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Crítica de cine

«Slenderman»: El monstruo es un meme

«Slenderman»: El monstruo es un meme
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Director: Sylvain White. Guión: David Birke, Victor Surge. Intérpretes: Joey King, Annalise Basso, Javier Botet, Julia Goldani Telles, Jaz Sinclair. EE UU, 2018. Duración: 92 minutos. Terror.

El mal no tiene años, ni sexo, ni siquiera cara o lógica alguna. El impactante y notable documental «Beware the Slender Man» (Irene Taylor Brodsky), cuenta cómo, en 2014, dos niñas de 12 intentaron asesinar a una amiga para complacer al mostruoso protagonista de la mayor leyenda urbana surgida por internet. Un hombre del saco sin rostro, extremadamente delgado y gigantesco, que intenta secuestrar a todos los menores posibles para llevarlos a otro mundo y capaz tanto de asustar como de seducir a los adolescentes. El primer mito terrorífico de la era digital, sin embargo, también se merecía una película, claro, aunque no ésta por desgracia. La historia les resultará familiar a quienes conozcan las andanzas de esta extraña criatura por la red: en un pequeño y aburrido pueblo de Estados Unidos, un grupo de jóvenes decide realizar un conjuro vía ordenador para entrar en contacto con Slender Man. A partir de ahí las cuatro experimentarán pavorosos sucesos que pondrán sus vidas en peligro y las de quienes las rodean. Un poco al estilo japonés, con esos chicos medio tontos que deciden ver un vídeo macabro con mujeres espectrales de larguísima cabellera aunque les cueste luego el pellejo, al realizador Sylvain White, más volcado en la televisión que en el cine, y se nota, se le va el tema crudo en un filme rutinario y previsible que desaprovecha el indudable «carisma» de su auténtico protagonista, ese feroz coco de tentáculos en la espalda que un tipo se inventó un buen mal día tirando de «fotoshop». Así se escribe hoy la historia.

LO MEJOR

Que retoma la fascinante y pavorosa figura de esta criatura maligna nacida y alimentada exclusivamente en internet

LO PEOR

Se trata de un filme rutinario, de sustos previsibles y soso que desperdicia el «carisma» de su auténtico protagonista