TEATRO
Fernán Gómez: su discurso de ingreso en la RAE toma cuerpo teatral
Juan Carlos Pérez de la Fuente homenajea a Fernán Gómez con la versión teatral, firmada por Raúl Losánez, de su discurso de ingreso en la Academia
¿Cuál es el arma imprescindible de todo actor que sube a un escenario y de todo autor que se enfrenta a una hoja en blanco? La palabra. Y a ella dedicó plenamente su discurso de ingreso en la Real Academia Española uno de los hombres más importantes y polifacéticos de la cultura española del siglo XX, el primer cómico que cruzaba las puertas de la docta casa para ocupar el sillón B, vacante por la muerte del lingüista Emilio Alarcos. El 30 de enero de 2000, con 78 años, el actor, novelista, dramaturgo, guionista y director de cine, teatro y televisión Fernando Fernán Gómez (Lima, Perú 1921-Madrid, 2007) leía su discurso de ingreso en la Academia titulado «Aventura de la palabra en el siglo XX». Con el pelo cano y su bastón de siempre, subió al estrado y, con su voz grave, sonora y profunda, hizo una apasionada defensa de la libertad a través de la palabra escrita y hablada, tal como la entiende un «cómico» -como le gustaba definirse-. Francisco Nieva le contestaba: «Ganamos con él una gran parte de la praxis efectiva del teatro, que ha sido esencial para la evolución de la lengua, el gran amplificador, el gran transmisor».
Nada más morir el académico -21 de noviembre de 2007-, y como homenaje póstumo, el alcalde de Madrid anunciaba en la misma capilla ardiente instalada en el Teatro Español que el Centro Cultural de la Villa pasaría a denominarse Teatro Fernán Gómez. Desde su llegada a la dirección artística, el objetivo de Juan Carlos Pérez de la Fuente ha sido «que el espíritu del actor forme parte de la identidad del teatro que lleva su nombre». Por ello, en el 25º aniversario de su ingreso en la Academia, ha apostado por convertir su discurso de entrada en una representación teatral, tarea de la que se ha encargado el poeta, escritor y crítico teatral Raúl Losánez, que firma la dramaturgia. Dirigida por el propio Pérez de la Fuente y protagonizada por Nancho Novo y Marta Poveda, estará en este teatro desde mañana al 22 de junio.
«Había que dar un salto al vacío y eso suponía mirar a Fernán Gómez en el escenario; la cuestión era cómo y con qué pieza, porque todo en él es material teatral», explica el director, que pensó en el discurso como «un acontecimiento sin parangón al ser el primer cómico en llegar a la Academia. Y aquí empieza esta aventura teatral, porque un discurso no es teatro». De la Fuente advierte a Losánez de la mucha responsabilidad que tenía: «Era fácil caer en la caricatura, pero Fernán Gómez no es un chiste ni una frase histriónica, es un personaje complejo y contradictorio del que nos sentimos muy orgullosos de que lo haya parido España».
Cuando ingresa en la Academia «ya era Premio Príncipe de Asturias, tenía todos los galardones nacionales de cine y teatro, había escrito artículos, teatro, ensayo… pero es un hombre honesto y honrado y sintió miedo porque sabe que, más que por sus méritos, lo eligen por lo que representa, y teme no estar a la altura. Lo que ha hecho Raúl Losánez -continúa De la Fuente- ha sido adentrarse por un camino donde aparece un Fernán Gómez desconocido, vulnerable, un ser humano como otro cualquiera y un niño grande, que, particularmente, creo que es lo que fue».
Un enamorado de la palabra
Había que elaborar una dramaturgia y Raúl Losánez tuvo dudas. «Juan Carlos se ha vuelto loco-pensó-; con tantas obras posibles me costaba entender por qué elegía el discurso». Pero, tras leerlo y releerlo, se le encendió una luz. «Si él decidió dedicarlo a la palabra, de la que se dice servidor y enamorado, decidí colocar al objeto de su amor con él, y por ahí fue articulándose la versión», explica. Al margen de anécdotas y circunstancias coyunturales, «no quería un biopic ni una obra con Fernando Fernán Gómez leyendo su discurso, sino una obra sobre el discurso de él. Me lo llevé a un terreno onírico, imaginario, poético, Si él imagina en su discurso a la palabra haciendo un recorrido histórico en su relación con el ser humano, nosotros hemos jugado a imaginarnos a él imaginándose ese discurso, como una especie de juego de muñecas rusas -explica Losánez-. Esto facilitaba el trabajo creativo del director de escena y nos permitía construir un personaje mucho más humano. Todos tenemos esa imagen del tipo adusto, intratable, inflexible; pero yo he querido imaginarme a una persona que tiene que enfrentarse a un público y un lugar, que es la Academia, nuevos para él. Eso me permitía hacer un personaje más ambiguo, contradictorio y frágil, con vulnerabilidades como las que tienen todos los seres humanos».
En esta dramaturgia «empecé a explorar su enfrentamiento con dicha realidad inédita para él, el acto de defensa de su discurso y de sus méritos en un contexto nuevo; eso me parecía teatral. Nosotros, al imaginar cómo imaginaba ese discurso, también estamos haciendo un acto teatral. Hay una relación soterrada entre dos teatralidades: la del futuro académico defendiendo su propuesta y la del actor que representa al académico defendiendo esa interpretación ante el supuesto público que lo va a ver. De manera que se producen ahí ciertas paradojas muy curiosas que creo interesantes desde el punto de vista dramatúrgico -significa Losánez-. Por otro lado, el hecho de colocar a su lado a la palabra obedecía también a mi intención de sublimarla; ya que partíamos de un espacio simbólico, de un contexto imaginario, las posibilidades que teníamos de jugar se multiplicaban, y me pareció oportuno plantear de manera fantástica, onírica, la relación entre él y su amada palabra. Se trataba de poetizar esa relación, de darle el peso literario que probablemente Fernán Gómez le hubiera dado en su propia imaginación», concluye.