Cristina López Barrio: «La vida es sufrimiento y, aunque la gente lo niegue, hay que enfrentarse a ello»
Es abogada, aunque no ejerce la profesión debido a su vocación literaria. Su mirada agita al que la recibe, y su aura espiritual y pacífica invita a olvidar el mundo en su presencia
El gallinero de la capital le grita para que alce la voz, pero Cristina López Barrio contesta con tono suave y aterciopelado. Te absorbe lentamente, y sin darte cuenta obvias las obras, los motores y las conversaciones del exterior. Ése es el efecto que causa su presencia, pero también sus libros. Tras una experiencia en literatura juvenil, publicó su primera novela para adultos en 2010, «La casa de los amores imposibles», y la segunda, «El cielo en un infierno cabe», en 2013. De ambos vendió más de 100.000 ejemplares, divulgándose en más de quince países. Ahora, como una escritora asentada, sale a la luz «Tierra de brumas» (Plaza & Janés), ambientada en la Galicia profunda, de los verdes bosques, las turbadoras neblinas y las meigas.
–Estudió Derecho, aunque hace cinco años que no ejerce la abogacía. ¿Se desencantó de la Justicia?
–Cuando empecé a ejercer, de alguna manera se produjo mi desvirgue práctico y me di cuenta de que había bastante matices a la hora de aplicarla, como que la separación de poderes no es real, incluso muchos cargos son meramente políticos. Y a veces tienes que defener cosas en las que no crees y que son indefendibles, pero es el mundo real y los casos hay que llevarlos hacia adelante.
–Bastantes abogados han tendido a la literatura.
–Hay un buen número de escritores que han ejercido la abogacía, como Luis Cernuda, que es uno de mis poetas favoritos. En mi caso estudié la carrera porque tenía que ganarme la vida así como por influencia familiar, porque mi padre y mi hermana eran abogados. Yo quería escribir pero mi padre me decía que en este país con la literatura sólo comen cuatro personas.
–¿Se considera una escritora romántica?
–A veces me preguntan si bebo mientras escribo, si soy alcohólica, tipo Hemingway. Si lo fuera, cuando escribo durante doce horas tendría un coma etílico. Yo empecé escribiendo poesía sobre el vacío, el no encontrar el camino, la destrucción, la existencia coincidiendo con la etapa de la juventud, en la que comienzas a salir al mundo y te abordan las preguntas, pero decidí cambiar, aunque sí es cierto que algo me ha quedado de la melancolía anterior, y si tienes tendencia a ese estado existe un riesgo de recaer.
–Entonces no cree en el romanticismo referido al romance, sino a una estilo de vida.
–Es un movimiento nacido en Alemania no ligado al amor, sino a una estética, a una forma de ver la vida que te cambia el ideal de belleza, a la atención a los sueños y al subconsciente. Además, con romanticismo consideramos bello todo lo melancólico, incluso lo terrible. Soy una romántica, lo que pasa es que me debo reciclar para poder existir.
–¿Es posible encontrarse con un Werther hoy en día?
–Sí, creo que puede haber alguien en este mundo que muera por amor, y lo habrá siempre. Igual que quien quiera vender su alma al diablo por la juventud y el dinero.
–Los poemas que comentaba, ¿los publicaría ahora?
–No me conviene. Tengo una carpeta llena de poesías que tiene un valor parecido al de un diario, porque en un principio yo quería ser poeta. Recuerdo que cuando más escribía era por las noches después de haberme tomado cuatro whiskys, con mi hermana durmiendo en la misma habitación y yo con un mechero para iluminarme. Sí que tengo tres novelas más que realicé antes de que se me publicase, una de mundos fantásticos que debería reescribir porque era demasiado barroca, ahora lo soy menos.
–En su última novela habla del destino, ¿lo elegimos libremente o está condicionado?
–Hay acontecimientos que te marcan, y que piensen que estés destinado a que te sucedan o no depende de ti. En esta novela hay un poco de tragedia griega en el sentido de que hagas lo que hagas tu destino ya está escrito y no se puede cambiar, pero también tiene un punto, y yo sí que creo en ello, en el que se muestra que todos tenemos la libertad de elegir nuestro camino. En mi experiencia personal hubo un momento en el que pude decidir si continuar por la vía del oscurantismo, el existencialismo y la destrucción de preguntarme constantemente hacia dónde vamos y verlo todo como un reflejo de la muerte, que es lo que marca mi primera escritura de juventud, o modificar la dirección y empezar a vivir, dejar de preocuparme y de preguntarme por el sentido de mi existencia. Lo difícil de elegir nuestro destino es tener la valentía de afrontarlo y sufrir por ello. Yo creo que la vida es sufrimiento, y aunque la gente se niegue a ello, hay que sentarse a enfrentar el dolor.
–En «Tiempo de brumas» trata la muerte, ¿no cree que lo macabro posee una imagen negativa?
–En otras sociedades no, pero en la nuestra tiene una connotación casi de tabú. La muerte no tiene por qué ser macabra, depende de si al lector le parece más o menos agradable.
–¿Es una persona espiritual?
–En alguna forma sí, porque me gusta mucho ese aspecto y me produce gran curiosidad. Soy una persona con tendencia a la introspección, a la soledad y a la melancolía, y lo que me atrae de Galicia es ese paisaje nostálgico en el que la imagicación se dispara.
–Galicia se identifica como una región de ideología conservadora. Es curioso al tener una cultura de misticismo tan arraigada.
–Estuve investigando y Galicia no es tan conservadora como la pintan. He visto cómo ellos van luchando porque la tierra pertenezca al campesino que la trabaja y no a un terrateniente, y también pelean por sus derechos y libertades. Y luego durante la República se produce algo bastante curioso, que es la existencia de sindicatos tanto católicos como de izquierdas. Sí es verdad que en la Guerra Civil no hubo ningún frente republicano fuerte y los que existieron fueron aplastados rápidamente por el bando nacional.
–Ahora que ha estudiado la tradición gallega, ¿tendrían motivos para exigir su independencia?
–Me encanta que en España exista una gran riqueza de lenguas y costumbres. Al final es un tema de respeto, de admiración y de querer conocer el resto de culturas. Ahora esta pregunta es compleja porque vamos camino del 27-S y te preguntas que si Cataluña lo consigue, por qué no luego los gallegos, los vascos o los andaluces.