«Sin amor» y sin sentimientos en la era Putin
Zvyagintsev analiza a través de una pareja que busca a su hijo fugado el desapego de la sociedad rusa hoy.
Zvyagintsev analiza a través de una pareja que busca a su hijo fugado el desapego de la sociedad rusa hoy.
uando se les pregunta hasta qué punto «Sin amor» refleja un estado de ánimo (agresivo, desapegado, atroz) de la sociedad rusa, su pareja protagonista no para de tirar balones fuera. No importa el modo en que se formule la cuestión, y la cosa empeora si el nombre de Putin aparece en el sujeto o el predicado de la frase: no hay manera humana de que los actores se mojen. En un país en el que, a pesar de los recortes en las libertades democráticas, el presidente sigue teniendo el ochenta por ciento del pueblo a su favor, la reacción no debería extrañarnos. Si nos sorprende es porque las películas de Andrey Zvyagintsev son abiertamente críticas con la administración de Putin. Incluso el director de «Elena» anda con pies de plomo cuando se mete en el bosque de sus polémicas.
La experiencia de «Leviatán», que fue en parte financiada por el Estado y calificada por el Ministerio de Cultura como «una película antirusa», parece haberle limado los colmillos. «No me gusta hablar de política», afirma al día siguiente del exitoso estreno de «Sin amor» en el pasado festival de Cannes, «y creo que la historia tiene un alcance universal. En muchas escenas oímos las noticias en la televisión o en la radio, pero son solo el telón de fondo. Es cierto que la película empieza en 2012, cuando había esperanzas de un cambio político que finalmente no se produjo, con la pérdida de Ucrania y la apatía y la falta de perspectivas que sentimos muchos de nosotros, pero el desasosiego que quiero transmitir con esta película tiene que ver con la condición humana, no con mi país».
alcance universal
Curioso cuando la protagonista, que ha demostrado que la desaparición de su hijo le produce tanto dolor como alivio, luce como emblema una camiseta con la palabra «Rusia» inscrita en mayúsculas en el pecho. «Yo amo a todos mis personajes, incluso cuando su actitud pueda despertar el odio o el desprecio en el espectador», concluye con gesto adusto. En el momento en que se produjo esta conversación, Zvyagintsev no sabía que «Sin amor» ganaría el premio del jurado en Cannes, mucho menos que su película sería nominada al Oscar. «Para que no se repitiera lo que pasó con “Leviatán”, la actual ha sido financiada sin ayudas del Gobierno», admite. «Así me aseguraba de que no hubiera ninguna interferencia ajena a mi voluntad. La autocensura no va conmigo». Y, como sus actores, insiste en la universalidad del proyecto. «Era importante que los protagonistas fueran de clase media para que todos nos pudiéramos identificar con ellos, para no demonizarlos cuando, en pleno divorcio, nos hacen sentir que su hijo es una carga para seguir con sus vidas», explica. «Su adicción a los móviles o el miedo a perder su trabajo están vinculados con una alienación muy contemporánea, que no tiene patria. No hay más que ver la cantidad de luces que se encendían durante la proyección para comprobar que no es solo un problema ruso».