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El enemigo japonés

larazon

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Hay circunstancias reales que transplatadas a la pantalla resultan artificiosas y hay artificios tan planificados que, gracias al montaje, aportan la ilusión de realidad. En esos dos extremos se movió ayer la sección oficial del Festival de San Sebastián, dos títulos a años luz de distancia y circunstancias. «El largo viaje» es la propuesta del concurso con las estrellas más relumbrantes, aunque ausentes de la ciudad vasca, Colin Firth y Nicole Kidman encarnan una historia de la Segunda Mundial, aunque ni se había contado antes (las torturas del ejército japonés a los soldados británicos y la capacidad de perdón de uno de ellos, Eric Lomax), ni tampoco de esta manera (intimismo casi total sin apenas exteriores): «En esta historia se contempla lo peor y lo mejor de la humanidad, esto fue lo que verdaderamente me atrapó, por eso mismo, tiene elementos que parecen increíbles», asegura el director, Jonathan Teplitzky, que conoció al protagonista real, en cuyo libro está basado el guión, y que viajó junto a la viuda de éste, Patti, con un gran protagonismo en el filme, encarnada por Kidman.
«Club Sandwich», a pesar de ser una película con una historia bastante más sencilla, también tiene un apellido ilustre en el reparto. El de Lucio Giménez Cacho, hijo de Daniel, el actor mexicano que ha hecho buena parte de su carrera en nuestro país, y que debuta con esta propuesta de Fernando Eimbcke sostenida por una cámara que enfoca, sin apenas moverse, las vacaciones en un hotel solitario en temporada baja de una madre (María Renée Prudencio) y su hijo de 15 años, al que la adolescencia se le viene encima sin remedio. El cine está lleno de relatos iniciáticos similares, pero pocos han logrado hacerlo desde un minimalismo tan extremo, tanto en el fondo como en la forma, y, sobre todo sin edulcorarlo: «Me cuesta mucho trabajo tener más localizaciones y extras porque me gusta estar con los personajes. No tengo nada contra el movimiento de cámara, pero me encanta estar cerca de los personajes, cuantos menos elementos distractores allá, mejor», asegura el director que no coloca en sus planos ni un elemento más de los estrictamente necesarios. De hecho, buena parte del metraje transcurre en el día a día sin nada que hacer de esta madre Peter Pan y ese hijo que empieza a notar cómo asoma el bigote o su olor corporal empieza a ser más fuerte, hasta que irrumpe en su vida una chica de 16 años en el hotel, que enfrentará a la madre con el irremediable hecho de que su hijo es un aspirante a adulto. La impresión de verosimilitud es tal (a pesar de los planos de tan escasa duración) que el director tuvo que aclarar que, «en realidad ni improvisamos tanto, ni la peli es tan pequeñita como pueda parecer en un primer momento». Lo importante es el efecto, y durante la proyección cosechó tantas risas (algunas nerviosas), como al final aplausos.