Crítica de "El inocente": amores asimétricos ★★★★☆
Dirección: Louis Garrel. Guion: Louis Garrel, Tanguy Viel. Intérpretes: Louis Garrel, Roschdy Zem, Anouk Grinberg, Noémie Merlant, Manda Touré, Léa Wiazemsky. Francia, 2022. Duración: 100 minutos. Comedia.
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“El inocente” está articulada alrededor de dos representaciones, sugiriendo que el amor solo puede surgir de una puesta en escena de los sentimientos, y que, desde ese espacio del artificio, puede revelar su condición de pura fantasía performativa (una mentira) o descubrirse como una verdad que no había encontrado su propio lenguaje para expresarse. Ese juego de simetrías, que separa las dos parejas románticas del filme como modelos extremos de una manera de entender el amor, organiza una deliciosa comedia criminal, a veces escorada hacia el melodrama, en la que Louis Garrel aprovecha el carisma de sus actores (él incluido) para que la trama, atolondrada y excéntrica, se despliegue con fluidez.
Por un lado, están Sylvie (Grinberg), que se casa con un exconvicto, Michel (seductor Zem), al que ha conocido en las clases de teatro que imparte en prisión; por otro, están Abel (conmovedor Garrel), hijo de Sylvie, compungido viudo y guía de un acuario, que desconfía de su nuevo padrastro, y Clémence (bulliciosa Merlant), la mejor amiga de Abel. No contaremos aquí cómo estas dos parejas se mezclan en un atraco que se intuye imperfecto, pero es mérito del Garrel director que la película transite temas dolorosos -el autoengaño, el duelo, la hipocresía, el miedo a equivocarse- con una ligereza cálida y empática.
Es lógico que, en un filme para el que la idea de representación está tan cargada de sentido, los espacios -la floristería, el acuario, el restaurante- parezcan decorados, lugares que, con sus vivos colores, estén preparados para el vodevil o la comedia romántica. Así las cosas, la escena más hermosa de la película, la que protagonizan unos espléndidos Louis Garrel y Noémie Merlant sentados a la mesa de un bar de carretera, con un tercero en discordia atento a un juego teatral que deviene en mar de lágrimas, es un ejemplo perfecto para explicar la brillantez con que el director de “Un hombre fiel” ha sabido graduar los latidos de su cámara.
Lo mejor:
Que nunca sabes por dónde te va a llevar, y que sus actores parecen haber disfrutado mucho haciéndola.
Lo peor:
Tal vez el personaje de Sylvie, la madre de Garrel, sea en exceso esquemático.