Héroes españoles casi olvidados

Así ganó Monterito la Laureada de la Legión

El teniente lo tenía todo para acabar en el Cuerpo de Inválidos, pero su decisión le llevó a hacerse con la máxima condecoración al valor del Ejército español

Los Gabrieles es una tasca madrileña cuya historia se remonta a la primera mitad del siglo XX
Los Gabrieles es una tasca madrileña cuya historia se remonta a la primera mitad del siglo XXLa Razón

La voluntad lo es todo. El espíritu de sacrificio, el deseo de servir, de ser útil y la capacidad de vencer todos los obstáculos hacen del hombre un «animal» único y especial. El abuelo de Alberto Ruiz Gallardo, el famoso Tebib Arrumi (Ruiz Albéniz), era un médico que ejercía su profesión en Marruecos al tiempo que era un notable escritor. Su larga estancia en el Protectorado español, un mundo básicamente castrense, le permitió tratarse de tú a tú con los jóvenes oficiales africanistas que combatían en Marruecos.

Durante una visita a Madrid, Tebid Arrumi comía con alguno de sus amigos soldados en la tasca madrileña de Los Gabrieles, una casa de comidas barata, en aquellos tiempos, que sobrevive en la actualidad. Era raro que tantos soldados africanistas coincidiesen en Madrid, lo que sin lugar a dudas era motivo de celebración entre camaradas de armas y amigos de Marruecos. Asistían a la cita Millán Astray, Franco, Liniers, Sanz de Larín, Rada, Franco Salgado, Sueiro, Candeira Sestelo... y el entonces teniente Montero Bosch.

Este último se lamentaba y se confesaba con el médico y escritor Ruiz Albéniz de que su carrera militar hubiese quedado cortada, siendo poco más que un niño, por un tiro de un moro que le había paralizado medio cuerpo. El Tebid Arrumi recordaba como Monterito tenía en aquella comida aún abierta la herida; lo que le hacía sufrir más en el sentido espiritual que en el físico. Montero ignoraba, pero todos lo sabían en la Legión, que el pobre muchacho, tan bravo y tan lleno de espíritu legionario, tan patriota, iba a ir a parar al Cuerpo de Inválidos.

Así ganó Monterito la Laureada de la Legión
Así ganó Monterito la Laureada de la LegiónLa Razón

En una esquina de la mesa se confesaba el joven teniente con Ruiz Albéniz: «Yo no soy envidioso, Tebib, pero... ¡qué mal rato paso cuando os oigo hablar de Pepe y Pablito [Valdés y Arredondo]! No tenía otros más amigos en todo el Tercio, y siempre andábamos a la greña sobre cuál de los tres atraparía antes la Laureada (...) Ellos dos la ganaron y en la mejor lid, aunque ambos pagaron con su vida el honor de llevarla en el pecho (...) Yo, ya no podré realizar mi sueño. ¡Yo, ya soy un trasto inútil! Hoy mismo, cuando veía a todos mis compañeros de ilusiones y juramentos, hablar del porvenir de España; cuando escucho a Franquito sus palabras: “No nos separemos nunca, mantengámonos unidos, como hermanos que somos, como legionarios de corazón, porque tal y como veo yo las cosas, llegará un día en que en nuestras manos estará la salvación de España a la que una vez más tenemos que jurar dárselo todo, empezando por la vida y las ambiciones...”. Cuando oía esto, te digo, Tebib, que estaba a punto de echarme a llorar (...) porque me sentía débil, inútil, incapaz de renovar mi juramento por impotencia del cuerpo y teniendo que unirme a este santo anhelo solo con el alma y el corazón. Yo sé que esto mío no tiene cura y que aquí acabó la historia militar del legionario Montero».

Ruiz Albéniz llamó a Franco, quien acudió en socorro del alma herida de su joven oficial. Le llevó aparte. Hablaron un rato largo y cuando se separaron, Montero estaba radiante. Le preguntó el Tebib que le había dicho el Sharif, el jefe (así llaman a Franco los primeros africanistas): «Tú a curarte y si no a mantener alto tu corazón legionario; porque con eso basta, y con eso cuento y contaré siempre, porque yo sé que esté donde esté y como esté, cuando la Patria lo requiera, el capitán Montero, o el general, si llega, que sí llegará, a serlo, se portará como quien es... No me ha dicho más, pero eso, saber que él cuenta conmigo, sea cual sea mi situación, me basta y me sobra para vivir satisfecho, seguro de que no me consideran un trasto inútil, y que mis compañeros me llevarán adonde ellos vayan...».

Huida bajo mínimos

Cuando comenzó la guerra, Montero estaba en Santander; y, a pesar de tener un brazo inmovilizado y arrastrar una pierna, logró huir de zona roja y llegar hasta el cuartel general de Franco. Le recordó al ya Generalísimo la promesa de que le había hecho en Los Gabrieles. Franco cumplió y le dio el mando de la recién creada XV Bandera de La Legión. La XV Bandera, en el boletín oficial de 19 de marzo de 1939, Nº 76, obtenía por sus destacadísimas acciones entre el 23 al 30 de mayo de 1938, durante la reconquista y defensas de la posición Peña Aholo, en el Frente de Aragón, una Laureada Colectiva. Al frente de estos legionarios, de sus legionarios, estaba «Monterito», Montero Bosch, que, a pesar de su cojera, tomó al asalto las posiciones rojas, para luego mantenerlas durante ocho horas de intenso combate frente a los numerosos ataques que lanzó la infantería frentepopulista apoyada por 40 carros de combate. Su parálisis no le impidió dirigir la defensa desde las trincheras. En la Peña de Aholo su Bandera ganó una Laureada Colectiva y Monterito ganó su soñada Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración al valor que concede el Ejército español. Había nacido y vivido para ser legionario y laureado.