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Redford, tal como eres

Conserva la mirada azul y la sonrisa abierta. Hoy cumple 80 años y lo celebra con el estreno de su nuevo filme, «Pedro y el dragón» que, dice, es una película que le devuelve a un mundo de magia. Confiesa que ha sido actor «por accidente». Sigue hablando alto y claro
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Conserva la mirada azul y la sonrisa abierta. Hoy cumple 80 años y lo celebra con el estreno de su nuevo filme, «Pedro y el dragón» que, dice, es una película que le devuelve a un mundo de magia.
Es la doble erre (RR) del cine de Hollywood, que es como decir del CINE. «Tiene algo que hace imposible no enamorarse de él». Lo dijo Jane Fonda. Con ella rodó «Descalzos por el parque», una divertida comedia sobre un matrimonio de recién casados, ella extravagante y alocada, él estirado y reprimido que frecuentaban a un peculiar vecino al que interpretaba Charles Boyer. Otra cosa es lo que piense de él Barbra Streisand, con quien formó pareja muy mal avenida fuera de foco en «Tal como éramos». El duelo de egos retumbaba, dicen, en el set. Aunque hoy ha pasado ya mucho tiempo y el río de la vida ha vuelto a su cauce y ella le admira. Le sigue admirando.
Inteligente, impuntual, inconformista, libre, solitario, absolutamente rebelde, hermético, tímido. Son algunos de los adjetivos que le cuadran a esta leyenda viva de la pantalla, el mejor compañero que haya podido tener Paul Newman en el cine. El Gatsby por antonomasia, el hombre al que colocaba delicadamente el flequillo una Katie Morowsy que ya no se planchaba el pelo, el insomne abogado de «Peligrosamente juntos» (1986), el bateador infatigable de «El mejor», el periodista dispuesto a destapar la verdad, el amigo de Sidney Pollack, «El candidato» que se preguntó qué hacer cuando se logra ser candidato. Todos ellos y más, hasta casi 50 películas, son RR.
Nació, mañana hará 80 años, en Santa Mónica (Los Ángeles) dentro de una familia modesta que vivía del sueldo del padre, un lechero que después sería contable en la Standard Oil. El primer golpe para el joven le llegó con la muerte de su madre. Ella tenía 41 y él, 15. Se refugió en la calle y en las malas compañías. Demasiado alcohol y borracheras para un chaval rebelde que se enfrentaba hasta a su propia sombra. Amó el beisbol y tras una etapa bohemia por Europa en busca de su instinto de pintor regresó a casa sin un cuadro. Su primera esposa, Lola van Wagenen, le salvó de tocar fondo. Probó fortuna en el cine «por accidente», confiesa, y la cámara se le declaró incondicional. Quién se lo iba a decir. La leyenda empezaba. Así piensa sobre la familia, la industria, su infancia, los hijos, el cine de hoy, Sundance...
A la sombra de una guerra: «Crecí al final de la Segunda Guerra Mundial cuando el aire era limpio, la gente se mostraba amable con todos porque les unía el hecho de levantarse tras haber sufrido una guerra y había enormes extensiones de tierra entre Santa Mónica, Westwood y Beverly Hills. Entonces me fui (de Los Ángeles) y cuando regresé todo había cambiado, ya no era el lugar que había amado. Y deseé irme de ahí».
Familia de hielo: «Mi familia es de origen irlandés-escocés. Ellos vinieron del viejo mundo y trajeron consigo el amor por las palabras y el placer de contar historias, pero también llevaban consigo un total rechazo sobre hablar de cuestiones personales y un fuerte estoicismo para enfrentar la adversidad. Jamás se quejaron. Yo tuve que encontrar la manera de dejar las emociones a un lado porque fuera lo que fuera lo que sintieras no eran invitadas a la mesa familiar».
Galán a su pesar: «Durante la mayor parte de mi vida he intentado no encasillarme. Hubo un tiempo realmente duro cuando empecé a actuar en películas y, de repente, todo giraba alrededor de mi apariencia. Me convertí en actor porque me sentí atraído por el oficio en el teatro de Nueva York, así que no estaba preparado para entrar en el cine y, de repente, ser juzgado por mi físico, mi apariencia, mi cara. Eso se convirtió en un problema y creo que finalmente lo superé solo rodando películas de naturaleza muy diversa y, finalmente, comenzando a dirigir».
La industria: «Nunca estuve en contra de la ella porque he sido un producto suyo, me beneficié y me abrí camino a través de ella. Simplemente he llegado a un punto en el pensé que podía haber algo más, historias diferentes. Cuando Hollywood empezó a estar más enfocado hacia el dinero y la taquilla se olvidó de hacer aquellas películas humanas que se rodaron en los años 60 y 70. La industria está en manos de gente que no llega a la treintena, interesada en cintas de acción, efectos especiales y musicales, es decir, filmes hecho con una plantilla. Las películas que me interesan son cada vez más difíciles de realizar».
Un director con método: «Dirijo con la misma intensidad, aunque mi desilusión hacia Hollywood ha ido en aumento. Ya no existe una industria real, al menos no de la manera en que se planteaba antes. Puedo resultar excesivamente pesado, pero es la manera que tengo de trabajar y a estas alturas no tengo la menor intención de cambiarla y creo que los actores que han trabajado conmigo me lo agradecen». En 1980 se puso por primera vez tras la cámara para dirigir «Gente corriente», que le daría el único Óscar, por el momento, de su carrera (sorprendentemente no ha ganado ninguno como actor), aunque en 2002 recibió una estatuilla honorífica por su aporte al mundo del cine. Como realizador también ha recibido el aplauso con filmes como «Quiz Show» (1994), «El hombre que susurraba a los caballos» (1998) o «Leones por corderos» (2007).
Sundance es él: «Creé el festival porque era lo que deseaba hacer realidad. Digamos que es lienzo que quería ver o al menos se parece bastante a la idea que tenía en mi cabeza». Redford comenzó a pensar qué podía hacer él para «mantener vivo» el espíritu de ese cine y eso le llevó a la creación en 1981 del Instituto Sundance, meca del cine independiente y refugio para las propuestas fílmicas más rompedoras, desde Tarantino a Paul Thomas Anderson.
Ecologista convencido: «Me siento triste porque no hay mucho que pueda hacer pero si no tenemos cuidado con lo que desarrollamos y con lo que preservamos, si no existe un equilibrio, un día nos levantaremos y nos daremos cuenta de que no hemos dejado nada para nuestros hijos, Que la realidad que van a tener delante de sus ojos es terrible, que no hemos hecho lo que debíamos para conservar lo que se nos ha dado. Nueva Zelanda (donde recientemente ha rodado «Peter y el dragón», que se estrena el viernes) tuvo un gran impacto en mí porque hubo un tiempo en que Estados Unidos era así, en que California era así. Hoy es otra cosa».
Descenso al infierno: «He perdido el sentido de la medida de las cosas y, en ocasiones, también el rumbo, el equilibro para saber cómo tenía que pensar, pero nunca tanto como para asustarme. No me arrepiento de mis errores». Además de la muerte de su madre, la pérdida a los cinco meses de su primogénito por muerte súbita supuso un mazazo para el actor.
Distancia con la política: «Creo que el cine tiene un poder político del que no somos totalmente conscientes y yo hablo de política a través de mis películas. Hice “El candidato” cuando en Estados Unidos la política era más sobre cosmética que sobre sustancia, pero intento no involucrarme directamente, no apoyo a candidatos en concreto. Es cierto que apoyé a Barack Obama porque consideré que había llegado el tiempo para ese tipo de cambio, pero en general prefiero dar mi apoyo a políticos de un nivel más terrenal digamos, como congresistas o alcaldes. En las altas esferas todo se reduce a quién pone el dinero para apoyar qué campaña. Y eso me resulta completamente deprimente», concluye.
Para la posteridad: «Me gustaría ser recordado por mi trabajo en el cine y por haber sido un buen ciudadano. Quisiera haber sido también un buen padre para mis hijos. No pido nada más, eso es todo. Me queda mucho por hacer. No ansío premios, tampoco reconocimientos ni medallas, no me interesan los galardones: sólo pretendo disfrutar y que se valore mi trabajo».
El futuro está aquí: Lo que no quiere abandonar, por ahora, es el cine. Como muestra, el nuevo trabajo que estrenará el viernes, «Pedro y el dragón» a las órdenes de David Lowery. «Crecí de pequeño con este tipo de historias llenas de magia y en un mundo como el nuestro me parece necesario mantener vivo ese sentimiento en la sociedad», ha asegurado sobre el filme. Actualmente prepara «The Old Man and the Gun» y también trabajará en «The Discovery», un filme de ciencia-ficción que llegará en 2017 a Netflix y en el que compartirá escenas con Rooney Mara. ¿Volverá a dirigir? «La próxima primavera».

Sus películas favoritas:

«¿Mis dos grandes trabajos? ‘‘Dos hombres y un destino’’ es el más divertido y en el que muestro mi parte más oscura. Pocos de mis papeles me han cuadrado tan bien como éste. Estaba tan a gusto que casi me sentía culpable por cobrar.
El otro fue ‘‘Todos los hombres del presidente’’, porque todo el mundo nos dijo que no podríamos hacerla y que a nadie le interesaba el caso Watergate, que sería un fracaso». En homenaje al western comenado, Redford bautizó a su festival de cine independiente con el nombre de su personaje: Sundance.