Pintura

El eterno enigma Leonardo

Se trata de una placa de terracota datada en 1471

La primera obra pictórica de Leonardo Da Vinci /Foto: Efe
La primera obra pictórica de Leonardo Da Vinci /Foto: Efelarazon

La primera obra pictórica de Leonardo Da Vinci es una placa en terracota datada en 1471 que representa a un joven Arcángel Gabriel

¿Qué más se puede descubrir de un genio como Leonardo da Vinci, cuyos vastos intereses humanísticos resultaron inversamente proporcionales a su escasa obra? ¿Cuánto más se puede fabular sobre el significado último de sus más icónicos trabajos, tras los cuales se ha querido ver todo tipo de conspiraciones, alquimias y lenguajes secretos? Por si la fantasía no hubiera echado suficiente leña al fuego del «misterio Leonardo», la realidad acaba de venir para avivar más si cabe sus brasas. El profesor Ernesto Solari presentó ayer en Roma la que, por datación, es su primera obra artística: un azulejo cuadrado en terracota realizado en 1471, de 20 x 20 cm, y propiedad de la familia Fanice da Ravello, en el que se representa la cabeza del arcángel Gabriel de perfil. Con un informe de 6.000 páginas en el que aparecen volcados los resultados de tres años de investigaciones, y la ayuda de la grafóloga Ivana Rosa Bonfantinio, Solari ha mostrado la nueva atribución como una pieza que, de manera inobjetable, pertenece a Leonardo. Con esta nueva obra, el inicio de la carrera artística del artista se adelanta en más de un año. Hasta la fecha, la considerada como «opera prima» del maestro renacentista era el «Bautismo de Cristo», de su maestro Verrocchio, fechada entre 1482 y 1483, y de la que se tiene constancia que Leonardo participó en la realización de algunas de sus partes. El hecho de que lo representado en este azulejo sea la cabeza del arcángel Gabriel constituye otro motivo más para pensar que la atribución efectuada por Solari no va desencaminada. De hecho, entre su producción inicial sobresalen dos representaciones de la Anunciación en las que la cabeza del arcángel está representada igualmente en riguroso perfil. Tanto por la preferencia del motivo en sus primeras obras como por las similitudes iconográficas, parece que la autoría de Leonardo está bien fundada. Pero, a la hora de apostar definitivamente por la tesis de que se trata del «primer Leonardo», Solari ha trascendido la escasez de datos que podría aportar un estudio comparativo de carácter estilístico, y ha introducido parámetros más infalibles como, por ejemplo, la investigación de documentos caligráficos e, incluso, el análisis del material con el que está realizado el azulejo –un tipo de barro pobre en cuarzo, procedente del área de Montelupo, próxima a Florencia–. Podría ser, además, que la cabeza del arcángel Gabriel fuera un retrato del propio Leonardo –el primero en términos absolutos. Con una factura realista propia del Quattrocento, y en la que sobresale el contorno negro que encierra el rostro –el cual desaparecerá progresivamente con la introducción del «sfumato»–, esta pieza no solo aporta nuevos y valiosos datos al conocimiento de la obra y vida de Leonardo, sino que, a buen seguro, añadirá más elementos de especulación a la inflada mitología del gran humanista.