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Beethoven y la fantasía de su “sinfonía Bonaparte”

Un día como hoy de 1805, el genio estrenaba en Viena su “Sinfonía nº 3″, una de sus obras más célebres y que esconde una historia relacionada con el militar francés
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Nunca se conocieron en persona, pero sí fueron contemporáneos y, aún en la distancia, uno fue capaz de romperle el corazón al otro. Ludwig van Beethoven (1770-1827) sentía una profunda admiración por Napoleón Bonaparte (1796-1821), así como a principios de la década de 1800 el público parisino ya conocía algunas de sus composiciones. Pero esto no era suficiente para el genio, pues buscaba que su figura fuese totalmente reconocida en Francia, al igual que ya lo era en Viena. Para ello, decidió dedicarle una de sus obras -a día de hoy de las más importantes de sus composiciones- a esa figura que admiraba, que celebraba, que tomaba como ejemplo de la esperanza en el ser humano, que era Napoleón Bonaparte.
Durante la vida de Beethoven, la gran parte de Europa se encontraba bajo el modelo del Antiguo Régimen, un sistema político con privilegios para unos pocos y donde el rey provenía de Dios. Y entre este modelo político, Francia resurgía como un ejemplo del avance social y político, pues se regía por la Ilustración, que regía la igualdad, la libertad y la fraternidad, un Siglo de las Luces que fue desencadenado por la Revolución Francesa. Y en este paisaje de revolución social y política, que acabó con la monarquía absolutista y dio voz a la burguesía y las clases populares, Napoleón resurgía como uno de los líderes de este movimiento.
De esta manera, entre 1803 y 1804, aún en Viena, Beethoven creó la Sinfonía nº 3, también conocida como “Heroica” y que originalmente él mismo tituló “Gran Sinfonía, titulada Bonaparte”. Con ella reflejaba la valoración por parte del compositor hacia la astucia, la autodisciplina, la inteligencia de Bonaparte. Pero pronto se le derribaron todas estas ideas, pues llegó a tachar el título de la partitura y a escribir sobre ella: “Heroica Sinfonía, para celebrar la memoria de un gran hombre”. Fue en 1804, cuando Napoleón fue autoproclamado emperador de los franceses, lo cual defraudó a Beethoven por ver los ideales de la República traicionados.
“¡Ahora solo va a obedecer a su ambición, elevarse más alto que los demás y convertirse en un tirano!”. Estas palabras, según algunos historiadores, las pronunció Beethoven cuando la figura de Napoleón comenzó a defraudarle, principalmente por sus ambiciones cegadas por el poder. Por tanto, a aquel “gran hombre” al que finalmente quiso hacer memoria ya no era al Bonaparte del pasado, sino a otra persona: al Príncipe de Lobkowitz, su mecenas.
Así, un día como hoy de 1805, hace nada menos que 217 años, se realizaba la primera actuación de la historia de esta Sinfonía nº 3 de Beethoven, de sus obras más relevantes y que funcionó como punto de inflexión en la música, por su carácter evolutivo hacia el romanticismo musical. Tras un ensayo en la mansión de Lobvkowitz, el genio estrenó la obra en el Theatre an der Wien, en Viena, causando una gran conmoción y atractivo entre el público. Así la definió el crítico del periódico de la época, el “Allgemeine Musikalische Zeitung”: “Una fantasía atrevida, salvaje y muy completa, plagada de pasajes deslumbrantes de gran belleza”. Eso sí, como en todo en la vida y en la historia, hubo detractores, que por su modernidad -se deshacía de las influencias y moldes de Mozart y Haydn-, la tacharon de “pesada, iterminable, deshilvanada”.