Conchita Montenegro, la actriz que «mató» a Leslie Howard
El novelista Javier Moro recupera la figura de la actriz en «Mi pecado», Premio Primavera, Un retrato sobre la primera española que triunfó en el Hollywood de los años treinta, que conoció a Chaplin y Gable, y que tuvo una relación con Leslie Howard, algo que la llevaría a implicarse en la Segunda Guerra Mundial.
El novelista Javier Moro recupera la figura de la actriz en «Mi pecado», Premio Primavera, Un retrato sobre la primera española que triunfó en el Hollywood de los años treinta, que conoció a Chaplin y Gable, y que tuvo una relación con Leslie Howard, algo que la llevaría a implicarse en la Segunda Guerra Mundial.
Conchita Montenegro era una española sin tópicos, que no parecía gitana ni cantora ni arrastraba el sello de esas beldades/Romero de Torres que triunfaron en lo pictórico. Conchita Montenegro triunfó en Hollywood con una bofetada, que no tuvo nada de cinematográfica, a un Clarke Gable engalanado de galán y que se pasó de listo. El sonoro guantazo, lejos de truncar la carrera, convertirse en un tropiezo de orgullo, la aupó a lo más alto, de convirtiéndose en una estrella en plan Greta Garbo, pero sin ser la Garbo, o sea, con una imagen como clásica, que incluía también ese esfumato que la fotografía solía dar en aquel momento a las actrices. Hay muchas carreras que se construyen sobre una épica y ella erigió la suya con un plantón de cinco dedos en uno de los rostros más famosos del celuloide.
«Esa bofetada la dio a conocer. Hizo algo que nadie se había atrevido hasta entonces. Ella, de hecho, pensó que era final de toda su carrera, pero mostró carácter y independencia. Lidió con ejecutivos de los estudios y otras personas y, entonces, pasó eso. Hay que recordar que en esa época muchos ya pagaban a estas mujeres para que salieran con ellos. Había un trueque. Hay que recordar que Harvey Weinstein no ha inventado nada nuevo. Ya existía antes de que existiera él. También hay que subrayar qu viajó a Estados Unidos porque tenía mucha ambición, porque quería triunfar», dice Javier Moro, quien añade: «Llegó hasta donde pudo llegar. Pero jamás debemos olvidar que a lo largo de su trayectoria tocó muchas cinematografías distintas, aunque, precisamente las americanas no eran los mejores títulos. Sus mejores trabajos eran los italianos y los franceses».
El escritor recupera la figura de esta intérprete española, la primera que llegó a Los Angeles y consiguió un puesto destacado, en «Mi pecado» (Espasa), que ha ganado el Premio Primavera. Una historia que pretende recuperar un nombre del séptimo arte que se ha traspapelado en el tiempo en nuestro país. «Es un personaje muy olvidado en España. Tuvo una proyección en el exterior muy interesante, pero después se retiró del mundo y no dio alas a que permaneciera viva su memoria. Hay aspectos muy interesantes de su biografía, porque a través de ella, podemos asistir a cómo era el Hollywood de la década de los años treinta. Un instante de tremendos cambios y revoluciones. Coincide la transición del cine mudo al hablado, con todos los actores que se quedaron en ese camino, y coincide con la resaca del crack del 29 –asegura Moro–. Luego se desencadenaron una sucesión de cambios que desembocan en la Segunda Guerra Mundial. Todos mis libros, desde el primero hasta el más reciente, tienen un encaje en la historia, se detienen en circunstancias de transformaciones en el mundo. Este libro no es solo la semblanza de Conchita Montenegro. Es lo que sucede en ese periodo, como la Guerra Civil española. Lo sorprendente es que se haya escrito tan poco sobre ella».
Españoles en América
La llegada del cine sonoro despertó un enorme temor en los estudios. Enseguida pensaron que iban a perder un montón de espectadores a lo largo de todo el mundo. Para remediarlo decidieron importar el talento, traerlo del resto de los países. Las películas se rodaban en varios idiomas. Es cuando nace la colonia de españoles en Hollywood. Allí estuvieron Luis Buñuel, que nunca encajó demasiado y se dedicó, como confesó, a hacer el vago; Edgar Neville, que se atrajo las simpatías de la Metro Goldwyn Mayer, o Enrique Jardiel Poncela, otra alma independiente que no encajó demasiado en un sistema que exigía sumisión. «Entre 1930 y 1935, los productores de la Warner y la Metro tomaron una resolución fundamental: ir a buscar el talento fuera. Hollywood cambia totalmente. Se le empieza a llamar la nueva Torre de Babel. Y es que la ciudad empieza a recibir polacos, franceses, italianos, escritores, directores provenientes de las cinematografías de los demás países del mundo. Lo que hace es que reutiliza el mismo decorado con todos. Primero ruedan los americanos, después los españoles, más tarde los franceses y los italianos. Se hacían diferentes versiones de cada una de las producciones» explica Moro. El novelista cuenta que «entre los españoles y los mexicanos, estalla una especie de guerra por el tema de los acentos. Se intenta poner orden y se logró, pero los yanquis no entendían nada de lo que pasaba. Los americanos son los que reclaman a Edgar Neville que viene una mujer que no es su esposa y con la que tenía una historia. Luego aterriza Buñuel, que se aburría, porque era un espíritu irredento en medio de un mundo industrial. Estuvo allí un año tocándose las narices, Era demasiado individualista y demasiado genial para trabajar en un régimen industrial, que exige pasar por el aro».
A pesar del legendario individualismo hispano, los españoles triunfan. Incluso se llevan bien con uno de los grandes actores y directores del momento, uno de los más influyentes: Charles Chaplin. «No es casualidad que Geraldine Chaplin estuviera con Carlos Saura, porque él se divertía mucho con los españoles. Los españoles resultaban muy simpáticos. Solo hace falta imaginar cómo podía ser una velada que contara a la vez con Edgar Neville y Jardiel Poncela. Además, Chaplin les llamaba para que hicieran cocido madrileño y paellas durante los fines de semana. Los españoles solo pensaban en comer, porque en los Estados Unidos se comía bastante mal y todos tenían ganas de reunirse y hacer tortillas de patata. Se juntaban en la playa y se llevaban croquetas y esas cosas. Eso continúa hoy en día. Cuando yo vivía en Los Angeles coincidí con Bigas Luna. Nos hicimos amigos y los domingos nos íbamos a comprar langostas. A él le gustaba cocinar. Los españoles siempre quieren comer y pasárselo bien».
Un caballero
Conchita Montenegro, con su belleza moderna, extraña en un país todavía tildado por su folclore, rodó películas en inglés, algo que solo lograban unas pocas, convirtiéndose así en una intérprete famosa, una actriz que en su momento tuvo el mismo marchamo que Penélope Cruz hoy. Al comenzar a filmar producciones americanas se hizo más conocida y en una de ellas conoció al que sería uno de sus grandes amores: Leslie Howard, muy conocido todavía hoy por su papel en «Lo que el viento se llevó». «Ella estuvo con él todo lo que pudo. Cuando empecé a redactar este libro me tuve que plantear cómo se había contado esta clase de historias, la de una mujer muy joven que se enamora de un hombre maduro. Parece que está archiescrita, pero luego te das cuenta de que solo desde la perspectiva de él, nunca desde la mirada de ella. Me tuve que plantear qué siente una mujer de 19 años que se enamora perdidamente de un tipo que le dobla la edad, que está casado, y que tiene hijos. Cuál es proceso psicológico».
Al morir, ella misma reconoció que «él había sido su gran amor y que era todo un caballero». Un caballero que murió justamente cuando se marchaba de España, en un accidente aéreo, cuando su avión fue derribado por aviones alemanes en 1943. El aeroplano cayó en la costa gallega. «En España se habló poco de esta muerte, pero en América y Gran Bretaña fue un shock enorme. Es como si hoy se mata el actor más popular que haya. Él era el más inglés de los intérpretes. Y cae en un acto de guerra, cuando su avión es tiroteado por la aviación enemiga. He aprovechado los últimos documentos que se han desclasificado para saber qué ocurrió. No fue un atentando contra Churchill, como se ha creído hasta ahora, sino el fruto de una confusión. Los alemanes fueron contra Leslie Howard». Pero, ¿por qué?
Es aquí cuando la historia minúscula de las personas se entrecruza con la historia con mayúsculas. Conchita Montenegro ya había regresado a España. Se llevaba bien con el círculo próximo a Franco. De hecho, se casaría con Ricardo Giménez-Arnau. Los británicos aprovecharon esta ocasión para hacer llegar un mensaje al dictador español. «Franco no recibía al embajador inglés, porque Franco estaba dominado por los germanófilos, por los ultras. Ellos fueron quienes habían evitado que se estrenara en España “Lo que el viento se llevó”. Hay que entender lo que sucedió en el contexto. Los alemanes pierden el norte de África y Stalingrado. Entonces, Churchill le hace llegar un mensaje a Franco a través de Leslie Howard: no te metas y no hagas tonterías. Los alemanes van a perder la guerra y si luego quieres amigos, más vale que te portes ahora. Es cuando España se convierte en un país neutral. Los ingleses encontraron esta manera, a través de Conchita Montenegro y Leslie Howard, de llegar hasta Franco. Ella después se culpó de su muerte. Decía: «si no lo hubiera amado...».