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Historia

Se cumplen 850 años de la donación de Uclés a la Orden de Santiago

El pasado 9 de enero tuvo lugar el aniversario de la donación del castillo y la villa de Uclés de manos del rey Alfonso VIII a la Orden de Santiago en 1174

Ludovico Einaudi, Ara Malikian y Dulce Pontes este verano en el Patio Barroco del Monasterio de Uclés
El Monasterio de Uclés. Experiencias Monasterio de Uclés

Hace 850 años, en Arévalo, delante de prelados y nobles del reino y de su esposa, Leonor de Plantagenet, el rey Alfonso VIII de Castilla hacía acto de la donación de Uclés al Maestre de la Orden de Santiago, don Pedro Fernández de Fuentencalada. La Orden apenas contaba con 4 años de existencia y, aunque tenía la aprobación del Papa Alejandro III, aún no había recibido la confirmación.

El documento que así lo recoge, y que hoy se conserva en el Archivo Histórico Nacional, reza que la entrega se efectuó con “todas sus tierras, viñas, prados, pastizales, arroyos, molinos, pesquerías, portazgos, entradas y salidas…” de la zona y se representan a los reyes, el maestre, un freire, el castillo de Uclés y una bandera o pendón rojo de forma cuadrada desplegado.

La copia del documento de donación se conserva en el Archivo Histórico Nacional, formando parte del Tumbo Menor de Castilla.
La copia del documento de donación se conserva en el Archivo Histórico Nacional, formando parte del Tumbo Menor de Castilla.Uclés

Desde la Reconquista hasta el Común de la Mancha

La donación responde a la necesidad en aquel momento de defender firmemente la frontera, dentro del avance de la Reconquista y la lucha contra los musulmanes. Por ello, una vez se liberó el territorio, la Corona lo encomendó a esta orden militar con el fin de garantizar su gestión y contribuir a su repoblación.

Para hacerla posible, se concedía a cada colono una cierta cantidad de tierra para labrar, y solar para hacer su casa. Además, las villas y lugares dependientes que pertenecían al alfoz de Uclés gozaban de una serie de privilegios que emanaban de la propia pertenencia a la Orden, como poder pastar y abrevar con los ganados, arar y labrar las tierras de los términos de la Orden, exenciones fiscales, amparo de justicia y ventajas de diversa índole.

La repoblación de este alfoz tan extenso tuvo lugar entre el último tercio del siglo XII y la primera mitad del XIII y la Orden de Santiago administró la justicia, recaudó la mayoría de tributos en beneficio propio, salvaguardó el orden público y estableció la prestación de un servicio militar entre los vasallos.

Ya en el siglo XIV aparece la denominación de “La Mancha”, que hace referencia a la ausencia de un potencial humano notable y que, como topónimo, adquirirá carta de naturaleza institucional en 1353 al crearse el “Común de la Mancha”.

A partir de entonces, el término conseguirá un predicamento territorial más amplio, apareciendo en El Quijote y dividiéndose, a su vez, en 3 comunes: el Común de Montiel, el Común de La Mancha el Común de Uclés, y todos ellos situados entre los ríos Cigüela y Guadiana.

[[H2:Hoy en día…]]

Este último común lo formaban municipios conquenses integrados al principio por Uclés y 10 de sus aldeas, hoy todos municipios -salvo La Moraleja-, que siguen existiendo: El Acebrón, Almendros, Fuente de Pedro Naharro, La Moraleja, Rozalén, Saelices, Tarancón, Torrubia, Tribaldos y Villarrubio. Posteriormente, en el siglo XVI, se incorporarían Pozorrubio de Santiago y Horcajo de Santiago, procedentes del Común de La Mancha.

Además, también se debe a la Orden que recibió estos territorios, mucha de la toponimia que hoy conservan muchos de los pueblos de la zona, como Horcajo de Santiago, Villamayor de Santiago, Pozorrubio de Santiago, etc...

Otros pueblos, sin llevar el nombre de Santiago, muestran en sus símbolos municipales la cruz roja en forma de espada, que representa a la Orden, como Almonacid del Marquesado, El Hito, El Acebrón, o Tarancón. que tiene un escudo sobre pergamino dorado donde una cruz de Santiago lo abraza.

En la actualidad merecen una especial mención las fiestas religiosas y populares, tanto de antigua tradición como de reciente creación, que tienen por razón de ser la huella de la Orden de Santiago. Son ejemplos de esto el Vítor de Horcajo de Santiago, las fiestas de moros y cristianos de muchos pueblos, la Alvarada de Cañete dedicada al maestre Álvaro de Luna, las jornadas de los Tercios de Huélamo dedicadas a Julián Romero, el Triángulo Manriqueño dedicado al comendador y Trece Jorge Manrique, y las Jornadas de la Orden de Santiago con más de 20 ediciones en Uclés.

Por último, no se puede olvidar tampoco la fiesta de San Mateo en Cuenca, que festeja la conquista de la ciudad en la que intervino la Orden.