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Estreno

Crítica de "Club Zero": prohibido comer ★★ 1/2

Dirección: Jessica Hausner. Guion: Géraldine Bajard y J. Hausner. Intérpretes: Mia Wasikowska, Sidse Babett Knudsen, Elsa Zylberstein, Mathieu Demy, Amir El-Masry. Austria, 2023. Duración: 110 minutos. Drama.

Un fotograma de "Club Zero"
Un fotograma de "Club Zero"Imdb

“Club Zero” comparte con “Lourdes”, la mejor película de Jessica Hausner, un mismo credo: los sueños de la fe crean monstruos. En este caso, la posibilidad de un milagro no tiene que ver con los gestos curativos de una virgen sino con la quimera de un cuerpo sano, que contribuya a la sostenibilidad de un mundo que se desmorona, propiciada por otra mujer prerrafaelita, en este caso la profesora de nutrición de un internado. El camino para creer es parecido: participar de una fantasía colectiva de pureza que haga frente a la impureza de la sociedad.

Si “Lourdes” se centraba en una víctima propiciatoria, una inválida que, por un momento, cree haber sido tocada por la gracia de Dios, ofreciendo un poderoso centro emocional a una película que hacía de la ambigüedad y el misterio su motor, “Club Zero” es mucho más prosaica en sus denuncias, y su deriva hacia la sátira sobre la militancia del ‘mindfulness’, la comida orgánica y la conciencia homeópata provoca preguntas contradictorias. No estamos muy seguros de si la película critica el pensamiento ecológico como una ideología sectaria o si, por el contrario, defiende metafóricamente la anorexia como la única forma de revolución de la generación Z contra esas élites, que encarnan sus padres, que han delegado toda responsabilidad ética sobre sus actos en el lento declive de la civilización.

En una película tan nihilista, que se divierte alimentándose de su propio vómito, Hausner parece dejarse atrapar por el extremismo de su premisa, como si la voz y la gestualidad monocordes de la profesora convertida en líder de una secta que hace del ayuno radical un camino hacia lo trascendente, y que Mia Wasikowska interpreta con una frialdad entre inquietante y autoparódica, fueran el principio y el final de su alegoría. En este ser opaco y angélico empieza y acaba una parábola que se devora a sí misma, y la película se desintegra, insegura, como un alimento que hemos dejado demasiado tiempo fuera del frigorífico.

Lo mejor:

Hausner no parece temer las imágenes incómodas en un asunto tan delicado como la anorexia.

Lo peor:

Su crítica acaba por quedarse estancada en una sola idea un tanto desenfocada.