Franco, “héroe” del 2 de mayo
Ayer, María Rey, en el curso de una retransmisión de varias horas sobre la celebración del Dos de Mayo en Madrid, aseguró que los madrileños se levantaron aquel día de primavera de 1808 «contra las tropas de Franco».
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Ayer, María Rey, en el curso de una retransmisión de varias horas sobre la celebración del Dos de Mayo en Madrid, aseguró que los madrileños se levantaron aquel día de primavera de 1808 «contra las tropas de Franco».
No debe ser el «lapsus» una cuestión baladí cuando Freud le dedicó buena parte de su «Psicopatología de la vida cotidiana». Los amantes que en el fragor de la batalla se acuerdan del nombre de su ex al oído de su nueva conquista lo saben bien. El lapsus siempre es inoportuno, pero a veces puede ser definitivo. Freud veía en este fenómeno el afloramiento de lo reprimido, lo inconsciente. Si llamas con el nombre de tu ex a tu futura, es que tu yo interior sabe mejor que tú que tu cabeza está aún en otra cama. A veces el cerebro habla por nosotros, incluso a costa o contra nosotros, como cuando usted, melómano de los de Bach y a lo sumo Sabina, se descubre el más reguetonero del mundo solo porque en el metro una chica escuchaba a Daddy Yankee.
Ayer, María Rey, periodista de acreditada trayectoria, en el curso de una retransmisión de varias horas sobre la celebración del Dos de Mayo en Madrid, aseguró que los madrileños se levantaron aquel día de primavera de 1808 «contra las tropas de Franco». Solo los muy malpensados o los adictos al tan español arte del «enmierde» podían pensar que lo de María Rey no fue un lapsus, sino una orwelliana reescritura de la historia: los madrileños cogiendo sus cacerolas contra el dictador y Daoiz y Velarde sublevando el cuartel de León, todo el barrio de Maravillas, contra el invasor facha en lugar de las huestes de Napoleón. Pero la que se lío ayer en Twitter a cuenta del «acto fallido» (como lo llamaba el viejo Sigmund) de la periodista, dice más de España de lo que pudiera parecer. Manifestaba Bergson en «La risa» que, «por muy espontánea que se la crea, siempre oculta un prejuicio de asociación y hasta complicidad con otros rientes efectivos o imaginarios».
Esto quiere decir, volviendo al Dos de Mayo, que si el lapsus de María Rey fue la comidilla no lo era solo por la mala baba de unos cuantos, sino porque la presentadora, sin querer por supuesto, había nombrado a la ex por antonomasia de este país: Franco. La sobreexplotación del dictador, pelele de un país que se acuesta con sus fantasmas, es lo que hace que, como el reguetón, su figura sea tan pegadiza y, aunque usted no quiera, lo nombre cuando no viene al caso. No es su culpa: llevan 40 años paseando su momia y acercándola cada uno a su ascua; últimamente hasta le están buscando nuevo paradero para el resto de la eternidad. Pérez-Reverte, retuiteando el lapsus, dio en el clavo freudiano del asunto: «Este país está enfermo de sí mismo, y acabaremos contagiándonos todos».
El escritor (que no está falto precisamente de palmeros que le hacen flaco favor en las redes) tuvo que aclarar que sus palabras no iban dirigidas contra la periodista sino en relación a la «basura» con la que, dice, «nos saturan los políticos y acaba enredándonos a todos». Franco como tela de araña de una clase política y un país que no es capaz de enterrar a su ex y dedicarse a llamar a las cosas por su nombre sin que le falle el inconsciente.