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Primavera Sound

Depeche Mode contra la borrasca

Los de Martin Gore y Dave Gahan calientan el Primavera Sound de Madrid, que despeja el gafe

Depeche Mode en el Primavera Sound en Madrid.
Depeche Mode en el Primavera Sound en Madrid.David JarLa Razón

Si alguna vez cayó una gota de agua sobre la ciudad del Rock de Arganda del Rey, anoche no se podía asegurar. El recinto lucía rumboso y Depeche Mode, las estrellas de la noche, lo sabían. Tampoco exageremos: el piso estaba blando en algunas zonas y el agua asomaba en moderados charcos. Con todo, el Primavera Sound echaba a andar en su distante ubicación de Arganda del Rey sin timidez pese al gafe de la jornada inaugural, suspendida por una amenaza de lluvia que parecía imposible bajo el tejado de nubes negras de la segunda. Se trataba de una cuestión de fe. El festival, con todos sus contratiempos, arrancaba donde parecía imposible solo unas cuantas horas antes. Pese a los agoreros y a los malos augurios, el sol se puso por debajo de las nubes en el horizonte, anunciando su victoria. Una victoria que solo era posible con la música, que, con un inquietante retraso, desplegaron como un conjuro Depeche Mode.

Pletórico Gahan

El césped artificial, que parecía nuevo, recibía a un público rezagado por unos accesos ineficaces. La apuesta por los autobuses lanzaderas no caló suficientemente en los planes de un público que se dividía entre el atasco y la impaciencia mientras contemplaba la puesta de sol como un atardecer en la playa de la improbable carretera de Valencia. Pero ahí salieron, con 35 minutos de retraso (peccata minuta después de la amarga cancelación del jueves) los de Martin Gore y Dave Gahan bajo un hermoso anochecer.

Hoy se dice «random» para lo que antes era disparatado o azaroso y, si lo que busca el Primavera Sound es diversidad, público corriente y absolutamente común, en ninguna de sus ediciones de Barcelona ha logrado semejante variedad de paisanaje. Esto podemos afirmarlo categóricamente sin estudios sociológicos. La venta de entradas no ha sido el mejor de los negocios de la marca Primavera, a falta de los datos de «asistentes» que ofrezca el domingo la organización (que distribuyó abundantes invitaciones), pero tampoco resulta la rentabilidad del Primavera Sound asunto de nuestra incumbencia.

Sin embargo, seguramente eso también regaló la asistencia más diversa (de edades y aspecto de haberse confundido de fiesta) en cualquier festival de raigambre «indie» que quieran diseccionar. Pero si fue o no un fracaso comercial poco importaba a los miles que podían escuchar, al fin, liderados por un pletórico Dave Gahan, «Walking in My Shoes», «Everything Counts», «Precious», «World in my eyes», con dedicatoria al fallecido Andrew Fletcher, «Stripped», «Enjoy the Silence», «I Just can’t get Enough», «Never let me down again y «Personal Jesus» en casi dos horas de gran intensidad durante lo que, pese a los agoreros, era un festival en toda regla. Fue, además, un éxito organizativo de puertas para adentro: una legión de camareros y de técnicos hicieron todo por que todo fuera como la seda a 37 kilómetros de casa. Cualquiera diría que unas pocas horas antes aquello era un parque acuático.

El debate sobre lo que debe ser un festival está abierto y la ciudad de Madrid no puede ser ajena a ello. Las dimensiones del recinto, el precio de las entradas, el modelo cultural que representan, pueden y deben ser cuestionados. Pero el Primavera Sound de Madrid ha requerido un enorme esfuerzo de un grupo de profesionales y un proyecto empresarial que no pueden darse por sentado cuando se instalan en una ciudad como Madrid, tan ávida de iniciativas culturales a las que nadie obliga a asistir, ¿verdad? Porque, de otra manera, ¿hay público o promotores dispuestos a perder el dinero que Kendrick Lamar, un genio de la música de este siglo, cobra por actuar en este lado del Atlántico? Lo mismo podría decirse de un buen puñado de artistas que, de no ser por este tipo de eventos, nunca llegarían a estos parajes, por mu adentro de la carretera de Valencia que se celebren. Porque, anoche, como diría Sabina, contra todo pronóstico, Madrid vibró bajo un gran festival.