Canela fina
La libertad de expresión
«Mantengo mi pluma al servicio de la libertad de expresión que vertebra el entero edificio del Estado de Derecho y que es cimiento de la democracia pluralista»
O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Pero si se está con la libertad de expresión hay que hacerlo con todas sus consecuencias. Ramón Serrano Suñer, en su día gran admirador de Mussolini, estableció en España el sistema mussoliniano de control de los medios de comunicación que abarcaba desde la formación de los periodistas hasta la censura previa. Si alguien me preguntara por el factor más negativo de la dictadura de Franco, contestaría sin vacilar: la extirpación en su misma raíz de la libertad de expresión. Aquel inaudito Juan Aparicio, respaldado por Gutiérrez Durán, por Juan de Dios, más tarde Muñoz Alonso y sus acólitos, tomaron decisiones que, cuando hablo de ellas en la Universidad, los jóvenes apenas pueden creérselas.
La libertad de expresión es el cimiento sustancial sobre el que se edifica la democracia pluralista plena. Lesionarla por cualquier vía significa, según Noam Chomsky, cuartear el entero edificio de la liberad. Naturalmente que el periodista no es un ciudadano impune. Cuando las leyes derivan de la voluntad general libremente expresada, habrá que aceptar las limitaciones que establezcan, siempre a través de la decisión de los jueces. Pero estoy hablando de la ley, no de la voluntad de un gobernante que pretenda erosionar la libertad de expresión en favor de sus intereses personales o partidistas. En el siglo XIX, Thomas Jefferson, presidente de los Estados Unidos de América, acuñó la frase célebre: «A un país más le vale tener periódicos libres aun sin Gobierno, que un Gobierno sin periódicos libres». En la presentación de la agencia Efe en Santiago de Chile, mientras estrechaba la mano de Matilde Urrutia, viuda de Pablo Neruda, repetí yo la frase y un general enviado por el dictador Pinochet al acto se levantó y se marchó airado.
A lo largo de mi dilatada vida profesional he defendido siempre la libertad de expresión y he soportado denuncias, multas, procedimientos judiciales y exilio. No me he arrepentido nunca de haber cumplido con mi deber profesional, desde el periódico impreso, hablado, digital o audiovisual y también durante el tiempo en el que mis compañeros me hicieron el honor de elegirme presidente de la Asociación de la Prensa. Y ahora, ante posibles agresiones a la libertad de expresión, mantengo mi pluma al servicio de un derecho que vertebra y sustenta el entero edificio del Estado democrático.
Luis María Anson, de la Real Academia Española.
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