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Exposición de un clásico

Cuando Dalí montó el Cristo

Una exposición y un libro reivindican una de las obras más emblemáticas del periodo místico del artista surrealista

A lo largo de su vida, Salvador Dalí quiso ser muchas cosas: desde cocinera a Napoleón. Sin embargo, una vez vuelto de su peculiar exilio en 1948, quiso ser místico pese a que en su juventud admitía ser ateo sin ningún pudor. Regresado a España quiso jugar a ser una suerte de artista del Siglo de Oro en versión del siglo XX. Probablemente la obra cumbre de este periodo es el Cristo que pintó basándose en el que se le apareció a San Juan de la Cruz. El gran cuadro se expone por primera vez en el teatro-museo del artista surrealista en Figueres procedente de la Kelvingrove Art Gallery and Museum de Glasgow. Es un imponente invitado de honor que debía haberse presentado hace unos pocos años en la ciudad ampurdanesa, pero la pandemia truncó ese primer proyecto.

«No es una operación marketingniana sino una operación cultural. Lo que es importante es que la gente podrá disfrutar de esta obra», dijo Jordi Mercader, presidente de la Fundació Gala-Salvador Dalí durante la presentación de la muestra que permanecerá abierta hasta el próximo 30 de abril. Para la ocasión, como comentó Montse Aguer, directora de la institución, se ha reunido documentación que permite conocer el proceso que siguió Dalí para crear su Cristo y que fue relativamente rápido. En su taller de Port Lligat, Dalí comenzó a trabajar en la tela en julio de 1951 y la concluyó en noviembre de ese año.

Pero el punto de partida es algo anterior, en 1948, cuando recién regresado a España, Salvador Dalí realizó una visita al Monasterio de la Encarnación, en Ávila, mientras trataba de poner en marcha una película basada en Santa Teresa de Jesús y con los ojos puestos en algún gran estudio de Hollywood. Fue allí donde pudo contemplar un pequeño dibujo que impresionó profundamente a Dalí. Lo había realizado San Juan de la Cruz, el resultado de una visión en la que aparecía el crucificado flotando en el espacio.

El pintor contó para su labor pictórica con las fotografías que se le tomaron a dos modelos. Uno de ellos era un gimnasta canadiense llamado Russ Saunders y que había trabajado como doble de acción en películas como «Raíces profundas», «Los tres mosqueteros» o «Cantando bajo la lluvia». Saunders cumplía uno de los objetivos principales para la imagen que quería dar Dalí de Cristo: atlético, pero no musculado. Que fue un proyecto muy meditado lo prueba también un cuaderno, hasta ahora inédito y procedente de una colección particular, también presente en la muestra, en el que se recogen algunos de los estudios preparatorios que el artista realizó antes de atacar la tela.

Para Dalí la obra debía presentarse en unas condiciones concretas, tal y como le abocetó en una carta al poeta Leopoldo Panero con motivo de la exhibición de la tela en la Bienal Hispanoamericana de Arte. En ella le indica qué tipo de iluminación quiere para su obra maestra, acompañada de «La cesta del pan», «La espiga de trigo» y «La Madona de Port Lligat». Pero el mito de «El Cristo» se acentuaría al unir su destino con el museo de Glasgow donde se conserva, institución que pagó por la pieza unas 8.200 libras esterlinas de la época. El director del museo, Tom Honeyman, artífice de la operación fue hábil al negociar con el pintor tanto la compra del cuadro como el poder tener los derechos de explotación del mismo.

Coincidiendo con la exposición, Planeta ha publicado el volumen «¿Por qué, Dalí?» donde se reúnen textos de Montse Aguer, Javier Sierra, Carme Ruiz, Pippa Stephenson, Rosa M. Maurell, Irene Civil, Laura Feliz y Ducan M. Dornan. Una mención especial dentro del libro, con numerosa documentación gráfica alrededor de «El Cristo», es la conversación que mantienen Aguer y el pintor Antonio López quien se muestra como un entusiasta del padre de los relojes blandos. «Dalí es un gran pintor y, en este sentido, tienen mucha relación con pintores como Velázquez, pero no es velazqueño. Dalí tiene una necesidad enorme de incluirse en la historia de la pintura y lo hace ya desde sus inicios. A él le gustaba definirse como velazqueño. Cuando copia la realidad, lo hace desde su propia perspectiva: al elegir los temas, los tamaños, los procedimientos. El procedimiento de Dalí, que consiste en un lenguaje sumamente detallado, no se había hecho nunca en España hasta él», dice López.