amiga a ver la primera peli de Noah Baumbach y nos volaba la cabeza. Pero ya te digo que con “Harold y Maude” concretamente, recuerdo mucho la conexión que sentí con la mujer a pesar de yo tener 18 en ese momento. “Soy ella”, dije. Y en esa conexión como transgeneracional tan heavy que viví durante la peli siento que entendí lo que el cine podía significar a nivel profundo. Vivir ficciones y aportar relatos al imaginario colectivo para que la gente pudiera identificarse con arquetipos.

Una escena de "Ramona"
Una escena de "Ramona"ImdbImdb

¿Has logrado reconciliarte con Russian Red?

Sin duda, pero nunca he llegado a estar realmente enfadada con ella yo creo. No siento que haya tenido que perdonarla, con el tiempo me he sentido como un poquito orgullosa de todo lo que viví. Ser tan joven y manejar emociones tan bestias, colocarte en un sitio tan vulnerable, hacer estas canciones que son tan íntimas y compartirlas y ser tú misma todo el rato me parece una cosa en el fondo muy difícil de hacer y ahora me siento separada de ella porque me encuentro en otro momento vital y Russian Red ya no existe, ya no está, forma parte de algo que sucedió y no me veo subiéndome en un escenario a cantar “Cigarettes”, yo ya no estoy ahí, no tengo la necesidad de experimentarlo de nuevo ni de comercializarlo. Eso de que nos debemos a nuestros fans es una falacia, si hay gente a la que le gusta mi trabajo le gustará lo que yo haga de ahora en adelante y las canciones que hice quedan ahí para que las escuche quien quiera. Siento que más que reconciliarme, lo que he hecho con Russian Red ha sido redimensionar el valor que tiene para mí haber sido esa persona y exponiéndose de una forma determinada y capeando las situaciones que le venían de la mejor manera que podía y sacando sobre todo, como dice mi chico siempre, éxito del fracaso.

¿Cómo te relacionas con la nostalgia?

No sé dónde empieza y dónde acaba. Yo estoy nostálgica ya de esta entrevista, de este momento de mi vida. Vivo en la nostalgia todo el rato.