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Estreno

Crítica de "Diamante en bruto": Kardashian style ★★★

Dirección y guion: Agathe Riedinger. Intérpretes: Malou Khebizi, Idir Azougli, Andréa Bescond, Ashley Romano, Alexis Manenti. Música: Audrey Ismael. Francia, 2024. Duración: 103 minutos. Drama.

Un fotograma de "Diamante en bruto" Imdb

Esta podría ser la historia de cualquiera de las participantes de “Mujeres y hombres y viceversa”, que no es más que la historia de aquellas pin-ups de calendario que soñaban con ser estrellas de cine. Han cambiado las alfombras rojas por las plataformas de pago y las redes sociales, pero el objetivo es el mismo. Es la historia, pues, de las invisibles haciéndose visibles, con todo los efectos nocivos que conlleva exponerse en la era del capitalismo de la hipervisualidad, donde la cosificación del cuerpo y la normalización de la cultura de la violación amenazan con alterar la percepción de lo real de toda una generación de chicas que toman como modelo de belleza y comportamiento a las Kardashian, cuando lo único que pueden permitirse es robar cosméticos en grandes almacenes y revenderlos para costearse sus cambios de imagen.

En este sentido, “Diamante en bruto”, que viene a ser una prolongación de “J’attends Jupiter”, el corto que Agathe Riedinger dirigió en 2017, es un afilado retrato de esas jóvenes de periferia, a un paso de la exclusión social, que encarnan un arquetipo que cineastas como Bigas Luna en “Yo soy la Juani” o Andrea Arnold en “Fish Tank” ya dibujaron años atrás. Apoyándose en la extraordinaria interpretación de Malou Khebizi, la cámara de Riedinger se pega a Liane sin juzgar su obsesión por formar parte de un programa de telerrealidad (“La isla de los milagros”), analizando, casi con interés antropológico, los motivos que alimentan su adicción por la fama televisiva.

En algunos tramos no se aleja demasiado de ciertos clichés del cine social al uso, aunque lo más interesante de “Diamante en bruto” se articula alrededor de la idea del cuerpo como agente de significación simbólica en una cultura atravesada por la virtualidad de los afectos.

Lo mejor:

La verdad que desprende la descarnada interpretación de Malou Khebizi.

Lo peor:

A veces da la impresión de que ya la hemos visto demasiadas veces.