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Entre mexicanos anda el juego

«Roma», de Alfonso Cuarón, se hizo con el León de Oro de la 75ª edición del Festival de Venecia y sustituye como triunfador de la Mostra a su compatriota Guillermo del Toro
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«Roma», de Alfonso Cuarón, se hizo con el León de Oro de la 75ª edición del Festival de Venecia y sustituye como triunfador de la Mostra a su compatriota Guillermo del Toro.
Difícil que una película haya despertado más unanimidad que «Roma». Daba la impresión de que toda la programación de la 75ª edición de la Mostra estaba organizada para hacerle los honores a Alfonso Cuarón y, de paso, demostrar que el festival entiende mucho mejor el presente del cine que su principal competidor, Cannes, que tuvo que prescindir de ella por culpa de la polémica Netflix. El director artístico de la Mostra, Alberto Barbera, le ha pasado la mano por la cara a su homónimo en Cannes, Thierry Frémaux, y le ha adelantado por la derecha, con el beneplácito del jurado presidido por Guillermo del Toro.
Amigos íntimos
Entre mexicanos anda el juego. Tal vez ese era el problema: que el qué dirán estrangulara la sensatez del director de «La forma del agua», y que eso perjudicara a uno de sus amigos más íntimos, cometiendo una sangrante injusticia. Suponemos que el resto del jurado ha animado a Del Toro a arriesgarse a soportar las acusaciones de nepotismo. Si el León de Oro a «Roma» refuerza la imagen de marca de Netflix –que, para más inri, se llevó otro premio de relumbrón, el de mejor guión para «The Ballad of Buster Scruggs», de los hermanos Coen–, no es menos cierto que se trataba de la mejor película a competición. Cuarón firma su particular «Amarcord» adoptando el punto de vista de la criada de su familia, allá por 1970. El resultado, en hermoso blanco y negro, es un precioso retrato femenino iluminado en clave neorrealista, una crónica minuciosa de las relaciones de dependencia entre burguesía y clase baja en la sociedad mexicana, y la prueba fehaciente de que épica e intimidad no están reñidas si el que las abraza es un cineasta sensible.
A Barbera se le ha criticado haber incluido una sola cineasta en sección oficial, pero lo cierto es que nadie ha destacado que, en las películas a concurso, eran los personajes femeninos los que se llevaron el gato al agua. Estaba cantado que «The Nightingale», que ha ganado el Premio Especial del Jurado, iba a estar en el palmarés. Es tal vez el galardón más discutible –junto al de Willem Dafoe, excelente actor pero en exceso benévolo Van Gogh en «At Eternity’s Gate», de Julian Schnabel– de unos premios fantásticos, pero la australiana Jennifer Kent tenía que subir al podio. Es innegable, sin embargo, que en su película, que empieza sintética y rabiosa y pierde el norte en su segunda mitad, hay talento para dar y vender. Su relato de empoderamiento femenino en la salvaje Tasmania de principios del siglo XIX contrasta con el conmovedor cinismo de «La favorita», de Yorgos Lanthimos, la otra gran triunfadora de la noche. El Gran Premio del Jurado y el Oso de Plata a la mejor actriz, la monumental Olivia Colman, coronaban la brillantez de una película que muestra la otra cara de la solidaridad de género. Para Lanthimos, el triángulo amoroso que conforman la reina Ana, su amante y mano derecha Lady Sarah y la sirvienta de ésta, demuestran que ese empoderamiento también puede estar teñido de crueldad, rivalidad, dependencia y pasiones oscuras. Por último, bravo a Del Toro y sus colegas de jurado por haber premiado a Jacques Audiard como mejor director por «The Sisters Brothers»: su aparente clasicismo podía invisibilizar la inteligencia de su puesta en escena, era una pena que un western tan delicado y lleno de matices pasara inadvertido en el palmarés. Un palmarés que, excepcionalmente, coincidía con todas las previsiones y con las favoritas de la crítica.