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Estreno
Crítica de "La voz de Hind": un fantasma político ★★★ 1/2
Dirección y guion: Kaouther Ben Hania. Intérpretes: Saja Kilani, Motaz Malhees, Clara Khoury, Amer Hlehel. Música: Amin Bouhafa. Túnez, 2025. Duración: 98 minutos. Drama.

Cuando la ensayista Laura Rascaroli habla de “acustemología espectral” se refiere a la forma en que, desde el territorio epistémico del sonido, una voz sin cuerpo puede informarnos del estado del mundo, de una comunidad o una cultura, a menudo colonizada o fronteriza. Es una clase de voz que atraviesa a veces los documentales ensayísticos, que recupera la voz de los marginados o los desaparecidos, y que se erige en el sonido de las cadenas de un fantasma político.
Cuando Kaouther Ben Hania decide utilizar los setenta minutos de la grabación de la voz de Hind, la niña de seis años que estuvo rogando que la rescatasen durante horas después de que el coche donde viajaba con su familia fuera tiroteado por el ejército israelí en Gaza, está trabajando desde la reivindicación de un pueblo aplastado por el opresor, un pueblo al que el cine le abre un espacio aural, más presente que nunca en su dimensión fantasmagórica. Que la voz real de Hind vertebre la reconstrucción dramática de ese momento ignominioso es la gran contribución de las víctimas al particular monumento a una comunidad cuya dignidad el cine lucha por restituir.
Si, en el plano teórico, “La voz de Hind” funciona como un gesto impecable, moralmente irreprochable, ¿qué ocurre en la práctica? Toda la acción transcurre en el centro de emergencias de la Media Luna Roja, y Ben Hania tiene que conseguir que el dispositivo sonoro sea suficiente para, por un lado, crear tensión y, por otro, despertar indignada emoción. Lo logra a gritos: es posible que semejante punto de partida no admita sutilezas, pero la cineasta tunecina explota la injusticia de la situación sin escatimar en efectismos.
La realidad siempre supera a la ficción, pero la ficción que imita a la realidad enseña aquí sus costuras: aunque es una buena idea de puesta en escena que lo real y lo simulado compartan encuadre (la actriz que interpreta a una de las voluntarias reflejada en la mujer real a la que encarna, su imagen grabada en un móvil), la película abusa de los rostros crispados y los llantos espontáneos de los cooperantes, del montaje sincopado en crescendo sostenido, de la redundancia didáctica que nos informa de los protocolos que condenaron a muerte a tantas víctimas y a tantos de sus rescatadores. Es una película tan imprescindible como discutibles son sus métodos.
Lo mejor:
El gesto de hacerla, el hecho de que exista demuestra que el cine sirve para dar voz a los muertos y enterrados por los opresores.
Lo peor:
A veces da la impresión de que es una película que necesita gritar demasiado para decir la verdad.
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