Eli Roth, un mordisco sabroso a Sitges con «The Green Inferno»
En el Festival de Sitges, el cine triunfa. La cita dedicada al género fantástico y al terror cuenta con un público fiel que llena las salas de proyección. Se le acusa de gigantismo por la cantidad de secciones que lo componen y los cientos de películas que se proyectan, pero no deja de ser injusto. En realidad, es como si hubiera tres certámenes, con otras tantas sedes y público diferenciado: el que sólo quiere ver películas asiáticas o animación, el de la sección Panorama y el de la Oficial. Muchos de esos apartados tienen sus propios jurados y dan premios a diestro y siniestro. De las 28 cintas de la sección oficial, de momento sobra una que no había por qué traerla. Mejor ni citarla, dada su absoluta vacuidad y torpeza. En cambio, ayer se pudieron ver dos trabajos estimables. El primero, «Rigor mortis», es el debut tras la cámara de Juno Mak, con una casa enorme y fantasmas, incluidos los de dos hermanas gemelas. El director se hace un lío entre al antes y el después, pero no importa: el filme se sigue con interés y los efectos especiales son sobresalientes. La segunda que mereció la pena ver es «The Green Inferno», de Eli Roth, quien ya tuvo presencia en Sitges con «Cabin Fever», en 2002, y «Hostel», en 2005. El director estadounidense nos lleva al Amazonas, donde unos ecologistas están preocupados por el exterminio de tribus y la fuerte presencia de gas en el subsuelo. Cuando un avión se estrella, sus pasajeros serán capturados por una tribu caníbal. Es una película entretenidísima, con sus puntitos de «gore». Y, de paso, les da un palo a los ecologistas de pacotilla que se meten en líos. Una cinta bien narrada, con la que se pasa un buen rato en el cine y con el lío adecuado entre los personajes, los indígenas y el medio ambiente.