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Deadpool, Lobezno, Madonna y el cine con anabolizantes

Ryan Reynolds y Hugh Jackman protagonizan la tercera entrega de la franquicia del mercenario bocazas, llena de cameos y referencias a la compra de Fox por parte de Disney
Deadpool, el mercenario bocazas, se estrena en el Universo Cinematográfico de Marvel
Deadpool, el mercenario bocazas, se estrena en el Universo Cinematográfico de MarvelTHE WALT DISNEY CO.
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

Madrid Creada:

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Fue tan masivo el poder del terremoto que todavía seguimos bailando en las réplicas. El 20 de marzo de 2019, después de meses de negociaciones y rumorología, Disney se hizo con el histórico estudio 20th Century Fox por el equivalente a 73.000 millones de euros. Más allá de las leyes contra el monopolio y la subyugación de uno de los pilares del Hollywood dorado a las orejas del ratón Mickey, la fusión implicaba que todos los activos intelectuales que había explotado Fox, como «Star Wars» o «Los Simpson», eran propiedad ahora de Disney. Uno de los más valiosos, a nivel empresarial por los 1.500 millones largos que habían recaudado sus dos películas, y a nivel estructural, por cómo estaba montando Marvel su Universo Cinematográfico, era Deadpool. El personaje de cómic, creado por Rob Liefeld en 1991 y emparentado como mutante a los X-Men, no solo había demostrado una fiereza taquillera incomparable de la mano de Ryan Reynolds como intérprete, sino que además se trataba de una de las pocas aventuras superheroicas calificadas como solo para adultos en el cine, por lo explícito, violento y a veces sexual de sus guiones.
Un lustro después, quizá cuando los superhéroes más lo necesitan tras dos sonoros fracasos («The Marvels» y «Ant-Man y la Avispa: Quantumania») y la reestructuración completa del estudio orquestada por el otrora Rey Midas de las mallas, Kevin Feige, Deadpool y Ryan Reynolds –porque quizá sean lo mismo– regresan a la gran pantalla y lo hacen más anabólicos y salvajes que nunca. «Deadpool y Lobezno», además de la tercera entrega de la franquicia, también significa la vuelta al ruedo superheroico de Hugh Jackman, todavía con abdominales de acero, y una especie de cierre y despedida romántica a la tradición de Fox para con las capas: no hay que olvidar que hasta que los Vengadores fueran una insignia, el estudio extinto había cosechado varios éxitos con los propios X-Men, Los Cuatro Fantásticos, Elektra y Daredevil.
Hugh Jackman retoma su papel de Wolverine en "Deadpool y Lobezno"
Hugh Jackman retoma su papel de Wolverine en "Deadpool y Lobezno"THE WALT DISNEY CO.
«Fuimos a por todas, sin ningún tipo de censura y sabiendo que queríamos hacer una película sobre Deadpool. Nada es sagrado, y trabajando con Marvel y Disney, tampoco lo podía ser. No existe el concepto de ir demasiado lejos», explica Wendy Jacobson, productora y artífice del aterrizaje del mercenario bocazas en la Casa del Ratón. Directora de orquesta en casi todos los taquillazos de Dwayne «The Rock» Johnson, Jacobson se confiesa a LA RAZÓN como firme creyente en el «star-system», ese capaz de llenar butacas de cine solo con la presencia de estrellas de talla mundial: «Cada día que pasa es más difícil crear estrellas de cine. Es una carrera de fondo, pero creo que es la clave para poner a salvo esa experiencia en la sala. Ryan Reynolds, aquí, no es solo el protagonista, es también el guionista, el productor y nuestra estrella polar a nivel creativo. Eso es una estrella», apunta Jacobson, que aquí ha tirado la casa por la ventana consiguiendo varios cameos de esos que parecían imposibles hace unos años y que hacen de «Deadpool y Lobezno» una experiencia editorializada para los fans más acérrimos del cine de superhéroes desde principios de siglo hasta hoy.
Para el resto de los mortales, la experiencia del filme dirigido por Shawn Levy (si es que se puede decir eso, de uno que más que una unidad parece una suma de partes) se asemeja más a una sucesión de escenas propias del «feed» de TikTok, pero con muchísimo más presupuesto. El esfuerzo de Jackman, genuino en todos los sentidos, languidece ante las ganas de Reynolds de figurar constantemente como productor omnipotente y cargante. La película, eso sí, es capaz de significar el choque frontal entre esa idea de trascendencia mutante de los X-Men canónicos y la barrabasada «teen» inventada por Liefeld. Es tan loca y va a tantas pulsaciones por segundo que sus bromas, buenísimas, zafias y regulares, pasan zumbando por las orejas del espectador.
Los «set-pieces» y las gloriosas peleas entre el peludo y el pelado, acaso lo mejor de la película, atruenan como el cine palomitero ya poco atruena y el sexo, pueril, absurdo y simplista, está ahí, tan pueril, absurdo y simplista como lo necesita una película de Deadpool. «El equilibrio entre la consciencia y los chistes sobre Fox y Disney nos lo ha dado la propia audiencia. Pero nos hemos asegurado de no insultar a nadie, de no pegar hacia abajo nunca. Tanto Shawn Levy, como Ryan Reynolds y Hugh Jackman le deben su carrera a ese estudio, no podíamos pasarnos», apunta Jacobson, aunque el metraje por momentos pueda indicar lo contrario, terminando de convertir la película en una especie de gran broma interna que bien puede acabar con la paciencia de los espectadores que solo querían ver a Lobezno una vez más.