Entrevista
Coque Malla: "Los más tontos se han adueñado del debate moral"
El intérprete mira de frente a la muerte y al paso del tiempo en su nuevo disco y se solivianta con los moralistas que censuran canciones: «Juzgar el arte con normas morales es medieval»
Era menor de edad cuando formó Los Ronaldos, uno de los grupos que definieron la actitud del rock madrileño de los 90: Los Ronaldos eran calle y urgencia y también el inicio que cualquiera soñaría para una carrera musical. Aunque después se dedicó a otros escenarios, Coque Malla retomó su carrera musical en solitario con una impecable serie de trabajos que incluyen éxitos como «Termonuclear» (2008) y cumbres como «El último hombre en la tierra» (2016). Ahora, mira de frente al paso del tiempo, a la carne mortal y se marca un memento mori en «Aunque estemos muertos».
Es un disco complejo y profundo, misterioso.
Esos términos me encantan y lo describen. La muerte, el tiempo, las cosas que terminan, la sombra de la tragedia... todo eso está en el disco y se definen con esas palabras. Paradójicamente, creo que no es un trabajo fúnebre, sino que tiene una vitalidad que procede de momentos oscuros.
Invita a tomar conciencia.
Empiezo a entender lo que hago cuando contesto preguntas y pasan las semanas. Uno toma conciencia de que las cosas se acaban, de la muerte y del paso del tiempo y, en principio, es algo doloroso y traumático. O bien te deprimes y te tiras por la ventana o hay una reacción instintiva animal que libera energía y ganas de vivir. Son las reacciones humanas. Pero no me interesa la idea del fin solo como muerte, sino como el fin de la amistad, de las relaciones, de la niñez de tus hijos... cosas que se acaban. Muchas cosas se van acabando.
"No acepto la muerte. Juego con la idea de bailar con ella porque espero lograrlo algún día"
¿Por qué se produce este clic en su vida?
Una razón es la edad, un límite difuso que unos tienen en los 40 o 45 o 50, que despierta cosas. Otra fue la pandemia, que me puso la muerte muy delante y nos ha transmitido un sentimiento de fragilidad como especie de la que no éramos conscientes. Y cuestiones más personales, como la desaparición de mis padres por un lado y la paternidad por otro. Esas dos cosas a la vez te colocan en otra casilla del tablero existencial. Y paradójicamente una vida idílica. Macarena, mi mujer, y yo, lo hablamos. Nos descubrimos preocupados por una serie de cosas precisamente por la vida tan maravillosa que tenemos. Y eso te genera miedo a que algo pase, a perderla.
Cosas del primer mundo...
En África no tienen problemas existenciales porque su problema es sobrevivir ese día, pero nosotros, que somos unos pijos, pues, «ay, la muerte, ay, el tiempo...». Son problemas existenciales, no materiales.
"Cada vez soy más consciente de que la felicidad es más estar tranquilo que de subidón"
¿Está en paz con la muerte?
En el disco fantaseo con la idea de aceptar la muerte, lo que pasa es que yo no la acepto (ríe). Me refiero a aceptarla como parte del camino, de que es lo que hay y hay que comprenderlo. Por eso, juego con la idea de dejar que se acerquen los muertos para asumirlo. Pero es muy difícil de hacer. Espero que esta paranoia sea parte del proceso de esta etapa de mi vida y que pasará. Y que con la edad lo vas aceptando.
Dice que el misticismo no sirve.
No, porque una de las soluciones para aceptar la muerte es crer en que hay algo más allá y yo no creo en eso. Por eso no me vale como flotador o consuelo.
«Ya no hablo de comerme el mundo, solo quiero descansar un rato».
Tiene que ver con la edad, creo. Que se coma el mundo otro, yo quiero estar tranquilo. Cada vez soy más consciente de que la felicidad tiene que ver con eso más que con el subidón de felicidad, de enamorarse a tope, de llenar el WiZink... cada vez la felicidad es más cuando estoy zen.
Hace 20 años...
Imposible, porque nunca estaba zen. Ahora cuando estoy en la playita, con mi mujer y los hijos, cocinando... eso es la felicidad.
"Hay que tener cuidado con la censura y los recortes a la libertad de expresión"
La paternidad qué le ha enseñado.
No lo sé. Estoy procesando todavía. Me ha colocado en otro sitio, pero todavía es pronto, creo. Estoy procesando.
¿Cuántos años tienen sus hijos?
La mayor, 11, y 6 el pequeño (ríe).Pero es que es como un torrente que te viene encima y que va a más, nunca a menos.
A nivel artístico, ¿se da por satisfecho?
El mayor aprendizaje de mi carrera ha sido darme cuenta, tomando riesgos artísticos y viajando con mi guitarra a lugares que no conocía, que el arte y la creatividad es infinita. Que si tienes la decisión de arriesgarte a viajar creativamente, es maravilloso, porque es la fuente de la eterna juventud. Me quedan muchas cosas por hacer. Las posibilidades lo demuestran grupos como Bowie, Dylan o los Stones, que con 80 años sacan un disco demoledor. Si estás dispuesto a comprometerte con el arte, no se acaba nunca.
En «bla, bla, bla», canta acerca de esta cháchara infinita que no deja descansar ni de día ni de noche. ¿Mira las noticias y las redes?
Cada vez menos. Antes era activo en redes sociales y escribía cosas conflictivas, me metía en charcos y aprendí la lección. He tomado muchísima distancia. Porque me aturdía, me agotaba y me veía como un gilipollas pensando en los tarados y taradas moralistas ofendidos. Generalmente gente muy tonta. La gente inteligente no escribe ni mete ruido en internet. Pero los más tontos, los que se creen en posesión de la verdad hacen mucho ruido y se han adueñado del debate moral social. Y van ganando terreno. Hay que tener cuidado con la censura y los recortes a la libertad de expresión, sobre todo en el arte. Yo soy defensor de la libertad de expresión pero entiendo que hay ámbitos con unos límites: un profesor de universidad no puede decir en clase lo que le dé la gana, igual que un diputado o un juez. Pero en el arte, en la ficción, debe ser absoluta y sin condiciones ni límites. Es terreno salvaje. Porque es ficción, porque es mentira, porque es humor. Sale del subconsciente, porque el arte es abstracto. Y entrar ahí con normas morales es la cosa más medieval que se puede hacer.
"Los censores de hoy son paletos disfrazados de intelectualidad y de progresismo"
Tuvo un problema con un tema de Los Ronaldos, «Sí, sí».
Son anécdotas, pero hay gente que está en la cárcel o con el juez encima. ¿Qué hacemos? ¿Creamos un comité moral por el que pasen las canciones de lo que se puede decir o lo que no? ¿Queremos eso? No creo que los que dicen sus barbaridades en redes sociales se hayan planteado que ese sería el camino.
Los moralistas tienen problemas de comprensión entre lo que es ficción y realidad.
Al actor de JR en «Dallas» le pillaron en un centro comercial de Estados Unidos unos paletos y le empezaron a pegar porque era su personaje y era muy malo y había dejado embarazara a Sue Ellen u otra cosa, yo qué sé, no me acuerdo cómo de malo era. Pues eso mismo les pasa, solo que disfrazada de cierta intelectualidad y de cierto progresismo a los que censuran una canción, o las que censuran una película o un libro. Lo mismo que al paleto americano. El arte y la ficción, por favor, dejémoslo en paz.
La películas representan, no defienden.
¿Por qué no va a querer un autor de teatro hacer un monólogo sobre Hitler? Y que el protagonista sea él y divague de sus movidas y que sea muy incómodo para nosotros, porque no estamos de acuerdo con él. ¿Por qué no va a querer un artista poner en esa tesitura al espectador? Hay que combatir a quienes lo censuren.
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