Igor Stravinski triunfó gracias al empresario Diaghilev
El que fue uno de los más importantes compositores del siglo XX estrenó gran mayoría de sus obras gracias a la genialidad artística del fundador de los Ballets Rusos
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En una apartamento que había comprado su mujer, en la Quinta Avenida de Nueva York, fallecía el 6 de abril de 1971, de una insuficiencia cardiaca, Igor Stravinski. Fue uno de los más importantes compositores del siglo XX. Aparte de ser uno de los más influyentes, pues sus obras evolucionaron del primitivismo al neoclasicismo y al serialismo. Es famosa su frase “la música es incapaz de expresar nada por sí misma”, que define su poética musical. La inmensa mayoría lo conoce actualmente por los ballets “La consagración de la primavera”, “Petrushka” y “El pájaro de fuego”. Estas obras fueron estrenadas gracias a la genialidad de Sergei Diaghilev. Stravinski lo fue todo gracias a él. Si, como lo consideró la revista “Time”, fue una de las personalidades más influyentes del siglo XX, a parte de su genialidad artística, Diaghilev tuvo mucho que ver en todo aquello ocurrido después de 1929.
Antes de estrenar “El pájaro de fuego”, en 1910, Diaghilev dijo durante uno de los ensayos refiriéndose a Stravinski: “Mírenle bien, es un hombre que está a punto de alcanzar la celebridad”. Con el estreno de este ballet se convirtió en una figura internacional. No ocurrió la mismo con “La consagración de la primavera”, en 1913. Diaghilev no estaba convencido del buen recibimiento de la obra. Por eso le dijo a los bailarines que, pasara lo que pasara, continuaran bailando. A Pierre Montreux, el director de la orquesta, que no parara la obra. Se tenía que continuar hasta el final.
Como cuentan las crónicas, sus temores estaban realmente fundados. Poco después de iniciarse la introducción orquestal pudieron escucharse algunas protestas, aún moderadas, por parte del público. Las expresiones de indignación se renovaron cuando el telón se alzó y aparecieron los bailarines. Un grupo de Lolitas patizambas con trenzas largas que daban saltitos. El jaleo creció cuando otra parte del público se puso a quejarse de los que protestaban llamándoles al orden. Se armó un barullo ensordecedor de tal magnitud, y aunque parezca mentira todo esto lo atestiguaron prácticamente todos los presentes, que apenas podía escucharse una sola nota de esa música.
Diaghilev quería ese escándalo. Lo necesitaba para lanzar la obra de Stravinski. En las otras representaciones no huno quejas. La obra no la entendía, pero la toleraban. En julio de 1929, un mes antes de morir, Diaghilev escribía la siguiente carta: “La consagración de la primavera tuvo ayer un gran éxito. Al final la han comprendido estos idiotas. ‘The Times’ dice que ‘La consagración’ es al siglo XX lo que la Novena de Beethoven fue al XIX. ¡Por fin! Si, uno tiene que aprender a tener paciencia y tomárselo todo con filosofía, incluso a superar los obstáculos que ciertos hombres insignificantes y de estrechas miras le ponen en el camino a todo el que intenta salir de la mediocridad”.
Sentimientos y celo
La amistad no se fracturó con los años. Al contrario. Aunque Stravinski abandonó los Ballets Rusos y no se veían tanto como quisieran, un espíritu estaban juntos. El 7 de abril de 1926, la última carta que le escribió a Stravinski, Diaghilev le decía: “Cuando me enfrento a algún problema grave recuerdo que vives cerca en este mundo y empiezo a sentirme mejor”. Diaghilev falleció en Venecia el 19 de agosto de 1929. En el libro Crónicas, de 1935, escribió Stravinski: “Él fue el primero que me dio ánimos al principio de mi carrera, el que me ayudó de veras. No solo le gustó mi música y creyó en mí, sino que hizo todo lo que pudo para que el público me aceptara. Se sentía realmente atraído por lo que yo componía entonces y le gustaba enormemente llevar a cabo la producción de mis obras, incluso hasta imponérselas a los públicos más reacios, como sucedió con La consagración de la primavera. Estos sentimientos y el celo que los caracterizaba provocaron en mí, de forma natural, un sentimiento recíproco de gratitud, de afecto profundo, de admiración por su sensibilidad y comprensión, por su cálido entusiasmo y por el ímpetu indomable con que llevaba las cosas a efecto”.
Al morir Diaghilev fue enterrado en el recinto ruso del cementerio de Sant Michelle de Venecia. Un poco más de cuarenta años después Stravinski pidió ser enterrado en ese mismo recinto. Su tumba esta a pocos metros de su amigo. Quedaron unidos en vida y en la eternidad. Como escribió Constantin Korovin: “Te doy las gracias, Sergei, te doy las gracias por que existes”. Y gracias a esta existencia de Sergei Diaghilev pudo afirmar que “no vivo ni en el pasado ni en el futuro; estoy afirmado en el presente. No puedo saber qué es lo que ha de traer consigo el día de mañana; puedo tan sólo atenerme a lo que hoy es para mí una certeza”