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África

Presentación

David Van Reybrouck: "¿Cómo puede ser que un país que tendría que haber sido el más rico de la Tierra se haya convertido en el más pobre y fallido?"

El historiador belga presenta en Madrid su libro "Congo: Una historia épica". Un profundo y conmovedor reportaje en el que desgrana las claves históricas de uno de los países más desatendidos del mundo

David Van Reybrouck en Random House/ Fotografía: Gonzalo Pérez
David Van Reybrouck en Random House/ Fotografía: Gonzalo Pérezlarazon

El historiador belga presenta en Madrid su último libro, "Congo: Una historia épica". Un profundo y conmovedor reportaje en el que desgrana las claves históricas de uno de los países más olvidados del mundo

Los primeros gritos del nacimiento del continente olvidado siguen despertando la conciencia de aquellos europeos inquietos que encuentran en el estudio y el análisis del periodo colonialista del XIX las respuestas a todas las preguntas de la tierra. David Van Reybrouck (Brujas, 1971) es una de esas cabezas inquietas que ha decidido utilizar la escritura para lograr resolver la extensa y difícil ecuación de la historia del Congo, un país contemporáneamente desconocido cuya esencia y espíritu rescató en el año 2010 el historiador y arqueólogo belga en un libro, "Congo: Una historia épica", que ahora vuelve a cobrar vida gracias a la nueva edición y traducción al español de la editorial Taurus. Con el firme propósito de dar voz a aquellos que durante siglos la tuvieron silenciada y poner nombre a las caras anónimas de la pobreza, Reybrouck reconstruye el recorrido histórico de un país cansado "en el que la pintura palidece tan rápido que da la impresión de que la gente ya ni se toma la molestia de darle una nueva mano". Este es el relato de un territorio que se asfixia. Nos encontramos con el historiador para intentar comprender por qué y para charlar sobre las extrañas y paradójicas formas que tiene el mundo de consumir sus recursos.

- ¿Cómo se construye un libro de la historia de un país africano como el Congo sin caer en una perspectiva eurocentrista?

- Lo primero que tuve que hacer fue tomar conciencia de que soy europeo. Es decir, superar mi propia perspectiva. Centrarme en buscar la diversidad de las fuentes locales, hablar con gente de allí, leer textos africanos. Soy hombre, europeo, belga y encima mi padre estuvo en el Congo, por suerte, después de la Independencia. Desde el principio sentía que tenía que ser consciente de mis propias limitaciones. Por eso era fundamental ir al Congo y hablar con la gente de allí. Y no estoy hablando solamente de las élites, porque lo que dicen sus voces ya lo sabemos a través de quienes hacen textos y discursos políticos, sino de los que están abajo. Me puse a hablar con una señora mayor que vendía mandioca y me di cuenta de que a veces uno puede aprender mucho más hablando y pasando tiempo con gente así que con un político. A menudo, la gente suele pensar que hay una perspectiva africana, o una perspectiva congoleña, como si fuese una cosa única. Pero es algo muy diverso. Esto va de los ricos a los pobres, de los hombres a las mujeres, de una parte del país a otra, en la que por cierto, hay 400 lenguas distintas. Estamos hablando de todo un universo. Cuando empecé a escribir el libro, era consciente de que tenía que tratarse de algo más que un libro belga, escrito por un autor belga, sobre el Congo Belga. Y constantemente traté de verlo todo con ojos africanos.

- ¿Escribir sobre la desigualdad ayuda a comprenderla? ¿O simplemente sirve para ordenar a través de las palabras los motivos que la generan?

- Te diría que ambas. Comprender la desigualdad es la parte fácil. Es algo tan manifiesto, tan obvio... pero tratar de explicar por qué ocurrió o cómo ocurrió es lo complicado. ¿Cómo puede ser que un país que tendría que haber sido el país más rico de la tierra porque tiene todos los recursos naturales que la economía necesita o ha necesitado en los últimos quinientos años, se haya convertido en el país más pobre y más fallido de la tierra? Ese el gran reto. El fenómeno que vemos en el Congo es lo que se denomina "la maldición de los recursos naturales". Si lo que uno tiene en su terreno (en el subsuelo) es muy rico y lo que está por encima (el Estado) de ese subsuelo es débil, hay mucha gente que va a querer sacar lo primero, lo que está debajo y que van a tener interés en mantener lo segundo, lo que está arriba, el Estado, frágil y débil.

Para justificar esto, se utiliza de forma cínica la idea de que el Estado nace fallido, pero en el fondo, no son más que historias de éxito del mundo neoliberal. Para las empresas internacionales o los países extranjeros el hecho de poder acceder al oro, a los diamantes o al coltán es casi como un sueño. Y en los últimos 500 años, en el Congo había esclavos, marfil, caucho, cobre, uranio, diamantes pero ahora hay coltán. ¿Y sabes qué? Creo que el Congo en el futuro corre el riesgo de volver a tener algo que el mundo necesita.

Para empezar agua potable. El continente africano se está secando, el Sahel y el Sahara están ampliando su tamaño, pero dentro de todo el territorio tenemos esa esponja húmeda que es el Congo. El río Congo es muy importante, muy caudaloso, tiene muchísima agua. Allí está la presa de "Inga", que tiene el potencial de convertirse en la presa hidroeléctrica más importante de África. Podría abastecerse todo el continente a partir de esta presa. Estamos hablando además de energía limpia, de energía renovable. En una época en la que el cambio climático es tan inmediato y tan abrasivo, estos dos activos, la energía limpia y el agua potable, son imprescindibles y los vamos a seguir necesitando.

- Pero nada cambia...

Efectivamente. No olvidemos esto. Para el congoleño medio nada va a cambiar. Es profundamente triste y es muy difícil romper esa dinámica porque Kabila, que era el presidente desde 2001 hasta hace unos meses, ya no lo es, pero sigue teniendo en sus manos todo el poder tanto militar, como económico, como político. Es muy sencillo. Si tu eres el presidente de una empresa que se dedica a la extracción de oro canadiense o si eres un alto funcionario chino, vas a hablar con Kabila o con alguno de sus colaboradores, le das un nutrido sobre de dinero por debajo de la mesa, llegas a un acuerdo y él se queda con el dinero suficiente como para querer seguir funcionando de esa manera. Pero la gente del pueblo no se lleva nada, no mejora su situación. Lo que vemos ahora es una repetición, no del tipo de colonialismo belga, sino del estilo colonial portugués. En el siglo XVI Y XVII los portugueses que estuvieron en África llevaron a cabo un colonialismo que era puramente económico, que no conllevaba ningún tipo de administración política. Sin embargo en el colonialismo llevado a cabo por los belgas allí o los holandeses en Indonesia, uno no solamente hace negocios, sino que se dedica también a dirigir el país.

Los chinos ahora no quieren dirigir el Congo. Ellos utilizan la expresión "no interferencia". Pero tienen contratos muy directos con las élites congoleñas, lo que significa que la desigualdad va a seguir en aumento, porque las élites están en contacto con todos. Los chinos, los turcos, incluso con los propios sudafricanos. Y la población se queda donde está, es decir, en la miseria. Y los que tienen un poquito más de dinero, talento y acceso a la educación son precisamente los que se van. Hoy en día, lo que tenemos en el Congo es una élite que cada vez es más rica y una población formada por una subclase de gente paupérrima que cada vez es más pobre.

- ¿Cómo ha sido el viaje emocional que has emprendido desde que empiezas a pensar en esta historia hasta que la terminas?

Es curioso, nunca me había preguntado esto. Cuando uno empieza un libro siente mucho entusiasmo inicial, quiere comprender, quiere descubrir. En el proceso de documentación, de viajes y de entrevistas se producen situaciones muy enriquecedoras y profundamente conmovedoras donde hay momentos de mucha amistad, de gran dicha, de oportunidades únicas que te permiten conocer a gente fascinante, pero también hay momentos de auténtica desesperación. Uno de los momentos más profundos y devastadores que viví fue cuando tuve que entrevistar a una mujer que había sido violada en reiteradas ocasiones. Una violación múltiple llevada a cabo por niños soldado que tenían entre 14 y 15 años. Al mismo tiempo, ella tuvo que presenciar cómo descuartizaban a su marido. Después la obligaron a mantener una relación sexual delante de ellos con su marido muerto. Cuando este infierno terminó la volvieron a violar tanto a ella como a su hija. Dos años después, la volvió a ocurrir algo muy parecido y también por parte de niños soldado. Recuerdo cómo hablaba con una voz mecánica en una oficina pequeña y cómo mientras me daba todos los detalles de lo sucedido dibujaba rayas en la mesa de manera anestesiada con un bolígrafo sin apenas mirarme a los ojos. Cada vez que pienso en ello un escalofrío estremece mi cuerpo.

- Kapuscinski decía que para ser un buen periodista era imprescindible ser una buena persona, ¿para ser un buen historiador basta con no tener buena memoria?

- (Risas) Estoy muy de acuerdo con Kapuscinski. Aunque yo escribo como historiador, mi estilo narrativo está fuertemente influido por el periodismo, por el ensayo y por los escritos académicos e históricos. Nunca fui armado en el Congo. Nunca lo intenté ni siquiera. Lo que realmente me ayudó a desempeñar mi trabajo fue la curiosidad, el respeto y la amabilidad hacia la gente. He experimentado la sensación de que a la gente le gusta hablar de su vida cuando percibe que le preguntas porque te interesa de verdad. También es necesario tener sentido del humor y saber beber (risas). Lo justo para recordar lo que el otro ha dicho. En mi última entrevista, recuerdo que había oído hablar del gran misterio de la masacre de "Tingui -Tingui". Muchísimas personas fueron asesinadas ahí y parecía que nadie quería hablar de ello. Entonces encontré a un tipo en Kinshasa, un ex veterano del ejército que me dijo "te lo cuento si me invitas a una cerveza". Fueron más de una evidentemente y no podía tomar nota de lo que me estaba contando en ese momento, pero me concentré e intenté quedarme con las cosas más importantes de su revelación. Me contó todo lo que se hizo con los cuerpos y el lugar en el que se quemaron. Fue algo muy importante conseguir esta información. Por la forma y por el contenido.

- ¿Es cierto aquello de que la historia siempre la escriben los vencedores?

- Por desgracia muy a menudo. Y precisamente lo que he querido hacer en este libro es dar voz a todos aquellos que la construyen. Tanto a los perdedores, como a los ganadores.

- ¿Has descubierto cosas durante la elaboración de este libro que te han ayudado a repensar la Historia de una manera diferente?

- Por supuesto. Muchísimas cosas. Cuando uno empieza a escribir un libro así es un poco como el que se lanza a hacer una maratón por primera vez. Ha corrido antes, pero nunca durante tanto tiempo y de una manera tan rápida. La verdad es que uno aprende muchísimo. Por ejemplo, el papel de los soldados congoleños tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial fue muy importante. Los soldados congoleños fueron fundamentales para echar a los alemanes de Tanzania en la Primera, pero es que en la Segunda, resultaron imprescindibles para expulsar a los italianos de Etiopía. Esto es algo totalmente desconocido. Tanto en Bélgica como en el Congo. Solo hablamos de Leopoldo II y de Mobutu, pero pocas veces se habla del ejército congoleño y de su papel. Trabajaron en colaboración con el ejército belga durante un tiempo.

Por otra parte, yo siempre he pensado que la identidad tribal era muy fuerte antes del periodo colonial y que durante el inicio de éste esa identidad fue mermándose. Que era una cosa muy precolonial en todos los sentidos, muy rural. ¡Y al parecer fue todo lo contrario! Esa realidad tribal aumentó, porque las ciudades eran completamente nuevas y gente de distintas nacionalidades no tenía más remedio que conocerse y reconocerse ante el otro. También resulta curioso analizar el papel de las mujeres congoleñas durante los 70 y los 80. Ellas adquirieron mucho poder durante esta época porque sus maridos habían perdido sus trabajos como profesores, funcionarios, enfermeros y de repente las mujeres se convirtieron en las verdaderas responsables. Quizás la violencia sexual de los 90 puede llegar a interpretarse como una absurda reacción frente a la liberación de la mujer en los 70.

- Aún hoy la figura de Leopoldo II sigue despertando curiosamente muchísimo interés. Algo que roza casi el sadismo mitómano... ¿Existe una manera honesta de hacerse multimillonario?

- (Risas). Mira la figura de Leopoldo fue muy compleja. Ahora parece que se ha convertido en una especie de Pol Pot belga, pero yo tampoco considero que esa sea la interpretación correcta. Toda esa idea de que provocó un genocidio no es del todo acertada, porque él además necesitaba a los congoleños para que trabajaran en el bosque para sacar el caucho. El imperialismo económico del siglo XIX fue brutal en las colonias pero también en Europa. Fijémonos en lo que ocurrió con el proletariado, con la clase trabajadora europea. Creo que en aquel entonces desde luego, no era posible hacerse multimillonario de una manera honesta. Se requería cierta forma de deshumanización. Esto era algo esencial para convertirse en alguien muy rico. No obstante, como te comento, se trata de una figura muy compleja la de Leopoldo. La última biografía suya fue escrita en los años 70 y hay muchas cosas de su vida y de su forma de actuar que todavía no se han estudiado con la suficiente profundidad. Queda trabajo por hacer.