Coque Malla: “Dejo el escenario por un tiempo, el público necesita descansar”
Tras más de treinta años acostumbrado a la familiaridad ritualística de los escenarios, el cantante madrileño ex líder de Los Ronaldos continúa recorriéndolos a través de su gira “El viaje del astronauta gigante” antes de bajarse de ellos temporalmente
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Lo que va del Coque Malla con chaleco y pelo rebelde que le decía adiós a papá (al tiempo que le pedía dinero) al que hoy revisa, guitarra en mano, lo recorrido, es, exactamente, lo que dura uno de sus conciertos. Anda el artista inmerso en su gira «El viaje del astronauta gigante», con la que ha recorrido los mejores festivales y los grandes escenarios del país. Con ella, el cantante ha llevado a cabo un repaso a toda su trayectoria musical, desde aquel adolescente con cara de pillo que debutaba con Los Ronaldos al último de sus éxitos en solitario. Y es que Malla es una de esas insólitas anomalías capaces de triunfar con un grupo inolvidable y consolidar más tarde una carrera en solitario que no se resienta por ello ni le lastre. Casi cuarenta años en los escenarios, autor de algunas de las canciones que siguen coreando incluso las nuevas generaciones, repasa como quien ojea las páginas de un álbum de fotos su vida profesional y la comparte con su público.
«Ha sido muy intenso», explica Coque, «una experiencia muy bonita, pero de una intensidad brutal. Creo que era el momento de hacer este repaso, de revisitar toda mi trayectoria. Me parecía oportuno y necesario. Y ha sido una gira muy especial porque, además, hasta abril hacía un show que se situaba más entre lo teatral y lo musical, y no solo era ese repaso de lo profesional a través de una selección de canciones, sino que también había monólogos y hablaba de mi vida a través de anécdotas. Así que ese revisitarme ha sido también en lo personal y una experiencia muy especial y que se alejaba un poco de lo habitual, del formato concierto».
Terminará este balance el 27 de diciembre, por todo lo alto, en el Wizink Center de Madrid, y planea Malla dejar los escenarios durante una temporada, «quizá la más larga que haya estado sin tocar, es algo indefinido», reconoce. «Necesito este parón. Han sido tres años sin descanso, el último muy intenso, y el cuerpo me lo pide. Hay proyectos ya bullendo en mi cabeza, planes paralelos, aunque hay que descansar, mirar hacia adelante y pensar ya en nuevas canciones y en el nuevo disco que empezará a grabarse en marzo. Así que el parón en realidad será más desde fuera, no tanto mío, que estaré en eso y en realidad no pararé. Es un descanso para el público, que necesita echar de menos, no uno necesario para mí, que no me canso del escenario. Me gusta mucho –añade– y lo disfruto, pero el público necesita descansar. Al fin y al cabo, el territorio es el que es y tres años con directos significa que hay sitios donde has estado varias veces en muy poco tiempo. Hay que parar».
Tras más de treinta años subido en los escenarios, claro, ha visto cambiar ante sus ojos tanto al público como a la propia industria: «Ha cambiado mucho, sobre todo por la aparición de internet. Internet ha supuesto un cambio brutal en muchos aspectos. Creo que aún no nos damos cuenta de cuánto. Y la gente ha cambiado también, y en buena parte por eso, su modo de consumir música. Ahora ya no es tanto el disco lo que busca, que yo creo que acabará quedando simplemente el vinilo para nostálgicos y coleccionistas, puesto que tiene al alcance todas las canciones en cualquier dispositivo. Ahora la gente sí va a los conciertos y paga la entrada. Entiende y valora que eso se paga. Antes lo que compraban era el disco, no la entrada para el concierto. Los conciertos eran la mayoría de las veces gratuitos, en fiestas mayores, organizados por ayuntamientos. Porque no se quería pagar para ver un concierto, costaba hacerlo. Iban si era gratis. Ahora sí, ahora eso se valora. En ese sentido estamos al nivel de Europa y eso es muy positivo», asegura. Son muchas las canciones suyas que se siguen coreando hoy en día, incluso por las nuevas generaciones, aquellas que no conocieron al cantante en su época de Los Ronaldos. Como esa inolvidable «sí, sí», con su polémica frase «tendría que besarte, desnudarte, pegarte y luego violarte hasta que digas sí» que no parece muy probable que pudiera escribirse hoy en día sin ocasionar problemas. «Hombre, escribirse sí se podría. Lo que no podría es cantarse», dice Coque, y defiende que «la creación es un acto de una sinceridad brutal, de libertad absoluta, y no debe limitarse de ninguna de las maneras».
Realidad paralela
Al respecto de la cultura de la cancelación, de este nuevo puritanismo que señala y censura, o pretende, obras y artistas, comenta Malla: «Ninguna actividad creativa debe ver coartada su libertad. Ni la música, ni la literatura, ni el cine, ni el humor… Es fundamental contar con esa libertad y no autocensurarse. Yo jamás me he autocensurado. Cuando estoy en ese momento de creación, que es tan brutal, tan extraordinario, de una sinceridad y una intensidad tan potentes, no hay nada que pueda frenarlo. Y eso debe ser así o estaríamos frenando el arte. Es fundamental defender la libertad de expresión y de creación».
«De todos modos», reflexiona Coque, «creo que en realidad son solo cuatro gatos los que tratan de coaccionar y limitar esa libertad. Lo que pasa es que hacen mucho ruido, se les ve más y por eso crean una falsa ilusión de que son muchos más y que suponen verdaderamente un peligro. Pero en realidad eso no es así. Tú luego sales a la calle y puedes hablar con tus amigos, con la gente, y no hay esa crispación ni esa polarización tan exacerbada. Por eso creo que hay que plantar cara, dar la batalla y que se vea que somos más y ellos muy pocos».
Él mismo fue muy activo en redes durante un tiempo y confiesa que reaccionaba a veces impulsivamente, crispado, ante determinadas manifestaciones. «Ya no», comenta, «ahora, después de una etapa de mucha actividad en redes sociales, de mucho escribir y mucho participar en el debate público, me he aislado de todo eso. Estoy en una especie de burbuja, lejos de todo, ajeno al ruido, centrado con las cosas que me interesan, que son mi familia, mis hijos, mi intimidad, mi música… Estoy muy feliz y muy satisfecho en ese retiro, en esta especie de realidad paralela, que es mucho más amable. Las redes me crispaban y ha sido muy sano alejarme».