Michael Caine: «El cine me tendrá que jubilar a mí, no yo de él»
Incombustible a sus 84 años, se alía con Morgan Freeman y Alan Arkin para «robar» lo que el Estado no les da en pensiones en la comedia. «Un golpe con estilo», que se estrenó ayer
Incombustible a sus 84 años, se alía con Morgan Freeman y Alan Arkin para «robar» lo que el Estado no les da en pensiones en la comedia
«Un golpe con estilo», que se estrenó ayer
A sus 84 años, el actor de origen británico (probablemente el más famoso de su generación en Hollywood, junto a Sean Connery) parece no estar por la labor de jubilarse. Nacido en el sureste de Londres de una familia en origen humilde, Caine nunca imaginó que su carrera como intérprete llegara demasiado lejos. De hecho, sus aspiraciones se limitaban a pequeños papeles en un teatro local. El destino, sin embargo, quiso que este inglés de acento «cockney» (una variante vulgar del londinense que se da en los distritos modestos) triunfara internacionalmente encarnando incluso a aristócratas y mayordomos de lo más selectos. Películas como «Alfie» (1966), por la que le nominaron a un Oscar de la Academia, «La huella» (1971) o más recientemente la saga de «Batman» (combinada con trabajos independientes como «La juventud») son tan solo algunos ejemplos de su dilatada carrera.
Recientemente, su nombre ha estado, asimismo, en boca de muchos tras confesar haber votado a favor del Brexit. El actor asegura que su postura se debe a la necesidad de buscar la «libertad» del Reino Unido frente a Europa, de la que considera es su esclavo. En cambio, rechazó que en su voto hubiera ningún tinte racista hacia la inmigración. Todo ello no ha evitado las críticas en las redes sociales entre quienes consideran que el Brexit no supone más «libertad» para el Reino Unido. En cualquier caso, su postura política nada tiene que ver con una carrera que sigue imparable. Su nuevo filme, «Un golpe con estilo, una comedia dirigida por Zach Braff y coprotagonizada por Morgan Fremam y Alan Larkin, tiene también un mensaje bastante crítico, pero en esta ocasión con las prestaciones sociales a la tercera edad por parte del Gobierno americano. En la cinta, los tres organizan un atraco a un banco para poder hacer frente a sus gastos. La reducción de sus pensiones y la escasa atención sanitaria les lleva a tomar esta medida.
–Más allá de la comedia en sí, la película parece albergar un claro mensaje contra el tratamiento que recibe la tercera edad en Estados Unidos, con la pérdida de poder adquisitivo y la mala calidad médica.
–Sí, creo que es lo que el director y el guionista intentaron al hacer la película. Era importante transmitir este mensaje. Yo soy inglés, no norteamericano, por lo que tengo una sanidad gratuita estupenda y no me tengo que preocupar por ello. Mi país se ocupa de los mayores. De hecho, si tienes un accidente en Estados Unidos te recomiendo que vayas a Inglaterra a curarte (risas). Yo, por mi parte, como pertenezco al sindicato de actores de Hollywood, también puedo venir a curarme.
–Siempre se habla de la química entre los actores de un reparto. En este caso, parece que ha existido mucha...
–Por supuesto. La química es algo que no se puede falsear. La hay o no la hay. Creo que hemos tenido muchas suerte porque conectamos muy bien los tres y eso se nota al ver la cinta.
–¿Considera que el hecho de haber interpretado tantos personajes diferentes a lo largo de su vida le ha ayudado a mejorar como individuo?
–Yo creo que la interpretación me ha traído el paraíso a la tierra. Nunca tuve en mente hacerme actor para convertirme en una estrella del cine o hacerme rico y famoso, básicamente porque vengo de una familia trabajadora. Yo sólo aspiraba a hacer teatro en Inglaterra, pequeños papeles, nada grandioso... Mi idea era dar vida al mayordomo o el policía que aparece un ratito en la obra y ya sólo con eso me conformaba. Recuerdo que cuando era jovencito había un club de aficionados y un día, de camino a mi práctica de baloncesto, lo vi anunciado en mi escuela y me asomé por la ventana y vi muchas chicas guapas. Tenía por aquel entonces catorce años. Recuerdo que abrieron la puerta y al estar apoyado, me caí; una vez dentro de la clase no tuve el coraje de decir que iba a jugar baloncesto y me quedé allí. Y así es como empecé a actuar. Si miras mi currículum parece que he hecho cientos de películas pero muchas de ellas, sobre todo las del principio, son con papeles muy pequeñitos.
–¿Se ha planteado jubilarse?
–En ningún caso. El cine me tendrá que jubilar a mí, no yo del cine.
–No sé si mucha gente sabrá que su verdadero nombre no es para nada Michael Caine...
–No, es Maurice Mickelwhite. Era un nombre poco atractivo para un actor así que decidí cambiarlo. Cuando conseguí un agente en Londres solía ir a una cabina de teléfono a llamarlo para que me dijera si me había salido algún trabajo porque realmente necesitaba el dinero. No tenía un duro en aquella época. Decidí llamarme Michael, pero mi agente me dijo que no podía usar White porque ya había un actor con ese nombre y que necesitaba un apellido. Miré fuera de la cabina y vi que en un cine cercano estaban poniendo «El motín del Caine», de Humphrey Bogart, y ése es el apellido que le di.
–Ahora está muy de moda las series de televisión. ¿Sigue alguna?
–Si soy sincero, tengo todavía una vida tan movida que no encuentro tiempo para ver nada.
–La manera de comunicarse también ha cambiado mucho. ¿Tiene redes sociales?
–No, en absoluto. Para mí hablar contigo ahora es mi «red social». No me interesa lo otro.
–Morgan Freeman y usted han coincidido en filmes varias veces, pero ¿se conocían antes de colaborar profesionalmente?
–Si es cierto que nos conocemos hace muchos años, habíamos coincidido numerosas ocasiones antes de trabajar juntos.
Zach Braff, un director entre dos aguas
Zach Braff (Nueva Jersey, 1975) se inició en el cine a principios de siglo a través de la interpretación con películas como «Getting to Know You» y «El club de los corazones rotos». Es uno de esos actores que se ha pasado «de acera» para acabar dirgiendo películas. Eso sí, antes de «Un golpe con estilo», en el que se limita ya a dirigir, se movió en sus dos cintas previas entre dos aguas: en «Algo en común» (2004) y «Ojalá estuviera aquí» (2014) protagonizó las películas que él mismo realizaba. Para los intérpretes que han trabajado a sus órdenes, esa doble visión de la profesión que ha experimentado se traduce en el respeto y libertad de Braff hacia el reparto. Con «Un golpe con estilo» ha contado con tres viejos rockeros que no necesitan muchas lecciones precisamente.