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CONTRACULTURA

Derecha ‘woke’: ¿problema político o propaganda progresista?

El virus puritano que arrasó a la izquierda occidental, ¿puede estar afectando a la otra orilla política?

EEUU.- Trump saca pecho de sus políticas en los dos primeros meses de mandato: "el país ha dejado de ser 'woke'" Ap

Hagan la prueba: tecleen “derecha woke” en cualquier buscador y comprobarán que aparecen unos cuantos reportajes, vídeos y columnas de opinión. Estamos, sobre todo, ante un debate estadounidense, aunque también ha pegado en nuestro país, con fenómenos tan curiosos como que es la propia derecha la que está utilizando el término para lanzarlo contra otros sectores de su bando. Un ejemplo práctico: dos streamers liberales como Fernando Villanueva y Javier Rubio Donzé se juntaron para grabar un vídeo donde denunciaban una deriva «sentimental», «irracional» y «canceladora» del conservadurismo español (se refieren, de Vox y alrededores). «La nueva derecha se presenta como una rebelión punk contra las élites culturales progresistas, pero también contra el orden liberal de posguerra. A los liberales clásicos -‘liberalios’, como les denominan despectivamente- los consideran ‘progres’, en esencia, la misma mierda que el ‘progre’ de izquierdas», denuncian. ¿Esta justificada esta acusación? Es parte de un debate saludable, aunque los centristas partidarios de la democracia neoliberal llevan décadas haciendo algo similar contra lo que consideran «extremismos».

Trump West PointASSOCIATED PRESSAgencia AP

En cierto sentido, estamos ante un fenómeno inevitable. El wokismo es un subproducto de la mentalidad puritana de Estados Unidos, opuesta a la católica en el sentido de que allí, tanto las admisiones de pecado como las acusaciones de impiedad se hacen en público, en contraste con la discrección católica de usar los confesionarios. Eso ha derivado en una sociedad histriónica, desde los telepredicadores de los programas matinales hasta las celebridades exponiendo sus miserias ante los millones de espectadores del programa de Oprah Winfrey. Igual que la izquierda woke derriba estatuas y boicotea presentaciones de libros, existe una pulsión censora en la derecha de Estados Unidos, como muestra la legislación del trumpista Ron de Santis, que en 2024 armó un escándalo permitiendo a instituciones educativas prohibir 3.513 libros de sus bibliotecas, entre ellos «Ana Karenina», de Tolstói, «¿Por quién doblan las campanas?», de Hemingway y «Ojos azules», de Toni Morrison. El Departamento de Educación del Estado contestó que «no había censura ninguna», simplemente que «el material educativo sexualmente explícito no es adecuado para las escuelas».

El término derecha woke lleva circulando por Internet desde 2022, pero se ha popularizado gracias a contenidos elaborados por influencers de Nueva Derecha como Konstantin Kisin y James Lindsay, que estuvo explicando a fondo esta corriente en el podcast del popular ensayista Jordan Peterson. La preocupación se acrecienta con el segundo mandato de Trump, de quien se teme que su guerra contra la izquierda universitaria woke degenere en caza de brujas de cualquiera que no compre las tesis de Netanyahu. Conocidas periodistas como Bari Weiss, fundadora de The Free Press, han apoyado el aplastamiento de la libertad de expresión contra estudiantes propalestinos, aunque no organicen protestas violentas. Tanto los woke como los antiwoke ven con malos ojos la libertad de expresión cuando permite aquellos discursos que desprecian. Lindsay se ha mostrado preocupado por el creciente culto juvenil en Occidente a dictadores como Franco o Mussolini y también al jurista alemán Carl Schmitt, que terminó trabajando para los nazis y defendía que ningún estado es soberano si no está por encima del imperio de la ley. «Muchas veces son provocaciones para abrir la ventana de Overton», admite, pero cree que el derecho al debate abierto puede estar en peligro.

VÍDEO: Economía.- Trump aprueba un plan para potenciar la energía nuclear que reduce los requisitos para las licenciasEuropa Press

Es complicado identificar a la derecha woke, ya que incluye tanto a militante sionistas como a agentes contrarios al discurso oficial israelí. James Lindsay suele señalar a Nick Fuentes, activista católico que exige a sus seguidores que acudan a la misa en latín, rechacen la cultura LGTBIQ+ y se opongan a la religión judía. También ocurre con Tucker Carlson, periodista de cabecera del trumpismo, que en fechas recientes ha etiquetado a Israel como «enemigo de Estados Unidos». En realidad, lo que define a la derecha woke no son tanto sus opciones políticas como su presunto dogmatismo a la hora de defenderlas. Un caso reciente: minutos después de la proclamación del Papa León XIV, la influencer de derecha Laura Loomer ya había revisado a fondo la cuenta de X del cardenal Prevost para apoyarse en sus mensajes y acusarlo de «progre» y «marxista». Estas revisiones exhaustivas de redes sociales en busca de cualquier desviación pecaminosa son típicamente woke. Prevost es un votante republicano que había rechazado al lobby trans y que considera una aberración anticatólica el poder que acumulan los estados de economía planificada comunistas y socialistas.

Golfo de América

Un gran abanico de medios, desde el Financial Times hasta The Atlantic, han publicado reportajes sobre la derecha woke. El fenómeno más comentado es la obsesión de la administración Trump con que se llame «Golfo de América» al Golfo de México. En la sala de prensa de la Casa Blanca se llegó al extremo de expulsar a los periodistas de Associated Press porque la publicación se niega a modificar su manual de estilo para cumplir con el cambio. «Fui muy sincero en mi sesión informativa del primer día: si creemos que los medios de comunicación en esta sala están difundiendo mentiras, vamos a exigir responsabilidades por esas mentiras», dijo el secretario de prensa trumpista . «Y es un hecho que la masa de agua frente a la costa de Luisiana se llama Golfo de América». Los registros de exploración europeos han hecho referencia al Golfo de México desde el siglo XVI. La energía con la que Trump quiere liquidar el wokismo está creando un celo puritano en sus funcionarios. «El temor a no cumplir sus órdenes ejecutivas ha llevado a los burócratas a elaborar por su cuenta listas de palabras potencialmente problemáticas», escribió Shawn McCreesh en The New York Times. Estas incluyen «equidad», «género», «transgénero», «no binario», «personas embarazadas», «asignado varón al nacer», «antirracista», «trauma», «discurso de odio» y «multicultural», entre otros. Algunos de estos conceptos han sido eliminados de las páginas web federales.

Noboa, Milei y Orsi lideran la aprobación ciudadana en Sudamérica, según CB ConsultoraJosé Jácome/ Juan Pablo Pino/ Raúl MartínezAgencia EFE

En el ámbito de la Hispanidad, quizá el mejor ejemplo de derecha intolerante sea Javier Milei. Busquen el reel de TikTok con casi 180.000 likes que se titula «El impacto de Milei en la política argentina». Muestra una entrevista donde una variante local de Andreu Buenafuente regaña de manera benévola al actual presidente por hablar de manera «peyorativa» de quienes tienen opiniones políticas contrarias a él. ¿Su respuesta? «Me importa un carajo: el socialismo es una mierda. Cuando se aplicó en modo puro fue un fracaso en lo económico, en lo social y en lo cultural, y además se cargó la vida de 150 millones de seres humanos. Con lo cual, lo que diga un comunista, un socialista, un zurdo de mierda me lo paso por el culo». Se trata de un descarte instantáneo de gran parte del planeta. Una cosa es cuestionar que el Estado moderno acumule demasiado poder y otra llamar «zurdo de mierda» a cualquiera que defienda los sindicatos o los servicios públicos. ¿Puede construirse un debate nacional saludable con estos parámetros?