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Museos

Zapater, el amigo «casi amoroso» de Goya

Una carta entre el pintor y Martín Zapater desvela la posible relación que mantenían homosexualidad. La nota se encuentra dentro del “Catálogo razonado” del pintor que la Fundación Botín y el Museo del Prado han presentado en Santander. Un anuncio que la pinacoteca hará público el martes.

El presidente de la Fundación Botín, Javier Botín (d), junto al director del Prado, Miguel Falomir (i), el jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo, José Manuel Matilla (2d), Paloma Botín (2i) y Manuela B. Mena, jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.
El presidente de la Fundación Botín, Javier Botín (d), junto al director del Prado, Miguel Falomir (i), el jefe de Conservación de Dibujos y Estampas del Museo, José Manuel Matilla (2d), Paloma Botín (2i) y Manuela B. Mena, jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya.larazon

Una nota, que se encuentra dentro del “Catálogo razonado” del pintor que la Fundación Botín y el Museo del Prado han presentado en Santander, desvela la posible homosexualidad de Goya.

Como el excelso pintor que fue, Goya no podía tener un diario al uso con palabras, anécdotas y reflexiones de su puño y letra. Mejor hacerlo a su manera: dibujando, aunque tampoco crean que iba a descuidar una prosa que, entre letra y letra, también iba a impregnar con sus imágenes. Así se muestra en la correspondencia que intercambió con Martín Zapater, su amigo “casi amoroso” –comenta Manuela B. Mena– de la infancia; con quien intercambió unas cartas que ahora ha desmenuzado el equipo del Museo del Prado –encabezado por por José Manuel Matilla, jefe del departamento de Dibujos y Estampas del Prado, y la citada jefa del área de Conservación de Pintura del siglo XVIII y Goya–: “Era optimista y mantuvo el sentido del humor hasta los últimos momentos”, explicaba Mena de un trabajo que permite “abordar a uno de los artistas más complejos que se conocen por su doble vertiente. Unos enfocan el cerebro hacia las imágenes y otros a la literatura, pero lo de Goya iba a ambos lados. Se puede hablar en el más elevado extremo de la literatura, al nivel de Goethe, y respecto a los dibujos es capaz de reproducir todos los elementos. Lo que le hace único”.

Eran las palabras de la conservadora del Prado durante la presentación de esta misma mañana en el Centro Botín de Santander del volumen II –el primer tomo, de reflexiones, saldrá una vez terminado todo el estudio– del “Catálogo razonado de los dibujos de Francisco de Goya”, una publicación de la Fundación Botín y del Museo del Prado en la que se recoge la producción de dibujos de la primera parte de la carrera del pintor: de su viaje a Italia (1769-1771) a los ejemplos de principios de la década de 1790, momento en el que inició sus libros de dibujos y los aguafuertes de los Caprichos. Se trata del primer tomo de una investigación “pionera y sin precedentes”, presentan, que concluirá con un total de cinco ejemplares “llamados a convertirse en herramienta de trabajo y consulta fundamental sobre el artista y el dibujo español”.

Pero los deslices verbales son un mal bien visto en el Periodismo y en esas, la presentación deparó una sorpresa dentro de las misivas entre el pintor y su amigo. Una noticia que, por otra parte estaba ahí, entre las 500 páginas del libro: una carta a Martín Zapater encabezada por un “corazón ardiente” enviada el 10 de noviembre de 1790 y que el Prado ha adquirido mediante una compra de una colección privada que se anunciará el martes. Tras un inesperado viaje a Zaragoza, Goya regresa a Madrid y escribe a Zapater sobre el estado de su hijo: “Asta la venta del espíritu Sto. hemos tenido buen viaje, pero biendo q. no salían de de mi casa â reci-virnos consenti la nobe-dad , q. hemos encontrado (tantas alabanzas de la ermosura de mi niño an benido â parar â encontrarlo), echo un monstruo (...)”.

Es uno de los hallazgos que se suma al boceto de la vista sobre Madrid de la Pradera de San Ididro, que daría pie al cuadro y que ahora se ha atribuido al pintor. Es la cara de una investigación que también ha retirado la autoría goyesca a otras seis piezas. Una pérdida que el director del museo, Miguel Falomir, contempla sin rasgarse las vestiduras: “¿De qué sirve tener un Goya falso? Para eso están estos estudios”, se sinceraba.

El proyecto de las dos instituciones ha permitido el estudio de casi mil dibujos del artista, de los que más de la mitad pertenecen a la pinacoteca madrileña. Un compendio de bocetos que son considerados “el diario visual de Goya”, en el que el artista refleja “su universo interior y expresa su particular versión del mundo”. Confesiones dibujadas que refuerzan la faceta de dibujante del zaragozano. “La importancia de este lote dentro de la producción artística de Goya es comparable a la de sus pinturas y estampas”, tanto desde un punto de vista cuantitativo como por “su relevancia en la renovación formal y técnica del arte del dibujo a finales del siglo XVIII”.

Estudio que viene a ampliar el catálogo de Pierre Gassier (1973) –hasta ahora obra de referencia en el análisis de Goya–, que se ha enriquecido con nuevos descubrimientos como el del inédito “Cuaderno italiano” y varios dibujos que se conservaban en colecciones privadas, además de los que se han puesto a la venta en los últimos años, y que tan solo se conocían a través de referencias bibliográficas.