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La ciudad, sus mil vidas y un virus

Una exposición recorre su evolución en el último siglo e incorpora una coda imprevista, la del espacio público secuestrado por el Coronavirus con obras creadas durante el confinamiento
Diane Arbus

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La historia de la ciudad es casi la historia de la humanidad en el último siglo. Aunque solo el 50 por ciento de los habitantes del mundo viven en una urbe (se calcula que en 2050 será el 70 por ciento) los acontecimientos culturales, políticos y sociales más importantes han tenido a las ciudades como escenario. Aunque quizá las previsiones del futuro no se cumplan, y, quién sabe, aprendamos a abandonarlas, en los últimos cien años las calles adoquinadas o asfaltadas han sido testigos de la euforia, depresión, utopías, guerras y desencanto vividas por la Humanidad. Algunos artistas estaban allí para captarlas con sus cámaras de fotos y esa es la materia prima de «Cámara y ciudad. La vida urbana en la fotografía y el cine», exposición que, en tiempos de excepcionalidad, acaba de abrir sus puertas en el CaixaForum de Madrid. La muestra proviene de Barcelona pero incorpora un muy interesante apéndice que ha crecido durante la pandemia: un capítulo extra en el que algunos de los fotógrafos representados en la muestra crearon una obra «ex profeso» para la exposición. Un interesante epílogo que trata de captar el espacio público cuando nos lo secuestraron debido a la situación sanitaria. Un proyecto artístico que nació confinado y que, desde hoy, está libre, bajo las reglas de la nueva normalidad, para ser presenciado en CaixaFórum Madrid.
Promesas incumplidas
En total son 260 obras de 81 artistas que captan un siglo de vida de las ciudades. Florian Ebner, responsable del Departamento de Fotografía del Pompidou, que coproduce la exposición y de la que es comisario, explica la muestra en términos casi cronológicos: «Queremos contar, en 10 capítulos, la historia de la cultura urbana que ha forjado la modernidad». La primera sala estaría ubicada temporalmente en los llamados «felices años 20» en los que la ciudad sintetizaba el optimismo y la fe en el futuro hasta posteriores simbologías más críticas e incluso decadentes de la gran urbe. Aparece la ciudad vertical plasmada por Moholy-Nagy. Las torres de radio, los enormes puentes y transbordadores metálicos a los que la fotógrafa Germaine Krull dedicó su famoso libro «Métal». Así, en la siguiente década aparece la mirada social como la hegemónica. El burgués deja de ser el protagonista para serlo el proletario, como capta Brassaï y muchos otros simplemente aficionados que se plantan en los grandes bulevares parisinos y ven vagabundos. Las calles son el escenario de promesas incumplidas de progreso y de futuro y en está década la fotografía, ya ampliamente difundida como medio de comunicación, será quien narre uno de los primeros eventos dramáticos y mediáticos de la historia: la Guerra Civil española será objeto de nutridos reportajes documentales en multitud de publicaciones de información que muestren los horrores del conflicto pero también de la propaganda política. Las revistas francesas, de las que se exhiben varias en la muestra, dan cumplido ejemplo de lo poco que ha cambiado el periodismo impreso. España se situará en el centro de la producción fotográfica del mundo y los mayores exponentes del momento como Cartier-Bresson desarrolla en la España pre bélica su estilo Solo tenía 25 años cuando, entusiasmado a partes iguales con su cámara Leica y el surrealismo, llega a España enviado por la revista «Vu» e incluso expone en el Ateneo de Madrid. Hay múltiples ejemplos en la exposición no solo de grandes nombres españoles (Agustí Centelles, Gabriel Casas, Pere Català Pic) y del propio maestro francés, que plasma Sevilla antes de la guerra aunque en realidad parezca que el paisaje es bélico.
Personajes amenazantes
La década de los 40 es la del desgarro y la vergüenza de las bombas que conducen al existencialismo. El fotógrafo paseante trata de pasar página, de buscar la humanidad que hace iguales a todos los que habitan la ciudad, aunque, como pasa en el Raval de Barcelona, la gente sea diferente o hasta muy diferente entre sí. Joan Colom, como una figura única en el panorama europeo con sus imágenes del Barrio Chino, a medio camino entre lo sensual y lo desagradable. Pero siempre humano, igual que los amenazantes personajes que William Klein captura en Little Italy, Harlem o alrededores, blandiendo un revólver sin edad legal para beber. La ciudad y su violencia silenciosa o no tan callada, sino que directamente proclama la ley del más fuerte. la ciudad puede ser un campo de juegos o un campo de batalla.
En esa lucha por el metro cuadrado de territorio, del oxígeno, es en la que se dirimen los años 60, la mirada crítica sobre la sociedad moderna desembocará, al final de la década con el mayo francés, en la ciudad rebelde, la lucha por los derechos civiles que recorre Estados Unidos y que empieza a caldearse en España ante el inminente final de la dictadura. España recupera el paso con el contexto internacional, se acompasa y se echa a la calle por sus propias causas. En la muestra, fotografías de Pilar Aymerich o de Manel Armengol dan muestra del conflicto social ya no soterrado sino ampliamente escenificado. Y esa es la palabra clave en la fotografía de la década siguiente, la escena. La ciudad se convierte en un espejo del cine, en un plató de rodaje. El retrato y la potencia de la imagen se imponen sobre otras miradas más naturales y la «dictadura de la autenticidad».
La ciudad horizontal y virtual
En los siguientes años, la ciudad se vuelve horizontal. Aparece, según recordó el comisario, la «banlieue», las afueras, el suburbio, la periferia que, en muchas ocasiones estaban ocupadas por viviendas antiguas que son demolidas, pequeños pueblos que son fagocitados por la urbe que crece como un magma en todas direcciones.Los artistas dirigen su mirada hacia estos nuevos «no-lugares». Manolo Laguillo, Mathieu Pernot o Martí Llorens captan la transición voraz de la ciudad hacia el futuro y las rendijas por las que asoma lo antiguo, lo inmutable. Y así se llega a fenómenos contemporáneos como la gentrificación, la degradación de los centros de las ciudades o la despoblación por la presión turística y el fenómeno de la gran emigración. El espacio público vuelve a res revisado e imaginado. «Porque la calle puede ser un campo de juegos o un campo de batalla», recordó Florian Ebner. Sin embargo, en los últimos tiempos, la ciudad física y local ha dado paso a una virtual y global en la que Google Earth y las redes sociales permiten conocer sin pisar. Y entonces, como giro final de esta historia de mil ciudades, una pandemia global obliga a renunciar al espacio autóctono y próximo, a autoenajenarnos del entorno. Y a tener que volver a pensar cómo queremos que sea la ciudad.
Postales vacías en un falso expositor
Respondiendo al reto de captar la ciudad en el confinamiento específicamente para esta exposición, Anna Malagrida y Mathieu Pernot dieron lugar a la obra «París confinado» (en la imagen), compuesta de 60 postales creadas en junio de 2020. En ellas aparece la que es, quizá, la ciudad más turística del mundo retratada con una mezcla de realidad (sin paseantes importados de lejanos países) y de irrealidad (pues no se ve un alma en las calles y las imágenes parecen de un decorado). Las postales están presentadas en un falso expositor para su venta, lo que confunde al espectador, pero han sido enviadas realmente, con sello y franqueo de los servicios postales franceses. El mensaje es: «París confinado», como si fuera el texto de un náufrago.