Historia

Irena Sendler: el “Ángel de Varsovia” que salvó a 2.500 niños

Escondidos en sacos de patatas, ataúdes o a través del alcantarillado, les ayudó a escapar del gueto a través de una red de resistencia que fue clave durante la Segunda Guerra Mundial

Irena Sendler junto a una niña en Varsovia durante los años 40
Irena Sendler junto a una niña en Varsovia durante los años 40La RazónArchivo

En el momento en que la confianza hacia el ser humano penda de un hilo, se debe recordar la historia de Irena Sendler. Nació un día como hoy de 1910 y murió en 2008 en Varsovia, y su figura es la de una mujer coraje, de gran valor y desinteresada humildad. Es conocida como “El Ángel del Gueto de Varsovia”, pues pese a las dificultades que se vivían durante la Segunda Guerra Mundial no dudó a la hora de actuar como resistencia, de salvarle la vida a miles de personas, arriesgando la suya propia. Quizá sus valores le vinieron desde la cuna, pues su padre, aunque falleció cuando ella tan solo tenía 7 años, le demostró la importancia de ayudar al desfavorecido, enseñanza clave en una familia católica: padecía tifus, y se contagió al tratar a enfermos que los demás se negaban a atender y que carecían de recursos.

“Me criaron con la idea de que una persona tiene que ser rescatada cuando se ahoga, no importa su religión o nacionalidad”, aseguraba la enfermera. Desde joven ya se mostraba contraria a la política de discriminación que surgió con el ascenso del partido de Hitler al poder. De hecho, fue castigada en la Universidad de Varsovia, donde cursaba estudios literarios, al oponerse a dichas medidas, por las que los judíos debían sentarse en bancos especiales y reservados para ellos. Pero quizá su más admirada hazaña y la valentía por la que fue recordada tiene que ver con el Gueto judío de Varsovia.

En 1941, los nazis ordenaron al Departamento de Bienestar y Salud Pública de Varsovia donde trabajaba Sendler que quedaba prohibido ayudar a los judíos, pues la condena era la muerte. No obstante, la enfermera, consciente del destino, ante todo, de los niños que quedaron encerrados en el gueto, rompió con toda norma impuesta e ideó un plan para salvar todas las vidas posibles. Si bien atendía a soldados polacos heridos, también se las arregló para tratar a las familias judías que más lo necesitaban en aquella ratonera humana, donde llegaron a vivir hasta 450.000 personas en las peores condiciones.

De esta manera, Sendler ideó un plan que comenzó introduciendo medicamentos, ropa y otros objetos útiles en el gueto, aprovechando que ella y sus compañeras que también figuraban en la resistencia tenían permitido entrar y salir de él. Un movimiento, por cierto, permitido por los nazis al aumentar los casos de enfermedades contagiosas, como el tifus, que quisieron frenar con toda ayuda local posible para que no se extendiese. “soy la única que continúa con vida, pero no lo hice sola. Éramos entre 20 y 25 personas dentro del grupo de rescate que yo coordinaba”, aseguraría tiempo después Sendler.

Prisioneros durante la destrucción del gueto de Varsovia en 1943
Prisioneros durante la destrucción del gueto de Varsovia en 1943WWII War Crimes Records

A esto, le siguió la iniciativa de ayudar a escapar a algunas personas, especialmente a los niños. Y los métodos fueron los más ingeniosos y atrevidos: sacaban a los pequeños metidos en ataúdes -les daban somníferos para que pareciera que estaban muertos-, escondidos en sacos de patatas, a través de cloacas o túneles, dentro de cajas de herramientas, a través de los juzgados del gueto o de una iglesia cercana, así como en las ambulancias o escondidos en maletas. Todo ello, salvaguardando sus identidades, pues escondió sus papeles con el objetivo de que tras la guerra pudieran producirse todos los reencuentros familiares posibles.

“Cada niño justificó mi vida”

Una vez fuera del gueto, los niños recibían documentos falsos y eran reubicados en diferentes familias o en orfanatos cristianos. “Cada niño que conseguí ayudar es la justificación de mi vida en esta tierra, no un título de gloria”, afirmó la enfermera tiempo después, cuando se valoró de manera internacional su trabajo, como fue la presentación por parte de autoridades polacas de su candidatura para el Premio Nobel de la Paz en 2007. De hecho, su labor fue descubierta de manera casual, a finales del siglo XX, cuando un grupo de teatro juvenil estadounidense quiso poner en valor su nombre. Le conocieron por una noticia en un periódico, en el que el titular lo decía todo: llegó a salvar a 2.500 niños judíos del Holocausto.

El riesgo estuvo en todo momento, y Sendler lo sufrió, pues en octubre de 1943 fue detenida por la Gestapo. Fue enviada a la prisión de Pawiak, donde le hicieron interminables interrogatorios, fue golpeada y torturada. Pero volvió a resistir, sin llegar a confesar ningún nombre o destino. Le condenaron a muerte, hasta que miembros de la resistencia consiguieron que escapase a pocas horas de su ejecución.

Cuando terminó la guerra, pudo rehacer su vida, y nunca dejó de involucrarse en trabajos de toda índole social. La vida de la enfermera polaca fue, por tanto, un mito de valentía, una historia de heroicidad, que la hicieron merecedora de un mote que perdurará siempre: “El Ángel de Varsovia”.