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Don Quijote, vuelve enfermo de telebasura de la mano de Salman Rushdie

Salman Rushdie publica en Estados Unidos una adaptación del personaje cervantino a la América de Trump que opta al premio Booker.

Una imagen de «El hombre que mató a Don Quijote», de Terry Gilliam, filme de 2018 que traía a la actualidad al famoso personaje de Cervantes
Una imagen de «El hombre que mató a Don Quijote», de Terry Gilliam, filme de 2018 que traía a la actualidad al famoso personaje de Cervanteslarazon

Salman Rushdie publica en Estados Unidos una adaptación del personaje cervantino a la América de Trump que opta al premio Booker.

Si algo tienen los clásicos es la capacidad de aportar significado a toda época y lugar. Cualquiera puede apropiarse (concepto tan en boga, por otra parte) de ese acervo común, que es nutricio y no reduccionista, que permite un diálogo abierto en el tiempo, pues (según nos enseñó Calvino) clásico es aquel libro «que nunca termina de decir lo que tiene que decir». Y, entre ellos, ¿hay alguno más generoso que «El Quijote»? Sus lecturas histórico-críticas son tan variadas a lo largo de estos cuatro siglos (de la mera sátira a la visión existencialista, de la romántica a la política) que podría decirse que no hay camino en la obra magna de Cervantes que no deje abierto para quien quiera recorrerlo. Solo hay que tener el coraje o la humildad de mirarse en el espejo de un grande.

Salman Rushdie ha sido el último en apoyarse en la figura del hidalgo de La Mancha para retratar su/nuestro tiempo. Pero, como por encantamientos propios de un Fierabrás (ya que hablamos del «Quijote»), el caballero de la triste figura es ahora, en la novela que publica mañana Penguin Random House en Estados Unidos, un comercial de farmacéutica retirado y en horas bajas, y la estepa castellana se convierte en la América kilométrica y profunda que va del Medio Oeste a Nueva York.

Ismail Smile (nótese el origen indio del nombre, tan propio en los protagonistas de Rushdie y el juego de palabras del apellido: «sonrisa») no ha caído enfermo de literatura, como el hidalgo castellano, sino –más propio de nuestro tiempo– de telebasura. Los personajes de la caja tonta pasan de la ficción a la realidad en su conciencia distorsionada, hasta el punto de que concibe la idea de cruzar Estados Unidos para encontrarse con su Dulcinea particular, una actriz de Bollywood que ha triunfado en la telerrealidad americana.

Un viaje espiritual

Un hijo imaginario, nunca concebido, será su Sancho en esta aventura en la que Rushdie aspira a retratar el país en eso que, prematura pero machaconamente, se ha dado en llamar la «era Trump». «Esta búsqueda no es solo un periplo desde el Medio Oeste hasta Nueva York. Es al mismo tiempo un viaje espiritual. El protagonista quiere convertirse en una persona mejor», añadía el escritor, nacido en Bombay en 1947, durante la presentación del libro en Oxford (Inglaterra), el 27 de agosto. Recién publicado en Reino Unido, ya figura en la lista larga de aspirantes al prestigioso premio Booker, que Rushdie ganó con «Hijos de medianoche» en 1981.

Además de participar de la veta mágica del autor y esa hibridación tan propia de la obra cervantina, Rushdie juega a deslizar numerosos personajes reales o imaginados que son guiños a sus obsesiones y a los estereotipos de la America actual. Así, Ismail Smile se encuentra con Hans Christian Andersen y un multimillonario, claro trasunto de Elon Musk, en un país y un tiempo en que «nada era seguro, la traición estaba en todas partes, las identidades eran resbaladizas y mutables, la democracia, corruptible», según glosa de la propia novela «The Guardian».

Precisamente, el rotativo británico encabeza una lista de críticas tibias sobre la obra de Rushdie, un escritor que hace años no logra alcanzar el consenso de antaño en torno a su producción. «The Guardian» considera que, con «Quichotte», «se muestra demasiado inquieto y enamorado de sí mismo» como para revelar con su libro «algo más que un síntoma del malestar que lamenta». Esa falta de profundidad más allá de la sucesión de gags, la profusión de personajes (Heidi Klum, Shakespeare, The Beatles...), escenarios y alusiones pop se la achacan numerosos críticos anglosajones.

El crítico de «The New York Times», Parul Sehgal, asiste «extenuado» a una obra en la que, dice, «son todos tics, técnicas y narraciones melodramáticas que tratan de pasar por alto historias irregulares, temas agotados». «The Times», en cambio, ha acogido la novela con parabienes. Es, señala, «un montón de diversión posmoderna en una historia que es afilada e inteligente».