Historia

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El sacrificio del galeón San Mateo contra la armada inglesa

Fue uno de los pocos buques de la Gran Armada, la mal llamada «Invencible», en ser hundido en combate en el año 1588

Los tripulantes del San Mateo luchan por salvar sus vidas
Los tripulantes del San Mateo luchan por salvar sus vidaslarazon

Fue uno de los pocos buques de la Gran Armada, la mal llamada «Invencible», en ser hundido en combate en el año 1588.

El 29 de julio de 1588, la Gran Armada reunida por Felipe II en Lisboa embocaba el canal de la Mancha. Dos días después se desencadenó frente a Plymouth el primero de una serie de combates que, a lo largo de nueve días, enfrentaría a los buques españoles contra la flota inglesa. En ninguna de las acciones a lo largo del canal los buques del almirante Howard, secundado por los «perros del mar» Drake, Hawkins y Frobisher, lograron romper la sólida formación hispana. Tuvieron que aguardar hasta Calais para lograr su objetivo mediante brulotes, es decir, barcos incendiarios. La mañana siguiente comenzaba el combate más intenso de la jornada ante Gravelinas. La mayoría de las pérdidas de la Gran Armada se debieron a las tempestades durante el regreso y solo unas pocas a los combates. Entre los buques a quienes cupo dicha suerte está un sólido galeón de construcción portuguesa, el San Mateo, que había tenido un papel clave en 1582, en la batalla de la isla Terceira, capitaneado por Lope de Figueroa, maestre de campo del Tercio de la Liga. En 1588, este buque estaba tripulado por el maestre de campo del Tercio de Sicilia, Diego Pimentel, 277 soldados y 120 marineros.

Pelear varonilmente

El San Mateo fue uno de los buques que más se empeñó en la batalla de Gravelinas en cubrir a las urcas y naos mercantes que formaban el grueso del convoy español. Fray Gerónimo de la Torre, embarcado en el San Martín, describió la ordalía por la que pasaron Pimentel y sus hombres: «Los que más se señalaron aquel día fueron el galeón San Mateo, donde venia por maestre de campo don Diego Pimentel; este se metió en lo más recio de la batalla, donde cargaron sobre él más de 13 o 14 galeones ingleses». El combate fue prolongado y se libró a corta distancia: «Solo estuvo más de cuatro horas peleando varonilmente. Vinieron a juntarse tanto que jugaron la mosquetería y se acercaron tanto que oímos a los ingleses decir “rendíos a la reina a buena guerra”, y disparando un mosquetazo volaron al que lo decía».Se dispararon cientos de balas pero las bajas no fueron excesivas, lo que llevó a algunos a subestimar la pericia de los ingleses: «Afirman nuestros soldados que el enemigo no tenía en su armada gente de pelea, sino artilleros y marineros, y tan poco diestros los artilleros, que de mil pelotas que tiraban, cuasi ninguna acertaba a nuestros navíos», observó otro religioso embarcado en la Gran Armada, fray Juan de la Victoria. Sin embargo, los buques que soportaron un mayor castigo, el San Felipe y el San Mateo, quedaron destrozados. Lo cuenta Gerónimo de la Torre: «Entonces vimos al San Mateo, que era lástima, pasado de balazos como una crina, y que si los buzanos [buzos] que el duque le envió no le tomaran el agua, se iban todos a fondo». Tras batirse con valentía, el San Mateo derivó junto al San Felipe hacia la costa de Zelanda, donde ambos acabaron hundiéndose. El buque portugués, en palabras del religioso de la Torre, «no pudiendo seguirnos por ir ya tan maltratado, se fue a Flandes por otra vía, y llegando a Fregelingas [Flesinga], puerto de Flandes que creyeron que estaba por los católicos, saltaron en tierra D. Diego Pimentel y otros caballeros, y como el puerto estuviese por la reina fueron todos presos y cautivos de los herejes, y los ingleses acudieron luego al galeón a robarlo y saquearlo, que con todos se fue a fondo».

«La Gran Armada y la empresa de Inglaterra»

Desperta Ferro Historia Moderna n.º 42

68 págs.

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«Contra la falsedad de una sirena. / Id y abrasad el mundo, que bien llevan / Las velas viento y alquitrán los tiros, / Que a mis suspiros y á mi pecho elevan. / Seguras de los dos podréis partiros, / Fiad que os guarden y fiad que os muevan; / Tal es mi fuego y tales mis suspiros». Son versos compuestos por Félix de Lope de Vega Carpio en Lisboa en vísperas de la partida de la Gran Armada. El soneto prefigura en la empresa de Inglaterra un nuevo Lepanto. Un triunfo mayor tenía que conseguir la formidable armada aprestada en Lisboa por órdenes de Felipe II. Sosegadas las aguas del Mediterráneo con una tregua con el Imperio otomano, la atención del Rey Prudente se desvió hacia el Atlántico. La hegemonía se decidía desde las Azores hasta el mar del Norte en un conflicto en el que Inglaterra, que desde 1558 tenía una reina protestante, Isabel I –la falsa sirena del soneto–, se erigió como potencia naval resuelta a contener el poder de Felipe II. A pesar de la planificación y la movilización de hombres, barcos y recursos, el plan fraguado por el monarca hispano para conquistar Inglaterra adolecía de fallos críticos que impidieron la victoria. Lejos del fracaso decisivo con el que tradicionalmente se ha descrito la Gran Armada, esta no marcó el final, sino el inicio de una pugna por el dominio de los océanos que llevaría a España a un desarrollo naval sin precedentes.

105 a. C.

Batalla de Aurasio, las legiones romanas son aplastadas por cimbrios y teutones en uno de los mayores desastres de la historia de Roma.

1582

En España se salta del 4 al 15 de octubre debido a la implantación del calendario gregoriano.

1927

Se estrena en Nueva York «El cantante de jazz», primer film sonoro.

1973

Siria y Egipto atacan Israel por sorpresa, dando inicio a la Guerra del Yom Kippur.