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Nos encomendamos a Hugh Grant: "Me da pánico lo que los algoritmos están haciendo con el mundo"

La estrella británica adopta un registro mucho más oscuro y retorcido para protagonizar la inquietante y sorprendente "Heretic"

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Puede que fuese su innata comicidad, los personalísimos hoyuelos de su sonrisa aviesa, el sarcasmo sellado de sus ojos azules, su inevitable condición de inglés, su polimetría interpretativa o sencillamente la agitación de un idóneo cóctel de todas estas aptitudes las que marcaron gran parte de su identidad como actor, pero si hay un nombre asociado de manera –reduccionista tal y como demuestran títulos como "Sentido y sensibilidad", "Lo que queda del día", "La guarida del gusano blanco" (adaptación de la novela de Bram Stoker), "Remando al viento" o la hermosa "Maurice"– y perentoria al de rey de la comedia romántica es el de Hugh Grant

Sin embargo, figuras relevantes de la industria –por mucho que él mismo lleve años renegando de la pompa cultural de las celebridades– parecen estar prestándose cada vez con más frecuencia a un interesante ejercicio de reinvención actoral que les permite ofrecer caras o matices poco habituales o facetas, quién sabe, que en realidad siempre quisieron mostrar, y en este caso, aunque cueste desprenderse generacionalmente del Will de "Nothing Hill", el Charles de "Cuatro bodas y un funeral", el Daniel de "Bridget Jones" o el David de "Love Actually", "Heretic"aterriza en las salas para consagrarse como la particular marmita de conversión del británico. 

Río discursivo

Haciendo honor a la manida expresión sobre sus raíces, Grant nos espera puntual en una de las estancias del madrileño Hotel Urso para constatar aquello que privilegiaba Allen cuando hablaba de religión y aseguraba que si le hacían escoger entre Dios o la ciencia se quedaba con lo segundo. Es decir, con el aire acondicionado. "No. Mi relación con la fe no ha cambiado en absoluto. Pero no por haber hecho esta película, sino por mi propia percepción de la religión. A medida que me hecho mayor he confirmado la idea de que siempre me ha parecido una tontería. Desde los diez años mis padres me obligaban a ir a la Iglesia hasta que de repente paré de hacerlo porque me parecía absurda. Me fascina la impresión actual que tengo de que los países católicos de Europa están disfrutando otra vida completamente diferente a la de los protestantes. ¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene esa fe que de alguna forma ha permeado en la cultura y hecho que la vida sea mejor?", dice sardónico el actor cuando le preguntamos por su relación actual con la fe.

Algo que inunda por entero el desarrollo de esta cinta profundamente discursiva con envoltorio de terror dirigida por Scott Heck y Byan Woods en la que se mete en la piel de un hombre, el señor Reed, descreído, cínico, agnóstico y, en el fondo, fanático, que pretende desmontar la moralina de dos jóvenes misioneras que llaman a su puerta con el objetivo de convencerle de las virtudes de la fe en una desapacible tarde de lluvia, es la cimentación de los argumentos. Lo que da miedo aquí no es la aparición del diablo, sino la imposibilidad de su existencia: la confrontación de ideas, el pensamiento crítico. 

A lo largo de un interesante y perturbador metraje, Grant, delicioso y permeable, no expone sus razones por las que las religiones le parecen un veneno, monologa. "Supongo que es verdad que Reed es un extremista, pero siempre he pensado que era un ser completamente análogo. Me encanta que sea alguien ajeno a internet, al móvil, a las pantallas, sin experiencia digital de ningún tipo. En su caso, se ha radicalizado solamente a través de los libros. Elon Musk, por ejemplo, lo ha hecho a través de su propio software", apunta divertido. 

El actor de "Maurice" admite tener miedo de la inteligencia artificial cuando conversamos sobre ideas actuales capaces de provocar esa sensación. "Me da pánico lo que están haciendo actualmente los algoritmos con el mundo, especialmente, con mis hijos. Creo que en cinco o diez años vamos a mirar atrás y nos vamos a preguntar: ¿Pero qué demonios estábamos haciendo y permitiendo?. Utilizar una tecnología así en gente tan moldeable es como darle cocaína. Me parece una auténtica locura el uso que estamos haciendo de la tecnología. Hace que la gente se odie, nos volvemos menos interesantes, ya no hay matices. Siento que nos está destrozando el cerebro. ¿Cuál es la gracia exactamente de que un robot en un aeropuerto me atienda para servirme mi plato? Bueno, paro, empiezo a sonar como un viejo", se despide antes de remarcar que lleva ocho años disfrutando de su trabajo y sintiéndose muy orgulloso de algunas de las películas que ha hecho. "Estoy en un momento realmente bueno. Mi único problema son los nervios. Soy consciente de que son absurdos, pero no puedo evitar tenerlos".