Cristina García Rodero: "El trabajo que he realizado con la cámara me ha dado fuerzas para no tenerle miedo a la muerte"
La infatigable artista protagoniza el documental "La mirada oculta", que se estrena el próximo viernes en salas españolas
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A Cristina García Rodero le han enfermado los ojos de tanto mirar el mundo, de tanto observar cómo viven las gentes, cómo danzan y temen y celebran y aman y resucitan y comparten, pero todavía no lo suficiente como para concederse el permiso de dejar de hacerlo. "He descansado muy poco en mi vida. El estrés hizo que padeciera de hipertiroidismo y eso conllevó el problema de los ojos", reconoce discreta esta mujer infatigable de 74 años nacida en Puertollano con aspecto tierno y cotidiano que se aproxima con calidez familiar a nuestro lado en uno de los sillones de la segunda planta de la Fundación Juan March antes de que empecemos a destilar algunas de las claves que la han convertido en una fotógrafa capital cuyo legado visual y testimonio artístico trasciende la etiqueta de "primera fotógrafa española" convertida en miembro de la agencia Magnum e incluso la de miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
La notoriedad y la relevancia internacional de Rodero quedan paradójicamente diluidas en el espíritu de una trabajadora de la imagen, de una obrera de la instantánea, de una jornalera del arte, que ha recorrido infinidad de países "persiguiendo a los seres humanos, yéndome detrás de ellos" movida por un apasionamiento imperecedero para registrar la atemporalidad de las tradiciones. A pesar de que huye de reconocimientos y halagos, es su constancia y su reconocido talento lo que le han permitido por razón y por derecho, protagonizar "La mirada oculta", un armónico y merecidísimo documental dirigido por Carlota Nelson -que aterriza en salas el próximo 1 de diciembre- en el que se transita por el presente y el pasado de su obra y se muestra el sacrificio de su método de trabajo: libérrimo y solitario.
"¿Estoy bien así?", pregunta coqueta antes de comenzar y bocetar una sonrisa en nuestra cara al tiempo que pide encarecidamente que no la tratemos de usted. No utilizamos como respuesta estas palabras de forma directa por una cuestión de pudor, pero lo cierto es que está perfecta. El 30 de enero de 1976, escribía en su diario de viaje durante su incursión en esa España telúrica y festiva exponente del folclore rural: "He convivido largas jornadas con mujeres y hombres de esta España primigenia y extraña, pero real y verdadera, llena, unas veces de amor y barbarie otras, pero imprescindible para conocer su desarrollo".
¿Cómo acepta una persona a la que le gusta mirar y no que la miren, un proyecto como "La mirada oculta" en el que sabe que va a ser permanentemente grabada?
Pues esta propuesta la tomé desde el principio como una especie de deber. Sobre todo, por la persona que me lo estaba pidiendo. Carlota es una gran persona y una gran luchadora. Hubiera sido difícil decir que no porque ella hubiera seguido luchando hasta conseguirlo. Pero sí, para mí ha sido incómodo porque no estoy acostumbrada a que me persigan con un equipo. Cuanta menos gente haya en los sitios mejor y en ese sentido ha sido una experiencia bastante diferente a lo que estoy acostumbrada. Sigo prefiriendo ir sola la verdad, me gusta, porque una parte importante de mí es la comunicación con las personas que fotografío, aunque no tengamos palabras ¿sabes? Hablo de la relación que se establece en una fiesta o de la colocación individual que tienes que elegir para estar en el sitio adecuado y no perderte nada de lo que está pasando. Y si tienes un equipo que va detrás, estás pensando también en ellos: en no correr, en no perderlos de vista, en facilitarles el trabajo y eso al fin y al cabo es otra carga añadida. El reportaje es algo realmente difícil, necesitas mucha energía, mucha rapidez, anticiparte, estar preparada. Pero Carlota me ha dado mucha libertad y se ha adaptado con mucha generosidad a mi ritmo. Hemos estado todos muy unidos.
En varios momentos del documental aludes a la vida que estás dejando atrás. ¿Te da miedo pensar en ella o esperanza?
No le tengo miedo. Fíjate, yo creo que el trabajo que he realizado a lo largo de toda mi vida con la cámara, todo lo que he visto, me ha dado fuerzas para no tenerle miedo a la muerte. También siento que el momento en el que me han grabado vitalmente ya era muy tarde. Tengo muchos años. Ojalá lo hubiéramos hecho antes, aunque igual no habría salido tan bien, las cosas como son. Todo ocurre cuando tiene que ocurrir. Es importante ser consciente, no estar en las nubes y eso te lo da el reportaje. En ese sentido hay cosas que tu profesión te hace vivir con realidad, no engaña. Porque tu trabajo es fotografiar la verdad de lo que hay. Llega un momento en el que tú ya vas viendo que son 50 años los que llevas en esto y que a lo mejor subir y bajar los 300 y pico escalones que hay en muchos templos indios te agota. O tienes que correr detrás de los caballos y eso también te agota, sobre todo si suben por pendientes o bajan con rapidez. Llega un momento en el que no puedes. Por eso tienes que conocer tus limitaciones y saber aprovechar el tiempo que te queda por delante –si la vida se porta bien contigo– porque nunca sabes lo que va a pasar. Hay que ser siempre realista.
"He tenido libertad a costa de trabajar muchísimo"Cristina García Rodero
¿Qué sentía la Cristina veinteañera que se embarcaba por primera vez completamente sola cuando recorría aquella España procesional y oculta de los setenta con la única compañía de su cámara? El coche, después de ocho años de trabajo hasta que te lo pudiste comprar, se convirtió en tu casa literalmente.
Cuando empecé a crear toda la obra de «España oculta» sentía que era muy ignorante, muy joven, que estaba llena de ilusión, que había encontrado un tema artístico que iba a ser mi obra de por vida, sentía que tenía que hacer libros y exposiciones (más tarde aprendí a hacer audiovisuales aunque nunca pensé en una película). Sentía vocación, ganas de hacerlo bien, ganas de aprender, ganas de vivir, ganas de todo. Era una chica con ganas de todo. Aquellos años me obligaron a ser rápida, a investigar, a convivir con la gente, a entender lo que era la fotografía documental, lo que era el reportaje. Me influyeron enormemente los retratos de Irvin Penn y Diane Arbus en ese momento, porque la segunda especialmente te hacía ver la fuerza que tiene la cámara, hasta dónde puede llegar y ella con su mirada llegaba a las entrañas de la gente. Me fascinó enseguida el retrato pero la fiesta es movimiento y tuve que aprender a ser rápida aunque entonces no lo fuese. Mi vida ha sido una lucha contra el tiempo.
¿Cuánto ha cambiado la España de entonces en comparación con la de ahora?
Muchísimo. Me tocó varias veces dormir en la estación de tren tapándome con el mapa de carreteras hasta que me pude comprar el coche y meter dentro un colchón para poder descansar. Me llamaba a mí misma ‘‘la chica del saco’’. Antes las tradiciones eran algo despreciado, arrinconado, porque se relacionaban con todos los años de dictadura de Franco y al poder de la Iglesia, a una España con una posguerra muy dura y muy pobre. Se asociaba a eso y también a la incultura, cuando la cultura popular es la sabiduría de un pueblo. La de antes era una España muy tranquila porque no eran tan conocidas en Europa las fiestas locales. Había muchísimos problemas de carreteras, de pensiones, de hoteles, no había comodidades para nada, pero las tradiciones eran muy auténticas, no se masificaban de turistas, las vivían casi exclusivamente la gente del pueblo. La economía y el terreno fueron cambiando poco a poco y con la aparición de las autonomías la gente se dio cuenta de que todo eso formaba parte de su historia, de su cultura, de sus raíces, que era parte de ellos, de su personalidad, que estaban orgullosos de su historia y que había que celebrarla. Pero también que había que comunicar a través de prensa cómo se celebraban y en qué consistían. Entonces empezó a llegar la gente en masa y aunque eso se traduce en una mejora de la economía para esos lugares, también implica mucha gente nueva que solo viene a divertirse y no sienten ningún respeto por lo que están viendo. Además del económico también ha habido un cambio enorme y es el de la mujer. Las fiestas antes eran principalmente para los hombres. Las mujeres se quedaban en la cocina preparando comidas especiales y ahora es protagonista y es atrevida en todos los sentidos.
"Los rituales, las tradiciones, nacen por algo y viven mientras son útiles para los demás"Cristina García Rodero
La mejora de las comunicaciones también influiría claro...
Sin duda. Tú piensa que cuando yo empecé había poca gente que tenía coches, ahora todo el mundo tiene uno, ahora todo el mundo tiene internet, todo el mundo tiene teléfono. A veces para informarme de las cosas que necesitaba saber llamaba a teléfonos públicos porque era el único que existía en todo el pueblo. O llamaba al bar o a la Guardia Civil. Una vez recuerdo que paré en Valdepeñas (Ciudad Real), volvía del Rocío y estaba agotada. Paré en una gasolinera que estaba cerrada (la de enfrente estaba abierta) y preparé todo para dormir, me aseguré de que no hubiera ninguna persona y al cabo de un rato alguien me intentó robar. Me levanté y al incorporarme, el que me iba a robar se pegó tal susto y yo también al pensar en la posibilidad de que alguien pudiera abrirme el coche, que salió corriendo y yo estuve toda la noche sin poder pegar ojo. Ahora no tiene nada que ver, con internet buscas rápidamente dónde puedes dormir, te enteras bien de los horarios de las fiestas, los descansos que hacen, de dónde salen, cuántos cofrades componen esa peregrinación, dónde descansan. Ahora lo sabes todo y en cambio cuando yo empecé no sabías nada. Me tiraba horas enteras llamando a los pueblos, hablando con las telefonistas que la mayoría eran mujeres y ellas mismas me daban los datos, me pasaban con la persona adecuada que solía ser la mayordoma o el tamborilero. Esas telefonistas para mí fueron una ayuda indispensable.
¿En alguna ocasión has juzgado moralmente alguna de las tradiciones que estabas fotografiando o te ha resultado imposible no sentir rechazo?
No, yo no soy quién. Me pueden gustar o no. A veces puedes simplemente no entender algo. Por ejemplo los castigos corporales o la violencia que puede haber en algunas fiestas, a veces incluso ejercida sobre el propio cuerpo, me cuesta entenderlo. O los trances también. Puedo tener mi propia opinión para mí misma pero no me atrevo a juzgarlo. Los rituales, las tradiciones, nacen por algo y viven mientras son útiles para los demás. El día que no tengan utilidad morirán igual que nacieron.
¿Ha habido muchas renuncias personales en una trayectoria tan libre, pero al mismo tiempo tan solitaria?
Yo creo que cuando estás tan metida en tu trabajo no piensas en lo que renuncias, piensas en cómo poder hacer un buen trabajo, que ha sido una de mis máximas ilusiones: dejar una obra de calidad, una obra extensa, rica, variada, dar lo mejor de mí misma. Y eso no te permite pensar en lo que te falta. Aunque muchas veces el agotamiento me acabara pasando factura. Cuando iba por las fiestas de los pueblos y veía a la gente cómo se lo pasaba de bien, cómo comían, cómo descansaban, cómo reían, cómo bailaban y tú siempre cargada, muy cargada. A lo mejor ese día no habías podido dormir porque habías tenido que compaginar con las clases y no habías podido salir a una buena hora, con luz, y te caías de cansancio. Toda dedicación por entero a algo implica renuncias, sí. Pero siempre, en todo, en cualquier cosa que hagas. Ganas en unas cosas y pierdes en otras. Mi mayor renuncia ha sido el tiempo. He perdido la oportunidad de poder dedicar más tiempo a mi familia, a los amigos, al descanso, a mí misma, a la lectura, a la música, a regar las plantas, a volver a pintar, a poder veranear, algo que he hecho muy pocas veces. Las clases con las que yo me pagaba mis trabajos terminaban en junio y tenía el verano entero para poder trabajar y dedicarme a mis imágenes. He tenido libertad a costa de trabajar muchísimo.
"Las fiestas son un pretexto para hablar de la vida y para entenderla mejor"Cristina García Rodero
¿En qué momento crees que tu obra trasciende lo puramente antropológico y se convierte en algo artístico, algo genuinamente creativo?
Siempre he ido buscando lo creativo, pero si además de eso cuento lo que sucede en el lugar, resulta que a veces el resultado se junta mucho con la antropología. Las fiestas son un pretexto para hablar de la vida y para entenderla mejor. Pero mi interés ha estado siempre en dejar una buena obra que te haga entender, comprender, respetar. Pienso que la fotografía tiene ese poder. Que hable de ti, de lo que para ti son demás, de lo que hay detrás de los temas que te interesan.
¿Y qué hay detrás de ti?
Una mujer con mucha curiosidad por la vida que quiere dejar una buena obra.
¿Qué te sigue atrayendo de los seres humanos a estas alturas, cuando tus ojos han visto ya tanto y a tantos?
Ah todo, todo, todo. Creo que conocer a un ser humano es una aventura maravillosa. Bueno, conocer cualquier cosa en realidad. Si encuentras a alguien con quien entenderte, que te comprenda, que te quiera, con quien poder entenderte, que sea leal... eso es un tesoro, lo mejor que te puede ocurrir.