Fantástico Salón del Cómic
La gran cita de Barcelona arranca con una exposición sobre fantasía y ciencia ficción, y con la presencia de autores como Peeters, McCloud y Manara.
Cazarrecompensas galácticos, ciudades de metal que se elevan casi hasta el cielo en cuyos suburbios burbujean gases letales, robots que adquieren conciencia de sí mismos, entidades bio-tecnológicas que colonizan planetas, pistoleros espaciales, emperadores galácticos, federaciones remotas. «Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais», podría ser un bello –de acuerdo, no muy original– «leit motiv» para el 33 Salón del Cómic de Barcelona, que ayer arrancó con un puñado de interesantes exposiciones y otro de nombres propios de altura entre sus autores invitados –Scott McCloud, Tim Sale, David Finch–, pero con un recorrido principal que es la seña de este año: la ciencia ficción y la fantasía. En la planta alta del Pabellón 2 de la Fira de Montjuic los aficionados pueden asomarse a un centenar de obras originales, todas nadando en los océanos de los universos posibles, las ucronías y lo imaginado por grandes del noveno arte como Richard Corben, Ian Gibson, Carlos Trillo y Horacio Altuna, Enrique Sánchez Abulí mano a mano con Alfredo Sommer, Milo Manara, Frederick Peeters y Jim Starlin, entre otros muchos. Algunos de ellos están invitados este año, como es el caso de Peeters, joven pero ya consagrado autor suizo de joyas de la ciencia ficción con componente humano como «Lupus» –del que hay expuestas un par de páginas originales– y «Aâma». También acudirá Manara, clásico del erotismo y del Salón, que presenta una obra sobre Caravaggio y que en la exposición tiene varios originales de «Piranesi. El planeta prisión» (1983).
Dibujar a Batman y a Superman
Como toda propuesta de estas características, la del salón se ha formado reuniendo donaciones de los propios artistas y de muchos coleccionistas privados. Entre ellos está el mallorquín Jaume Vaquer. «Soy muy ecléctico en mis colecciones, tengo originales y piezas representativas de autores que me gustan o que considero importantes para la historieta», cuenta Vaquer, que ha prestado portadas de «Mundo mutante» (1983), con el color rotundo y apocalíptico de Richard Corben, u originales de «Juez Dredd», ese arrollador policía-legislador-juez del futuro con el que la revista inglesa «2000 AD» conquistó a varias generaciones y acabó de un plumazo con la separación de poderes. Por sus páginas pasaron plumas como las de Carlos Ezquerra y Brian Bolland (de la colección de otro empedernido comprador, Tomás Pardo, que además trabaja para el Salón, han salido láminas de éste último para Dredd), quien también firma la fantasía artúrico-futurista «Camelot 3000», dándose la mano con «space operas» que rozan lo superheroico como «Atari Force», dibujada con el pincel clásico de otro invitado de este año, el gallego, en todos los sentidos –nació en Pontevedra, emigró a EE UU, y de ahí a Argentina, de donde retiene el acento– José Luis García López. «El cómic da para todo. Y sin duda, para los temas de fantasía», asegura García López, maestro de muchos con sus lecciones sobre cómo dibujar a Batman, a Superman o a Wonder Woman. Suyas se pueden ver dos páginas de «DC Comics Presents» de 1978 y 1988, escritas por Len Wein y Denny O’Neil, en las que el Hombre de Acero recuerda la fina barrera que separa la ciencia ficción del género de los tipos con capa y poderes, quienes tantas veces han viajado por el espacio, combatido alienígenas y creado rayos de extraños poderes. O saltado entre dimensiones. Algo que hace Luther Arkwright, protagonista de otra de las páginas expuestas, firmada por Bryan Talbot, un inglés invitado también este año y de la quinta de Alan Moore.
El Flash Gordon español
La presencia española es intensa y notable en este recorrido fantástico. Nos habla de un país que tradicionalmente ha exportado a fabulosos artistas; ya saben aquello de que nadie es profeta en su tierra, pues imaginen si quiere vivir de dibujar cómics. Entre la colección de Vaquer hay páginas de la serie francesa «El vagabundo de los limbos», dibujada por el español Julio Ribera, de «Crónicas del sin nombre», de Víctor Mora, el «padre» del Capitán Trueno... «Hay muchos autores españoles en la exposición, como Maroto, Jesús Redondo, artistas que hacían fantasía para el mercado americano», cuenta el coleccionista. Entonces, y ahora, era habitual. Dentro y fuera el género cundió: hay obras de Diego Torres con su detective ochentero-espacial Roco Vargas (1987) en varios originales de diferentes álbumes; de Azpiri, con sus flirteos eróticos de «Stardust» (1987); de Rubén Pellejero, autor de «El imán» (1980); de Monteys, con una página nunca publicada y una portada de su «Calavera lunar» (1996). O de Diego Valor, aventurero espacial a lo Buck Rogers o Flash Gordon con el que Andreu Martín y Enrique Ventura emulaban a los clásicos. Precisamente un Diego Valor, láser y chica en mano, protagoniza el cartel de este año del Salón, firmado por Daniel Acuña.
Recorrer la exposición es asomarse a la importancia de revistas ya míticas para los comiqueros con canas como «Cimoc», «Zona 84» o «1984» –que, cómo no, se editaban desde antes de ese año, que entonces era el futuro para aquellos soñadores de la plumilla–, páginas en las que Alfonso Font publicaba «El prisionero de las estrellas», Antoni Garcés «Ú. La grieta móvil», y Trillo y Altuna aunaban fuerzas en «Chances» o «Tragaperras». Toda una generación incombustible sentó cátedra estética allí. Enrique Sánchez Abuli y Alfredo Sommer, en su «Alex Magnum» (1986) o Fernando Fernández, con la delicadeza visual de «Zora y los hibernautas» (1981). Y de aquellos lodos galácticos nacieron los polvos psico-punk de Miguel Ángel Martín o el erotismo techno de «Lorna y su robot», de Azpiri.
Pero la muestra mira fuera también, con láminas de Jack Kirby, uno de los grandes del cómic USA –su «Kammandi», una especie de Conan galáctico, delicatessen de coleccionistas–, el «Warlock» del cósmico Jim Starlin, o páginas de Morrison y Quitely, autor y dibujante en una etapa de los «New X-Men». Druillet, Chaykin –que adaptó al cómic el clásico de Alfred Bester «Las estrellas mi destino»– o Moebius no podían faltar si se habla de ciencia ficción. Hay además paneles completos dedicados a «Star Wars» –no a las películas, sino a los cómics dedicados a la saga galáctica, que darían para llenar una enciclopedia– y a «Star Trek». Y, cómo no, al fenómeno televisivo del momento, «Juego de tronos», del que se exponen diversas láminas e ilustraciones, incluida, cómo no, la portada del inefable libro de Pablo Iglesias sentado en el trono de hierro.
Por cierto, Tania Sánchez, coautora y experta en la serie, amén de ex candidata de IU en Madrid, acude al Salón a hablar de Starks, Lannisters y las cosas que se cuecen entre ellos en términos políticos. Mientras no pida que le corten a nadie la cabeza...