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Apagón

«Blackout»: placentero terror a la oscuridad

Películas y series han fantaseado, con mayor o menor acierto, con la distopía de un mundo desconectado, donde las tinieblas se imponen a la luz

La actriz Patricia López Arnaiz protagoniza uno de los capítulos de la serie 'Apagón'
La actriz Patricia López Arnaiz protagoniza uno de los capítulos de la serie 'Apagón'Movistar

En el principio fue la literatura. Mucho antes del desarrollo tecnológico, digital y audiovisual, la palabra ya nos contó relatos sobre mundos futuros, alternativos, o paralelos, catastróficos o no. La ciencia-ficción, ya fuese en el sentido utópico o distópico, e incluso ucrónico –el paradigma de esta alteración del pasado es la novela «El hombre en el castillo», de Philip K. Dick–, ha ido siempre a la vanguardia de la realidad, aventurando posibilidades, gracias a imaginaciones extraordinarias como las de Julio Verne, H.G. Wells o Ray Bradbury.

Por supuesto, que este corpus argumental, este género, ha alimentado al cine prácticamente desde sus inicios. Pero si hablamos de la catástrofe audiovisual, y más concretamente del subgénero «apagones», son las series de televisión las que se llevan la palma. Si «Black Mirror» es la gran distopía de nuestro tiempo –quizás lo más inquietante del terrible y sutil universo creado por Charlie Brooker es la cercanía a nuestra realidad–, series como la francesa «El colapso» (2019), la alemana «Blackout» (2021) o la española «Apagón» (2022) han planteado con agudeza los problemas sociales, económicos, sanitarios, políticos y morales derivados de un inquietante mundo desconectado, sin energía.

Esta última, la miniserie de Movistar «Apagón», adaptación del podcast «El gran apagón», está compuesta por cinco capítulos independientes –cada uno está dirigido por un cineasta de prestigio: de Rodrigo Sorogoyen a Alberto Rodríguez– cobra mayor sentido siguiendo las fases de la vivencia humana –una suerte de duelo tenebroso– frente al colapso energético, enunciadas en el título de cada episodio: «Negación», «Emergencia», «Confrontación», «Supervivencia» y «Equilibrio».

La sinopsis de «Apagón» es que una tormenta solar impacta en la Tierra causando un apagón generalizado. En esta nueva realidad se desarrollan cinco historias, con personajes que luchan por adaptarse a un mundo sin electricidad, ni telecomunicaciones, ni medios de transporte, en el que tienen que enfrentarse a sus necesidades, instintos y miedos más básicos.

Más recientemente, el pasado mes de febrero, se estrenó en Netflix «Día Cero», una miniserie protagonizada por Robert de Niro, quien, en el papel de George Mullen, un aclamado expresidente de los Estados Unidos, tras un ciberataque devastador, le encomiendan la misión de encabezar un comité de emergencia para intentar descubrir a sus autores. A la hora de dar con los ciberdelincuentes, surge una gran pregunta: ¿la amenaza proviene de una potencia extranjera o de un enemigo interno?

Asignatura pendiente del cine

Para la gran pantalla, por su parte, se han realizado cientos y cientos de cintas apocalípticas. Encontramos títulos del género para aburrir: las hay más logradas –como «Soy leyenda», la saga de «El planeta de los simios» o «La carretera», basada en la novela homónima de Cormac McCarthy–, pasables o entretenidas –como aquella de «2012»– y, por supuesto, infumables: que son las más abundantes. Es acordarme de «Waterworld» y echar mano del Ventolín aunque no tenga asma.

En un apartado específico, hecho para su exclusividad, cabría situar a «Don’t look up», aquel excéntrico y «viral» filme de Netflix, dirigido por Adam McKay y protagonizado por Leonardo Di Caprio y Jenifer Lawrence, donde una vez más se evidencia la estupidez de la raza humana, que mira al dedo que señala a la luna, o a la aplicación del tiempo en vez de al cielo. ´

Esta meteórica distopía relata la gira mediática que emprenden dos astrónomos para avisar a la humanidad de un cometa que va a impactar con la Tierra. ¿Cuál es la respuesta de un mundo apático? «¡Bah!».

Sin embargo, resulta un ejercicio curioso intentar recordar alguna película que trate directamente o que se enfoque en la pérdida del suministro eléctrico, en la desconexión energética. Probablemente, a bote pronto, ningún título venga súbitamente a la cabeza, y es porque no hay ninguna cinta sobre esta variedad apocalíptica realmente reseñable. Es una asignatura pendiente del cine. Puede que el episodio vivido el lunes, pese a su brevedad, sirva de inspiración a los creadores, como ya lo fue la pandemia de la Covid-19.

Bien es verdad, que desde medio siglo atrás –lógicamente, cuanto más al pasado nos remitamos menor va a ser la dependencia eléctrica y, por tanto, mayor la despreocupación por una desconexión– se vienen rodando películas cuya trama gira en torno al apagón energético, a la pérdida de la luz, con el correspondiente reinado de la oscuridad. Ahí está «Apagón en Nueva York», estrenada en 1978, y que se inspiró en el importante desvanecimiento eléctrico ocurrido en la Gran Manzana en octubre 1965.

Probablemente, hasta la fecha, la película «The trigger effect» (1996) es la más lograda que trate sobre un apagón. Relata un corte de energía prolongado en California que provoca el colapso de las normas sociales. La cinta explora cómo la civilización se desmorona cuando la tecnología básica se desvanece.

El filme inglés «The Survivalist» (2015), dirigida por Stephen Fingleton, presenta una visión radical de la vida tras el colapso. Sin luz, sin comunidad, sin recursos, un hombre sobrevive en una cabaña remota cultivando lo justo para subsistir. Cuando una madre y su hija llegan buscando refugio, la tensión explota.

En «Lights outs» (2016), aunque en propiedad sea una película de terror, la falta de electricidad y el miedo a la oscuridad son temas centrales. Esta película puede interpretarse como el miedo a perder el control sobre lo tecnológico.

Otros títulos que abordan la materia del apagón energético son «Cloverfield» (2008), que cuenta cómo durante un ataque a Nueva York, un apagón masivo deja la ciudad a oscuras. También está «En el bosque» (2015) sobre dos hermanas que quedan física y eléctricamente aisladas en un bosque de Carolina del Norte, cuyo guión se inspira en la novela homónima de Jean Hegland.

La novela, punto de partida

Empezamos este artículo hablando de escritores, y volviendo sobre estos lo cerraremos –porque en el final también será la palabra–.Resulta llamativo que, como hemos visto, buena parte de estas historias que se han desarrollado audiovisualmente partan de una novela y no de un guion exclusivo para la pantalla.

Es el caso de una película apocalíptica que nos habíamos guardado en la recámara: se trata de «Dejar el mundo atrás», la exitosa cinta de Netflix estrenada en 2023, y protagonizada por Julia Roberts y Mahershala Ali. Esta, que narra la historia sobre un ciberataque que anula los dispositivos de una familia en sus vacaciones, está fundamentada en el libro homónimo del escritor estadounidense Rumaan Alam, novela que fue finalista nada menos que del National Book Award y que en 2021 publicó la editorial Salamandra en castellano.

Debido al apagón –sigue la historia–, dos desconocidos se presentan en plena noche buscando refugio frente a una situación que se va volviendo cada vez más aterradora. Ante este apagón repentino todos deberán asumir su papel en un mundo que se desmorona.

Otras distopías noveladas, más sofisticadas o fantasiosas, como «El cuento de la criada», de Margaret Atwood, o «Sueñan las ovejas con androides eléctricos», de Philip K. Dick, se han llevado a la pantalla, grande o pequeña, con mucho éxito: esta última bajo el legendario título de «Blade Runner».

De los tres grandes clásicos del género distópico: «1984», «Un mundo feliz» y «Farenheit 451», sólo esta última obra, la de la pira libresca de Bradbury, ha sido llevada al séptimo arte notablemente: lo logró un grande del cine como François Truffaut en 1966, con Oskar Werner en el papel del bombero pirómano Guy Montag.

En definitiva, el cine es hijo de la luz, de la electricidad, y sin ella no hay películas. La pantalla se queda en negro. Es entonces cuando junto al fuego, como nuestros ancestros, nos contamos las historias.