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Arquitectura

El arquitecto que vivió en un "rascainfiernos"

El Museo ICO recuerda la figura de Fernando Higueras, autor de decenas de edificios emblemáticos y, sin embargo, "es el gran desconocido de la arquitectura española", reconoce Lola Botía, la que fue su pareja, colaboradora y, ahora, comisaria de la exposición

Fernando Higueras es autor de decenas de edificios emblemáticos
Fernando Higueras es autor de decenas de edificios emblemáticoslarazon

El Museo ICO recuerda la figura de Fernando Higueras, autor de decenas de edificios emblemáticos y, sin embargo, "es el gran desconocido de la arquitectura española", reconoce la comisaria de la muestra

Puede que no sea capaz de decir una sola obra de Fernando Higueras (Madrid, 1930-2008), pero eso no quita que su legado, que sin duda conoce, esté ahí afuera, en la calle que usted pisa a diario. Ha pasado por delante de sus creaciones una y mil veces. Las habrá comentado, repudiado e incluso habrá soñado con vivir en alguno de esos edificios de autor, como las Casas Militares de San Bernardo, emblema en Madrid. O, incluso, se habrá extrañado con iglesias poco ortodoxas (no en temas religiosos), como la de Caná que resalta en el pobre “skyline” de Pozuelo. Pero, aun así, seguirá sin sonarle el nombre de Higueras, el arquitecto en la sombra, el amigo de los artistas e intelectuales de este país desde los 60 hasta su muerte, el hombre de carácter fuerte que fanfarroneaba con el porno y que hablaba sin tabúes de las drogas, el “gran desconocido de la arquitectura española”, define la que fue su pareja y colaboradora durante 34 años, Lola Botía.

Ella es la culpable de que Higueras suene como si todavía viviera, algo que hará mientras queden en pie sus estructuras. “Tenía que recuperar su figura”, dice, “ponerle en valor porque he leído muchas cosas que no son ciertas y Fernando tiene una obra tremenda a lo largo de sus cincuenta años de profesión”, explica Botía de la exposición que ha comisariado en el Museo ICO, en el que se recogen decenas de proyectos (acabados e inacabados) del diseñador.

–Pero ¿por qué ahora?

–Era el momento. La gente decía que no tenía sentido, que había que celebrar el centenario, pero para mí esto era algo urgente, porque cuando llegue esa fecha yo ya seré una ancianita verdadera y mi cabeza no sé si me iba a dejar acordarme de todas estas cosas. En el catálogo va a quedar todo para que se convierta en un libro de consulta.

«Fernando Higueras. Desde el origen» (a la que se puede acceder con entrada gratuita hasta el 19 de mayo) recoge al personaje más allá del arquitecto. A la persona que jugaba con las palabras y las formas, capaz de invertir los rascacielos para imaginar un “rascainfiernos” en el que aislarse del mundo. El artista total, porque no solo de construcciones vivió Higueras. Pintura, fotografía, música, escultura... “No pasaba de puntillas nunca”, recuerda la comisaria de “un guitarrista excepcional” que llegó hasta a ser becado por Andrés Segovia. Pero “no le daba tiempo a desarrollar todas las disciplinas de la manera que estas requerían y como le hubiera gustado, así que tuvo que empezar a renunciar”, cuenta Botía.

“Lo primero que dejó fue la pintura. Ya cuando yo me incorporo a su estudio, en octubre del 73, no lo vi dibujar allí. Sin embargo, sí era habitual verle tocar la guitarra”. Higueras ya había relegado para los tiempos muertos los trazos, “para las servilletas de bar o en los manteles de papel de los restaurantes”. Ahí pintaba el arquitecto sus croquis. También se entretenía así durante los vuelos en avión “porque no podía estarse quieto, siempre tenía que estar generando”.

Pero, sobre todo, fue un excelso arquitecto. Capaz de dar la “mayor lección” a otro colega de profesión como Iñaki Ábalos: “Yo ayudaba a desarrollar los proyectos con desigual fortuna, creyendo haber dado con la solución perfecta al hotel perfecto [un hotel en Isla Margarita] hasta que Fernando se sentó junto a mí y (...) deshaciendo por completo mi trabajo ante mis atónitos ojos y recomponiéndolo a continuación, todo en no más de 20-25 minutos, hasta proyectar un hotel asombrosamente perfecto y complejísimo espacialmente, dibujando a mano bocetos elementales pero muy bellos de los que, solo tras varias semanas de restituir aquello, pude comprobar anonadado su increíble precisión”, afirma Ábalos de “un verdadero mago, cuya facilidad infinita quizá fuese, a la postre, su peor enemigo”, tomando palabras de Alejandro de la Sota.

Solo de un mago de la edificación y el diseño se explica una exposición/carrera como la que recoge el ICO. Un recorrido de 1950 a 2008 en el que es la voz del propio Higueras la que guía entre las salas. Aunque el primero en recibir al visitante es otro buen amigo suyo, Antonio López, que explica junto a su cuadro de la “Corona de espinas” su relación con el arquitecto, su descubridor.

En esa primera sala: los años de estudiante como parte de la promoción CX de la Escuela de Arquitectura de Madrid, cuando empieza a tomar contacto con Lucio Muños y César Manrique –junto al que haría de Lanzarote su estudio–, entre otros. Entre sus bocetos, cuadros y diseños, también se encuentran sus anotaciones: ““La belleza es el esplendor de la curiosidad” (Platón). Quiere decir que (...)”. Ya por entonces se había acostumbrado a los premios. “Cuando concursaba nunca se iba de vacío”.

Luego llega el rincón de la muestra en el que que se emula el escondite/paraíso/cueva/locura de Higueras, el “Rascainfiernos”, la vivienda que construyó en pleno centro de Madrid a 8 metros bajo el suelo e iluminado por un lucernario que inunda los dos sotanos de luz. “Una casa que te cambia la vida”, en palabras e Botía: “Es milagroso, es otra manera de vivir. Tienes una privacidad que no hay en ningún otro espacio. No te preocupas de levantarte de la cama desnudo e ir al baño sin tener que correr las cortinas para que no te vea el vecino. Es un aislamiento como el que esté en el útero materno, una sensación estupenda. Un lugar que invita a la meditación”, cuenta la colaboradora de un espacio que ya no utiliza más que para trabajar y que presenta como una de las primeras viviendas sostenibles, pues apenas varía la temperatura en su interior.

Y una vez atravesado el “Rascainfiernos”, entrado en el universo Higueras, ya es la voz del propio arquitecto la que, a través de vídeos, se va escuchando de una sala a otra, presentando ideas, sueños y proyectos. “Más es más y menos es menos”, se le oye en contraposición del “menos es más” de Mies van der Rohe. Porque el madrileño no se andaba con miramientos. Tampoco lo hizo con Le Corbusier, a quien le agradecía haber sido el primer propagandista de la historia del arte moderno “a pesar de lo mal arquitecto que era”, decía.

Un arquitecto “genial”, en palabras de Botía. Miembro de una generación “concienciada con renovar la arquitectura española”, como reconoce María Isabel Navarro Segura. Hizo del hormigón, de los grandes vuelos, de la teja árabe vieja, de la luz y el espacio y de las vigas invertidas sus invariables para “enfrentarse a un país con mucho por hacer e innovar. Pero él se centró en el usuario y en cómo mejorarle la vida, ya fueran una viviendas sociales o un hotel de lujo”. Ese fue Fernando Higueras.

la belleza se manifiesta como un halo de luz alrededor de ciertas cosas pero sin que sea el concepto belleza una claridad conceptual como lo sería, por ejemplo, el resultado aclaratorio de una operación intelectual de análisis